La sepultura del proyecto Diquís y la redención del ICE

Una empresa estatal sólida sufre financieramente por las sombras económicas del 2018 que la obligan a hacer ajustes y, quizás, algunos sacrificios

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Testigos de lo impensable. El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) sepultó uno de sus proyectos insignia luego de casi una década de sostenerlo contra los vientos de la crítica y las mareas burocráticas de la administración pública. La planta hidroeléctrica Diquís fue cancelada, pero no olvidada.

No se puede relegar a los anaqueles del olvido un proyecto en el que el ICE invirtió ¢87.767 millones entre 2007, cuando figuró por primera vez en los estados financieros de la entidad, y el 2018, año de su defunción técnica.

El ICE busca su redención, en este caso, financiera.

La duda principal, de momento, se centra en la correcta interpretación de la palabra redención, porque bien se puede entender desde su significado de “liberar de una obligación o extinguirla”. Pero también podría aceptarse como “poner término a algún vejamen, dolor, penuria, adversidad o molestia”. Quizás sea un poco de ambas.

Las finanzas del ICE, empresa estatal sólida por historia e icónica por precepto, no están bien. El 2018 dejará pérdidas totales por ¢314.000 millones que, en teoría, no serán pagadas por los clientes del Instituto en los futuros recibos de electricidad. Ese fue el compromiso de su presidenta ejecutiva, Irene Cañas.

¿Culpables? La agresiva alza en el precio del dólar que representa el 46% de las pérdidas (¢144.000 millones) y el traslado de $146 millones (¢90.357 millones) por la suspensión del proyecto hidroeléctrico Diquís que pasarán de inversión a gasto en la contabilidad del ICE.

Entre ambos factores se explica una buena parte del aumento del 22% en las pérdidas de la institución para diciembre de este año.

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El funeral del Diquís

Ningún muerto es malo.

La jerarca del ICE considera que el proyecto Diquís es bueno, pero no es necesario en este momento. Por eso, no aparecerá más en los planes de la institución por los próximos 20 años, tiempo suficiente para guardarlo en la misma gaveta en la que descansan otros colegas suyos como las plantas hidroeléctricas Boruca, Savegre y Pacuare, así como la geotérmica Tenorio.

En este portafolio de cinco proyectos de generación de energía, el ICE invirtió recursos, investigación y tiempo, pero al final fueron sepultados en el cementerio de las inversiones que nunca se construyeron.

El funeral del Proyecto Hidroeléctrico El Diquís (PHED) –para llamarlo por su nombre– tuvo lugar el viernes 2 de noviembre en el piso 14 del edificio del ICE, en Sabana Norte, San José.

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Los invitados, en primera fila, fueron los periodistas, quienes, tras varios años de no presenciar una conferencia de prensa de rendición de cuentas sobre los estados financieros de la empresa estatal, recibieron dos noticias: se cancela Diquís y el año cerrará con millonarias pérdidas.

Los titulares de seguro no cayeron muy bien entre los inversionistas extranjeros que no recibieron a tiempo la información necesaria para tomar decisiones sobre la compra y venta de bonos del ICE. Irene Cañas promete cambiar eso para cumplir con la transparencia que exige la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El ICE ofreció varios datos durante el sepelio del Diquís. El proyecto que inicialmente costaría $3.694 millones, de los cuales ya se invirtieron $146 millones, descansará en paz y ya no encenderá motores en 2030, aunque al principio se había fijado su fecha de arranque para 2026.

En 2006 el ICE decidió suspender el megaproyecto hidroeléctrico Boruca, luego de tres décadas de sostenerlo y defenderlo. En su lugar emergió, el proyecto Diquís, la nueva punta de lanza del Plan de Expansión de la Generación 2016-2035 (PEG2016).

La importancia del proyecto Diquís estaba claramente descrita en los estados financieros no auditados del ICE a junio del 2018. En este documento se indica que la planta lleva una década en los objetivos de expansión de generación del Instituto y es “el eje central de la estrategia recomendada porque forma parte del plan de mínimo costo económico”.

