Gorgojo del algodón une a EE. UU. y México

Hay una lección reveladora para Donald Trump mientras reevalúa la relación de Estados Unidos con su vecino del sur: lo que sucede en un país a menudo pesa mucho en el otro.

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Ha atormentado a Estados Unidos durante más de un siglo, volviéndose un flagelo del Sur estadounidense, causando pérdidas de empleos y desencadenando debates sobre poner fin a la migración desde Latinoamérica.

Esta es una ola que incluso el muro más grande y más costoso nunca podría contener.

Estamos hablando del gorgojo del algodón.

Es uno de los muchos asuntos que dependen de la cooperación bilateral entre EE. UU. y México, y encarna, en un microcosmos, muchas de las cualidades esenciales de la relación más amplia entre los dos países: una alianza que raya en la codependencia pese a las diferencias económicas, políticas y culturales.

Considerado nativo de México y Centroamérica, el gorgojo del algodón es un escarabajo que ataca a las plantas algodoneras. Cruzó por primera vez hacia EE. UU. en la década de 1890 alrededor de Brownsville, Texas, y se propagó rápidamente a la costa atlántica, casi aniquilando a la industria del algodón.

Desde entonces, décadas de intensivos y costosos esfuerzos de erradicación se las han arreglado para aniquilar a la plaga en casi todo el país. El único lugar que sigue combatiendo la infestación está en el extremo sur de Texas.

¿La razón?

Aunque México ha eliminado este gorgojo en casi todas las regiones de cultivo algodonero en sus estados fronterizos del norte, el problema persiste en Tamaulipas, un estado que durante años se ha visto dañado por los cárteles del narcotráfico y la corrupción.

Obstaculizados por la violencia, la inseguridad y la falta de dinero, los inconsistentes esfuerzos de erradicación del estado han asegurado un suministro constante de gorgojos del algodón que se abre paso a través de la frontera hacia el Valle del Río Grande en Texas.

El problema continúa obsesionando a los cultivadores estadounidenses, así como a funcionarios estatales y federales, mientras tratan de mantener la línea de defensa contra el gorgojo.

En esta larga lucha, a menudo marcada por la frustración y la mala comunicación entre los dos países, hay una lección reveladora para Donald Trump mientras reevalúa la relación de Estados Unidos con su vecino del sur: Lo que sucede en un país a menudo pesa mucho en el otro, una conexión que demanda colaboración y un mantenimiento constante.

“De una forma u otra, Tamaulipas y Texas no van a salir adelante uno sin el otro”, dijo Edward Herrera, el gerente en el Valle del Río Grande de la Fundación para la Erradicación del Gorgojo del Algodón de Texas.

El persistente problema es más notable para los cultivadores de algodón estadounidenses, considerando el tamaño relativamente pequeño de la industria algodonera en Tamaulipas. En 2016, tenía unas 3,000 hectáreas de cultivos. En comparación, Texas ha cultivado más de dos millones, según estimaciones del Departamento de Agricultura.

Ray Frisbie, el director retirado del departamento de entomología de la Universidad Texas A&M, describió la considerable influencia de Tamaulipas como “esta colita que está sacudiendo a este gran perrote”.

“Si no lo aniquilamos, el gorgojo del algodón pudiera invadir de nuevo a EE. UU. y pudiéramos regresar a los malos viejos tiempos de rociar mucho insecticida”.

Tamaulipas conoce muy bien la aflicción que puede causar esta plaga. El algodón alguna vez fue el rey también aquí; se cultivaban unas 200.000 hectáreas a mediados del siglo XX.

Pero la tiranía del escarabajo forzó a los agricultores a abandonar el algodón y cambiar a otros cultivos. El cultivo del algodón regresó solo esporádicamente, más recientemente en 2004, el mismo año en que el estado inició un programa de erradicación del gorgojo del algodón.

