Pérdida de identidades partidarias en votantes se cierne sobre convenciones internas de cara a comicios del 2022

Sólo 35% de los ciudadanos en Costa Rica posee vínculos sólidos y duraderos con las agrupaciones políticas

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Las identidades políticas son fundamentales para que las personas hagan dos cosas: definan sus preferencias en el menú de opciones electorales y se movilicen a votar.

En Costa Rica, los agrupaciones partidarias caminan hacia la selección de sus candidatos y calibran su oferta política para un votante que ha perdido esa identidad con colores políticos

El 71% de los electores se sienten obligados a votar, más allá de si las opciones les satisfacen o no. Pero, únicamente el 35% tiene vínculos sólidos y duraderos con los partidos políticos, a pesar de que, en general, la población costarricense los considera imprescindibles para el sistema democrático, según datos del libro Elecciones 2018 en Costa Rica: Retrato de una democracia amenazadapublicado por el Programa Estado de la Nación (PEN), en 2020.

Secuelas del 2018

El libro define tres tipos de identidades políticas: una estable caracterizada por la presencia de alta conciencia cívica y sólida simpatía partidaria; una débil que mezcla el nivel más elevado de sentido cívico con el desalineamiento hacia las agrupaciones políticas.

Finalmente, la identidad transitoria en la cual predomina un baja conciencia cívica con un alto desinterés por los partidos.

Ronald Alfaro, politólogo, investigador del PEN y editor del libro, explica que cuando en una democracia existen identidades estables, suceden procesos con alta participación electoral como, por ejemplo, los comicios presidenciales de los Estados Unidos.

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“Es más probable ver a muchas personas que van a votar y que se manifiestan a favor de un partido. Lo que vimos en las recientes elecciones donde ganó Joe Biden”, indicó el investigador.

Mientras que cuando se tienen identidades débiles, la ruta más común es que las personas acudan menos a las urnas y que posterguen por más tiempo la decisión de a quién apoyar; esto a la vez se traduce en costos elevados para el elector que debe destinar más tiempo, buscar información y consumir mayores volúmenes de noticias para definir su sufragio.

Cabe destacar que la principal diferencia entre un ciudadano con identidad estable y otro con una débil radica en la participación partidaria. El primero considera que el voto y el activismo político van de la mano, mientras que el segundo defiende el sufragio, pero no cree que es tan importante identificarse con una agrupación de manera permanente o constante.

¿Quién es quién?

Para obtener los perfiles de los votantes según su tipo de identidad y ahondar en los datos, los investigadores utilizaron el Panel Electoral 2018 elaborado por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP-UCR), que mediante encuestas recolectó información valiosa para determinar cómo se movieron las intenciones de voto ligadas a otros factores.

El resultado muestra que la mayor parte de los votantes tiene identidades débiles, lo que propició una altísima indecisión electoral en 2018 y provocó el nivel de volatilidad (en la intención de voto) más alto en cuatro décadas.

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Las diferencias más notorias en los perfiles de electores se dan por edades; quiere decir que a menor edad, mayor predominancia a la identidad transitoria. En cuanto al nivel educativo, quienes tienen estudios de primaria son débiles y los universitarios se ubican en la categoría de estable.

Los de identidad estable residen mayoritariamente en Guanacaste, Puntarenas y Limón.

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Si se analizan los datos por simpatía partidaria, la afiliación a estas agrupaciones hace más clic con el 52% de personas con identidad estable, mientras que la proporción se reduce al 32% entre los de categoría débil y 19% para aquellos de características transitorias.

Golpe a los partidos

¿Cómo afecta todo esto a los partidos políticos, sobre todo a aquellos que planean hacer sus convenciones este año para elegir candidatos presidenciales?

Si los niveles de afiliación partidaria y el apoyo ciudadano a la democracia difieren entre las distintas identidades de los votantes, eso se trasladará directamente a la participación electoral y a la disposición de votar de las personas.

Por ejemplo, en 2018 el 90% de los electores con identidades débiles dijo que pensaba ir a votar, pero la cifra se redujo al 66,3% cuando se les consultó si estaban completamente decididos a ir a las urnas.

La caída fue más estrepitosa en los votantes de categoría transitoria donde el 79% pensaba sufragar, pero solo el 46% estaba 100% decidido a hacerlo.

Del Panel Electoral 2018 se extrajeron tres tipos de indecisos: los clásicos (nunca tuvieron un candidato de preferencia), los swingers (cambiaban constantemente) y los arrepentidos (tuvieron candidato, pero volvieron a estar en indecisión).

Según Alfaro, los partidos tienen el reto de convencer a estos grupos con estrategias y mensajes que les permitan, primero interesarse y, segundo, ir a votar en las convenciones para definir candidaturas.

Aunque el panorama todavía no está del todo definido, al menos tres agrupaciones se preparan para nominar candidatos presidenciales −con votaciones internas− de cara a las elecciones del 2022 y la tarea, más allá de atraer a sus bases, radica en convencer a los nuevos votantes para tratar de blindar sus aspiraciones.