Legales: Atacando la falsificación de productos desde la mente del consumidor

Junto a las medidas legales se requieren programas de educación al consumidor

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Su descarada similitud con sus originales capta la atención. Han logrado adentrarse en el comercio, burlando las medidas jurídicas, legales y gubernamentales adoptadas para detener su existencia. Hablamos de los productos falsificados.

En primer lugar, medidas jurídicas como el artículo 45 de la Ley de Procedimientos de Observancia de los Derechos de Propiedad Intelectual (Ley No. 8039) impone una sanción a estas conductas. En esta se condena con pena de prisión de hasta cinco años o hasta 500 salarios base a quien almacene, venda o distribuya productos fraudulentos.

En cuanto a las acciones gubernamentales, entes como el Ministerio de Hacienda han implementado en los dos últimos años, mejores prácticas de regulación y control de productos falsificados que ingresen al país. Se han creado también programas de capacitaciones sobre la identificación de productos falsificados a funcionarios aduaneros.

Adicionalmente, y en conjunto con el sector privado, diferentes cámaras de comercio del país han impulsado espacios de comunicación más efectivos entre los comerciantes y el Gobierno para apoyar reformas y legislaciones que ayuden a la lucha en conjunto contra este delito.

Sin embargo, y a pesar de todos estos esfuerzos, la presencia de productos falsificados continúa siendo constante.

¿Qué más hace falta?, se podrá estar preguntando. Hace falta usted, como consumidor y como ciudadano costarricense.

Así lo expone muy acertadamente la periodista Ayesha Almazroui, del diario de Abu Dabi The National, autora del artículo titulado “La lucha contra los vendedores de productos falsificados empieza con la mente”.

En este explica cómo una marca reconocida da inconscientemente un estatus de elegancia a su portador, quien es percibido como un sujeto con éxito en el plano social, económico, laboral y personal.

De ahí que, según la Asociación para la Ciencia Psicológica, los sujetos que adquieren productos falsificados lo hagan con el objetivo sentirse bien con su propia imagen. Sin embargo, el estudio citado por Almazroui revela que adquirir estos productos falsos no logra ese resultado deseado sino, el contrario.

Estas personas sienten pesimismo porque, luego de la compra, los sujetos tienen una percepción de sí mismos como personas falsas y no auténticas. Incluso, este dilema moral y ético llegó a afectar la conducta de algunas de estas personas, quienes percibían que podían faltar el respeto a las leyes y la moral.

Así, adquirir un producto falso puede calar en la psiquis de un individuo, comprometiendo sus valores éticos y morales; pero también hay desventajas desde el plano comercial: las garantías de un producto falso muchas veces son inexistentes; la calidad de estos productos es mucho menor y un posible reclamo por un fallo del producto es inefectivo.

La solución ante esta problemática es educar al consumidor.

Usted, consumidor, tiene en sus manos el poder. El poder de decidir sobre los productos que obtiene, sobre su calidad, sobre los beneficios de adquirir productos originales.

También tiene el poder de desvalorizar a quienes irrespetan la ley vendiendo o produciendo productos falsos, que afectan desde la economía hasta la salud pública (como sucede con medicamentos falsificados).

Es necesario implementar políticas de educación desde muy temprana edad sobre los derechos y deberes que tenemos como consumidores. Esto, aunado a políticas de apoyo por parte de organismos públicos y privados, haría posible un cambio efectivo para erradicar esta problemática que empieza por nosotros mismos.