La frontera en el corazón del Brexit

El límite entre La Republica de Irlanda e Irlanda del Norte será la única que divida en tierra al Reino Unido del bloque europeo que planean dejar los británicos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Los puestos fronterizos militarizados que alguna vez se ubicaron a lo largo de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte se convirtieron en focos de tensión para la violencia sectaria durante el conflicto armado en Irlanda del Norte, y nadie quiere que vuelvan a funcionar después de que el Reino Unido salga de la Unión Europea en 2019.

Sin embargo, un documento en el que se explica cómo mantener abierta la frontera en la zona que fue presentado por el gobierno británico enfatiza la complejidad generalizada que conlleva la salida que del Reino Unido del bloque, conocida como “brexit”.

Irlanda del Norte es parte del Reino Unido, mientras que Irlanda ha sido una nación independiente desde 1921. Los dos países son miembros de la Unión Europea, un estatus compartido que ha servido para que Londres y Dublín dejaran de lado sus diferencias históricas y desarrollaran una relación tan cercana que han desaparecido los controles fronterizos. En general, los viajeros ni siquiera saben cuándo pasan de un país al otro.

No obstante, después del “brexit”, la frontera de cerca de 482 kilómetros con Irlanda será la única que divida en tierra al Reino Unido de un bloque cuyos acuerdos económicos, incluidos su unión aduanera y su mercado único, planean dejar los británicos. Lo anterior crea una gran cantidad de problemas.

La unión aduanera permite que los miembros hagan negocios entre ellos libremente, mientras cobran un arancel único en algunos productos a los países que no son miembros. Cuando el Reino Unido abandone el bloque, los productos británicos que crucen la frontera hacia Irlanda podrían ser sujetos a aranceles variados, a menos de que los británicos adopten los mismos impuestos que la Unión Europea o lleguen a un acuerdo especial respecto del gravamen. Controlar estos aranceles variados podría ser oneroso.

El mismo principio funciona para el mercado único, el cual se mantiene mediante un conjunto complejo y detallado de normas que el Reino Unido tendría que cumplir o deberá enfrentar la pesadilla logística de revisar los productos que entren a la Unión Europea desde su territorio.

Adoptar los mismos impuestos y las mismas normas que la Unión Europea resolvería muchos problemas, pero socavaría el que fue el supuesto propósito del “brexit” en primer lugar: restablecer el control sobre la inmigración y la soberanía nacional. También complicaría, o incluso podría descartar, los acuerdos comerciales que se buscan forjar con países como Estados Unidos, otra de las principales metas del “brexit”.

Aunque lo hace de forma un tanto vaga, el documento publicado representa el primer intento para enfrentar estos problemas que afectan la frontera irlandesa.

La propuesta

En este manuscrito se descarta la reintroducción de infraestructura física, como los puestos aduanales, y parece que no hay ningún plan para utilizar cámaras de seguridad ni tecnología que reconozca las placas de los autos en la frontera o sus alrededores.

La inmigración no se controlará en la frontera irlandesa ni tampoco se revisarán los pasaportes a las personas que entren a la isla de Gran Bretaña desde Irlanda del Norte.

Da la impresión de que lo anterior aumenta la posibilidad de que los ciudadanos de la Unión Europea puedan entrar al Reino Unido de forma indirecta a través de Irlanda, lo que quizás debilitaría el control de la inmigración. Sin embargo, el documento da a entender que es probable que los ciudadanos europeos puedan entrar al Reino Unido desde Europa sin problemas y de forma directa incluso después del “brexit”, a pesar de que podría haber algunas restricciones en el derecho al trabajo o en la solicitud de pagos de beneficios sociales, como sucede actualmente en el caso de las personas que no pertenecen a la Unión Europea.

El problema más importante es el comercio. El mes pasado, el negociador en jefe del “brexit” por parte de la Unión Europea, Michel Barnier, advirtió que no habría “comercio sin fricciones” si el Reino Unido abandona los acuerdos económicos del bloque.

El documento dado a conocer el miércoles pasado, busca que la Unión Europea acepte una serie de exenciones de obligaciones para negocios y agricultores pequeños, con el fin de que estos no tengan que completar las formalidades aduanales.

Esto tan solo es una parte del problema. Aun si se aceptaran estas exenciones, lo más probable es que las empresas más grandes paguen costos más altos. El gobierno británico no es muy claro respecto de este punto, solo menciona la posibilidad de establecer procedimientos aduanales más sencillos y utilizar tecnologías —hasta ahora no especificadas— para rastrear los productos, reducir la burocracia y evitar las demoras costosas.

Los funcionarios británicos aseguran que hasta el momento no hay un estimado del aumento en el costo que enfrentarían algunos negocios. Stephen Martin, director general del Institute of Directors, un grupo cabildero especializado en negocios, describió el documento como un “paso significativo hacia adelante”, aunque agregó que “genera aún más preguntas sobre la cantidad de flexibilidad e imaginación que se necesitará para superar algunos de los desafíos más básicos”.

John Bruton, un ex primer ministro irlandés, señaló que el documento no contemplaba la necesidad de Irlanda de cobrar aranceles en algunos productos que se importan a la Unión Europea. “El ‘brexit’ aumentará el costo de hacer negocios”, comentó a la BBC.

Los agricultores también tendrán que adaptarse. Cada semana, se exportan más de 10.000 cerdos de Irlanda a Irlanda del Norte, mientras que una cuarta parte de toda la leche que producen las lecherías de Irlanda del Norte se exporta a Irlanda para procesarse.

Para minimizar las dificultades comerciales, el documento sugiere contar con normas reglamentarias comunes sobre los productos agrícolas entre el Reino Unido y la Unión Europea. No obstante, lo anterior podría complicar las iniciativas de Londres para alcanzar acuerdos comerciales a nivel mundial con países como Estados Unidos, si en estos acuerdos se incluye la importación de productos agrícolas.

Cautela

El gobierno de Irlanda recibió el documento con respeto, pero con cautela, y su ministro de Relaciones Exteriores, Simon Coveney, aceptó los principios que respaldan esta estrategia.

Según la cadena irlandesa RTE, Coveney agregó: “Lo que no conocemos son los detalles de cómo funcionará”.

Mark Daly, un miembro de la cúpula del partido de oposición Fianna Fail, fue menos diplomático y describió el plan como “una quimera”. El senador advirtió que aceptar las propuestas equivaldría a “otorgar inmunidad a los contrabandistas”.