En diciembre del 2005 Tammy Spencer recibió su título de bachillerato de secundaria en el Colegio María Inmaculada, en Limón. Desde entonces lo tuvo claro: ella debía irse de esa provincia, escapar de una de las realidades más complicadas que ofrece el país.
A sus 17 años ya había explorado con cabeza fría cuáles oportunidades le ofrecía Limón. Vislumbró tres rutas. La primera trabajar para la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (Japdeva) –como lo hacen sus padres–, buscar empleo en la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) o emprender un negocio en turismo o comercio.
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Dio la espalda a esos caminos y se marchó a Heredia. Estudió relaciones internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), obtuvo una licenciatura en cooperación internacional y se especializó en comercio internacional. Nunca pensó que estaba tejiendo su regreso al Atlántico.
Sentada en su escritorio en una cómoda oficina del edificio administrativo de APM Terminals, Spencer sorbe un trago de té. Desde el ventanal se ven seis grúas pórticas –cada una de ellas más alta que el edificio del Banco Nacional en San José– plantadas en la isla artificial que hace tres años no existía y que ahora se erige como una promesa de desarrollo que no termina de emocionar a toda la población.
En una calurosa tarde de febrero, el viernes 8 para ser exactos, la coordinadora de Sostenibilidad y Ambiente de la firma holandesa y presidenta de la incipiente asociación solidarista de la compañía, comparece ante la grabadora de EF para hablar como limonense y apartarse de su sombrero de empleada de la empresa que manejará por 33 años la nueva Terminal de Contenedores de Moín (TCM).
Primera barrera: la mentalidad
Como todo habitante de su provincia vio pasar con esperanza anuncios de gobiernos que, con bombos y platillos, develaron planes con nombres pomposos para llevar desarrollo, empleo, inversión y nuevas oportunidades a Limón.
Palabras que en esta provincia, adornada con los vibrantes colores del Caribe, ahora suenan a cantaleta política, a promesa para cazar votos, a ideas que no van más allá del papel.
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Primero fue el sepultado “Proyecto Limón Ciudad-Puerto” que se anunció durante la administración de Abel Pacheco (2002-2006) y que fue cerrado en julio del 2015 con apenas un 11% de ejecución.
En el mandato de Luis Guillermo Solís (2014-2016) se lanzó el programa “Costa Rica desde el Caribe”, que impulsaba una agenda de 75 proyectos nacionales y regionales para desarrollar Limón, el más emblemático de ellos era la Terminal de Contenedores de Moín.
Esta propuesta, todavía vigente, incluye una serie de acciones para fortalecer la actividad portuaria de la terminal Gastón Kogan que opera Japdeva con la compra e instalación de dos grúas que empezaron a funcionar en agosto del 2017. Pero eso, no es suficiente.
“A Japdeva tengo muchísimo que agradecerle. Mis padres trabajan en esa institución y por eso pude estudiar y prepararme”, señaló Spencer.
“Es muy lamentable lo que viene”, responde sobre los despidos de personal en Japdeva y sobre la salida de 240 personas que dejaron de laborar para Dole en el país porque sus tareas ahora las cumple APM Terminals.
“¿Qué es más lamentable?”, se cuestiona. “La mentalidad”.
Tammy tiene ideas al respecto.
“Todas estas salidas (en relación con el personal que dejará Japdeva y Dole), es gente que va a salir con muchísima experiencia en el ámbito portuario y aquí hay un puerto de primer mundo, por qué no pensar en reagruparnos. Pongámonos de acuerdo y creamos una sociedad para ofrecer distintas capacidades y conocimientos. Con las liquidaciones que se van a entregar por qué no creamos un capital y lo ponemos a trabajar”.
El reto no es fácil porque implica cambiar la mentalidad de una provincia anclada a Japdeva, conectada directamente con el corazón de sus puertos y que vive de las actividades que de allí se desprenden, entre ellas, turismo, comercio y servicios.
Estigmas y competitividad
Limón lucha por ser más competitiva, por atraer inversión extranjera directa (IED) que genere empleo y ayude a reducir la pobreza.
Al mismo tiempo, la provincia del Caribe padece sus estigmas. “Limón es inseguro”, “en Limón venden mucha droga”, “en Limón…”.
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Es difícil sacar adelante una provincia marcada y condenada por los indicadores. Spencer, lo entiende bien y por eso apela al único camino posible: el optimismo.
Los datos remiten a una cruda realidad. Los seis cantones de Limón ocupan puestos muy bajos en el Índice de Progreso Social (IPS), tres de ellos se ubican en el top 10, pero al final de la lista, y Talamanca ocupa la última posición en la casilla 81.
Los indicadores de robos, asaltos, homicidios y muertes en carretera están en rojo, también lo están factores como libertad de acceso a la información y participación política.
La Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) reconoce que el trabajo para atraer IED al Caribe es complicado, sobre todo si se compara con otras ciudades como Liberia, Guanacaste. Jorge Sequeira, director general de esta entidad, es claro en señalar que los bajos índices de desarrollo humano, la inseguridad y el nivel educativo complican la tarea.
Spencer retoma su visión. Es sincera, ella misma quiso escapar de Limón cuando terminó el colegio, no encontraba oportunidades.
“Hay un grueso de la población, en Limón, que está creciendo y que apuestan por cosas de mayor calidad. Este tipo de cosas, el magnetismo de la TCM va a provocar, sí o sí, mayor IED y esto inmediatamente va a generar empleo y eso incide directamente en la economía”, comentó.
Tammy se levanta de su silla, es hora de caminar por la playa de Moín desde donde se ve completa la TCM, esa estructura gigantesca de $1.000 millones que, según un estudio de la Academia de Centroamérica en 2016, generará 650 empleos directos, 380 de proveedores y 1.100 más indirectos, esa que para este año debería contribuir con $210 millones a la economía de Limón.
Ese megapuerto que despierta pasiones, que es sinónimo de luces y sombras. Todo depende desde dónde se vea.