La agenda de Luis Guillermo Solís está atada a la herencia que le dejó Laura Chinchilla

Temas calientes en infraestructura y déficit se imponen a agenda de largo plazo del mandatario

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Por más que el presidente Luis Guillermo Solís quiera arrancar su administración con una agenda de largo plazo, está cercado por la herencia de al menos 10 temas de corto plazo que le heredó la expresidenta Laura Chinchilla y que está obligado a atender.

El saco de pendientes, no solo lo atan a él, sino que lo llevan en la espalda diversos sectores nacionales que están esperanzados, con el cambio de gobierno, de que se resuelvan lo antes posible.

La lista se alarga cuando se plantean otros temas que no son urgentes, pero que no pueden salirse del radar y el mandatario deberá tener la mira puesta en ellos para buscarles solución a mediano plazo.

Solís no tiene salida. Sin quitarse aún la banda presidencial, ya comenzó a buscar la forma de apagar algunos de esos incendios, y de contener los temas urgentes heredados, antes de pasar a los propios.

El primero es la huelga de docentes que al cumplir una semana, en medio del traspaso de poderes, aún no ve la luz.

A este tema se unen tres temas cruciales en el sector económico: la aprobación en el Congreso del Sistema de Banca para el Desarrollo, la estabilidad en el tipo de cambio y la reducción del déficit fiscal.

Estos incendios por apagar le impedirán al mandatario poder dedicar atención a sus temas de profundidad, de esos que requieren más de dos años, como la reforma institucional, la recuperación del sector agrícola, una revitalización de las formas de participación ciudadana y la transparencia.

Esto sin dejar de lado una reforma fiscal que primero se mostró lejana, pero luego se ha presentado como u no de los terrenos en los que el Gobierno deberá poner cartas sobre la mesa, para negociar con sectores y luego tratar de impulsar propuestas por los sinuosos y lentos pasadillos legislativos.

“Son temas que no solo el sector empresarial espera que se resuelvan, sino otros sectores del país que también se benefician”, dijo la presidenta de la Cámara de Exportadores (Cadexco), Mónica Segnini.

¿Cómo lograrlo?

Solís ha planteado en reiteradas ocasiones que espera que su equipo de gobierno atienda los temas inmediatos y se comiencen a tomar decisiones.

Su elección con más 1.300.000 votos es un logro personal histórico, así como la esperanza que ha creado en el pueblo de que las cosas estarán mejor, pero el reto no es fácil.

Un sistema entrabado, burocrático y alambricado con diversos intereses de sectores y políticos es el panorama que juega en su contra, en medio de una Asamblea Legislativa fracturada, y en la que el oficialismo apenas cuenta con 13 diputados.

El politólogo Manuel Rojas lo explica bien al afirmar que para que Solís pueda concretar sus promesas, debe tener gente cerca que le diga sin tapujos cómo está la situación del país y cuáles son las mejores vías para resolver los problemas.

“Se acabó la campaña. El problema es saber cuánto de facilidad tiene de verdad para lograr sus promesas, no solo por los grupos de presión, sino la inercia. En los últimos 20 años se ha amarrado el sistema”, dice Rojas.

Solís se ha mostrado trasparente, abierto a escuchar a la gente y sus necesidades, y quiere dejar claro que será su estilo, al punto de mandar a cortar los árboles que no dejan ver desde la calle la Casa Presidencial.

Ha pedido al pueblo que lo exija, lo corrija y le reclame, si no cumple con lo prometido.

Esa apertura puede correr a favor de su gestión, en contraposición a mandatarios anteriores que toman sus decisiones encerrados en su despacho en Zapote y no se han mostrado tan abiertos.

Solís, en su discurso del 8 de mayo, adujo incluso que en el pasado se hicieron negociaciones “por debajo de la mesa” y como ejemplo señaló que hubo “malas prácticas” con concesiones en obra pública.

Como una forma de concretar esa transparencia, Solís obligó a su gabinete a firmar un compromiso ético donde se comprometen a rendir cuentas.

El politólogo Francisco Barahona afirma que esa transparencia de Solís lo ayuda a tener de primera mano las necesidades urgentes del país.

Solís tendrá que mantener su puntería a esas urgencias, porque es la única forma en que brinde una señal de disposición y concresión de acciones. Y de ganar credibilidad.

Después podrá darle espacio a las promesas que planteó en su plan de gobierno, “Rescate”.

Pero el tiempo no es tan elástico como Solís quisiera ahora. Su trabajo será evaluado dentro de cuatro años y solo entonces el país sabrá si la apuesta por su nombre fue la mejor decisión.