Al explicar los desafíos de liberar a Tamaulipas del insecto, los cultivadores y funcionarios mexicanos culpan al clima subtropical. Las temperaturas rara vez caen al nivel de congelación, permitiendo que los algodoneros, el hábitat del gorgojo, sobrevivan durante el invierno.

Además, el viento y la lluvia pueden ser fuertes, ayudando a propagar la planta y el insecto, así como interfiriendo con los calendarios de rociado de pesticidas.

Cuando se les presionó, los funcionarios mexicanos reconocieron que su programa había sido irregular durante años.

Aplicación de pesticidas

Con orientación de EE. UU. las aplicaciones de pesticidas se duplicaron en Tamaulipas el año pasado respecto al 2015.

Estados Unidos también ha proveído a las cuadrillas de erradicación de tecnología que permite a cada programa monitorear las ubicaciones de las trampas, las aplicaciones de pesticidas y las capturas de gorgojos.

El esfuerzo de erradicación recae ahora fuertemente en los hombros de Carlos A. Campos Reulas, coordinador del programa de erradicación de Tamaulipas y su contraparte estadounidense, Herrera. Campos trabaja en un complejo de oficinas de investigación agrícola en una carretera llena de baches en Río Bravo. La oficina de Herrera está a unos 40 kilómetros al noreste, en una pequeña franja comercial en Harlingen, Texas.

La larga lucha para liberar exitosamente al continente del gorgojo del algodón se ha reducido, en cierta forma, a ellos dos.

Se conocen desde hace años, pero dicen que su relación nunca ha sido mejor. En los últimos años, quizá hayan hablado por teléfono solo un puñado de veces al año, pero ahora hablan casi a diario, comparando notas, tratando a sus zonas como vinculadas y sin fronteras. La relación es un cuidadoso pas de deux.

“Nuestra intención es asegurarnos de tener éxito sin ser condescendientes”, dijo Herrera.

La complicidad del viento

En realidad, los mexicanos son sensibles a la acusación de que se debe culpar a México por el persistente problema del gorgojo del algodón en Texas. Algunos mexicanos aquí insisten en que sus cultivos pudieran, de hecho, estar infectados por gorgojos que migraron hacia el sur desde Estados Unidos.

Pero los vientos prevalecientes no son tema de especulación: soplan desde el sureste y pueden ser extremadamente poderosos, capaces de llevar consigo a los gorgojos veintenas de kilómetros al día, dicen funcionarios algodoneros estadounidenses.

“Un brinco, un salto y llegan muy lejos”, dijo Herrera.

Los funcionarios y cultivadores estadounidenses y mexicanos dicen que están entrando en la temporada de cultivo de este año con mucho optimismo sobre el continuo progreso del combate.

Sin embargo, la industria algodonera de EE. UU. no está corriendo riesgos. Los productores en otros estados han estado contribuyendo a un fondo de emergencia para el programa de erradicación de Texas, por si se agota el apoyo del Gobierno y los cultivadores de Texas pasan apuros para mantener a raya al gorgojo.

Los cultivadores en todo el país reconocen que el sur de Texas “está en una batalla que está más allá de su control”, dijo Don Parker, gerente de gestión integrada de plagas del Consejo Nacional del Algodón. “No quisiéramos que el gorgojo regrese al país”.

A los cultivadores les preocupa el agotamiento político. ¿Cuánto tiempo los funcionarios estatales y federales estarán dispuestos a ayudar a cubrir la factura por un problema que, por el momento, está afectando solo a un porcentaje diminuto de los productores de algodón?

“Los productores del Valle del Río Grande lo vemos como una posibilidad real”, dijo Brian Jones, cultivador de algodón de cuarta generación en Edcouch, Texas.

Los texanos, mientras tanto, están contando con sus aliados al otro lado de la frontera. Los tamaulipecos sienten la presión.

“Si dicen que somos los culpables, no estoy de acuerdo”, dijo Raúl Treviño Cisneros, un cultivador de algodón y líder de la industria en Tamaulipas. “Estamos haciendo la campaña lo mejor que podemos”.