Ronda de Doha podría llegar a su fin esta semana

Estados Unidos, Japón y la Unión Europa no quieren que la declaración final de Nairobi tenga ni tan siquiera una mención a la Ronda

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Ginebra. Tras 14 años de infructuosas negociaciones, el proceso de liberalización comercial de la Ronda de Doha puede llegar a su fin en Nairobi, donde esta semana se celebrará la reunión ministerial de los 162 países que conforman la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Del 15 al 18 de diciembre tendrá lugar en la capital de Kenia la décima reunión ministerial de la OMC, la primera que se celebrará en África subsahariana y que, además, coincide con el 20 aniversario del organismo.

El encuentro es ordinario, pero lo que se pondrá sobre la mesa trasciende a extraordinario: el proceso negociador que debía liberalizar el comercio mundial y beneficiar a millones de personas en los países más pobres podría estar a horas de ser enterrado.

La Ronda de Doha, puesta en marcha en la ciudad homónima de Catar en 2001, se negoció con cierto ritmo hasta 2008, cuando se celebró la última reunión en la que se vislumbró un acuerdo cercano.

Pero desde entonces los países han sido incapaces de incluso dotarse de una agenda de trabajo.

Estados Unidos, Japón y la Unión Europa han dicho públicamente que no quieren que la declaración final de Nairobi tenga ni tan siquiera una mención a la Ronda.

En la práctica esto significa que el proceso está virtualmente muerto, dado que juntos representan más del 70% del comercio mundial.

La defunción oficial no podrá anunciarse ni ahora ni probablemente nunca dado que para ello se necesitaría el consenso de todos los miembros, algo que está lejos de ocurrir.

La Ronda de Doha no tiene una fecha de caducidad, nunca se estableció porque se suponía que era un proceso permanente.

India, China y los países africanos se oponen tajantemente a que se entierre un proceso que en teoría debía acabar con las distorsiones que crean los subsidios a la importación –que Estados Unidos, la UE, Noruega y Suiza entregan a sus agricultores– y que debía abrirles nuevos mercados para sus productos.

Además, se oponen a las intenciones de Washington, Tokio y Bruselas de abrir la agenda a nuevos temas como medioambiente, competencia, comercio electrónico, leyes laborales, inversiones y transparencia en las compras gubernamentales.

Creen que no se pueden plantear nuevos temas si no se ha dado solución a los viejos problemas.

Una coalición de más de 450 Organizaciones No Gubernamentales (ONG) publicó recientemente una carta en la que apoyaba a los países en desarrollo y emergentes, y criticaba a los ricos por querer enterrar la ronda.

Las posiciones parecen irreconciliables y la negociación, si la hay, será ardua. Al menos así lo creen fuentes cercanas al proceso, convencidas de que la ronda está virtualmente muerta y no habrá mucho más que hacer.

"Doha necesita evaluar si las decisiones tomadas hace quince años aún son válidas, son útiles, son relevantes a día de hoy: los temas elegidos, la manera de afrontarlos y negociarlos. Y este ejercicio no se está llevando a cabo", apuntaron las fuentes.

La pregunta es, ¿y qué va a pasar con la OMC?

Su director general, el brasileño Roberto Azevêdo, defiende que esta entidad es mucho más que negociación, dado que el Sistema de Resolución de Disputas funciona muy bien, la Ayuda al Comercio está avanzando y hay constantes accesos de nuevos países.

No en vano, en los últimos 20 años, 40 nuevos países se han adherido a la OMC.

Pero a pesar de que en este periodo las tasas de importación en el mundo cayeron de un 15% a cerca de un 8%, y que el comercio mundial se dobló, la tendencia son los acuerdos bilaterales y regionales, no los tratados globales.

El propio Azevêdo asumió la semana pasada, en un discurso ante el Consejo General de la OMC, que es difícil un acuerdo en Nairobi y apeló a los miembros a mostrar flexibilidad y voluntad política para lograr algún consenso.