Sin embargo, los últimos estados financieros disponibles –no auditados– del ICE también traían otra noticia, tras la conclusión de los estudios de factibilidad, se determinó que el costo total del Diquís aumentaría a $4.000 millones entre el escalamiento y los gastos financieros.

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La Cámara de Industrias de Costa Rica (CICR), férrea opositora a la nueva obra por el encarecimiento de la tarifa energética, aplaudió la decisión del ICE.

Los industriales consideraron que el proyecto Diquís pondría un alto riesgo al sistema eléctrico nacional y asestaría un golpe certero a las finanzas del sector porque elevaría los costos de producción.

La redención financiera

El ICE debe buscar su redención financiera. El 2018 cerrará con “números rojos”.

La nueva presidenta ejecutiva del ICE, quien asumió en mayo, no niega que este “es un año difícil” por las presiones que generó la agresiva alza en el tipo de cambio del dólar y por cambios en los factores de demanda de electricidad en el país.

En un golpe de timón con respecto a las últimas dos administraciones del ICE, Cañas develó la situación financiera de la empresa así como los golpes que recibió por la dinámica del mercado y las condiciones macroeconómicas del país.

Del total de las pérdidas que reportará el ICE este año, el 46% corresponde al alza en el precio del dólar que aceleró su ritmo en las últimas semanas. La entidad tiene un 41% de su deuda en dólares y por ese porcentaje debe enfrentar el pago de intereses en moneda extranjera.

En 2014, el ICE desembolsó ¢95.111 millones para pagar comisiones e intereses de sus créditos y bonos de deuda. Ese monto aumentó un 87% para 2017 y alcanzó la cifra de ¢177.780 millones.

Los estados financieros auditados a diciembre del 2017 reflejaron que el aumento en el costo financiero de Grupo ICE generó pérdidas por ¢51.706 millones, mientras que al cierre del 2016 el conglomerado reportó ganancias por casi ¢30.400 millones.

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La calificadora de riesgo Fitch Ratings lo advirtió en marzo cuando señaló que el 85% de la deuda del ICE está en dólares y eso pone a la empresa en una posición desventajosa ante las fluctuaciones cambiarias.

El proyecto Diquís se concibió como la columna vertebral para cubrir el abastecimiento de energía del país a partir de 2026, según el ICE, ese año la demanda de generación superará los 14.000 gigavatios hora (GWh) lo que representa un incremento del 30% sobre el consumo actual.

Las cosas cambiaron y los cálculos fallaron. Factores como una reducción en el consumo de energía del sector servicios, un menor ritmo de crecimiento de la economía y resultados positivos del esquema de generación distribuida reescribieron el paradigma del ICE para los próximos años.

Solo en 2017, la generación distribuida, que se desarrolla por medio de paneles solares principalmente, significó una caída en los ingresos del ICE de ¢470 millones que corresponden a 25 megavatios.

La institución trabaja en una reingeniería financiera que le permita fortalecer el negocio de la electricidad, apaciguar el efecto de las pérdidas de este año y diversificar los productos y servicios que ofrecen otras subsidiaras del grupo como Radiográfica Costarricense (Racsa) y Cable Visión.

La sepultura del proyecto Diquís es una especie de redención para el ICE en momentos adversos para la economía nacional y en un escenario en el que sobran las preguntas, pero faltan las respuestas para explicar cuándo logrará la empresa tener números positivos de nuevo.

¿Qué es el PH Diquís?

La obra formaba parte del Plan de Expansión de Generación Eléctrica Nacional

* Es una plata hidroeléctrica para generar energía.

* 650 megavatios de potencia.

*3.050 gigavatios hora (GWh) al año de capacidad de generación.

* Ubicado en la zona sur del país, en el río Térraba.

* $4.000 millones es el costo total del proyecto.

Fuente: Grupo ICE.