Turismo acapara alimentos en Cuba

La llegada récord de casi 3,5 millones de visitantes a esta isla el año pasado ha causado una creciente demanda de alimentos

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Para Lisset Felipe, la privación es una faceta estándar de la vida cubana, una lucha compartida por casi todos, ya sea que estén soportando apagones o en busca de papel higiénico.

Pero este año ha sido diferente, en una forma incluso más fundamental, dijo. Ella no ha comprado una sola cebolla ni un pimiento verde, ambos productos básicos de la dieta cubana. El ajo, dijo, es una rareza, mientras que el aguacate, una delicia que ella disfrutaba de vez en cuando, también ha estado casi ausente de su mesa.

“Es un desastre”, dijo Felipe, de 42 años, quien vende aires acondicionados al Gobierno. “Nunca vivimos con lujos, pero la comodidad que alguna vez tuvimos ya no existe”.

Los cambios en Cuba en los últimos años a menudo han insinuado una nueva era de posibilidades: una economía que se abre lentamente, relaciones más cordiales con Estados Unidos después de décadas de aislamiento, una inundación de turistas destinada a elevar la fortuna de los cubanos largo tiempo dejados a la deriva al margen de la prosperidad moderna.

Pero la llegada récord de casi 3,5 millones de visitantes a Cuba el año pasado ha causado una creciente demanda de alimentos, lo que provocó repercusiones que están sacudiendo a la promesa básica de la Cuba de Fidel Castro.

Mala planeación

Los turistas literalmente están consumiendo la comida de Cuba. Gracias en parte al embargo estadounidense, pero también a la mala planeación por parte del Gobierno de la isla, los productos de los que han dependido los cubanos se destinan a los turistas ricos, lo que ha llevado a precios al alza y anaqueles vacíos.

Sin suministros que igualen el mayor apetito, algunos alimentos se han vuelto tan costosos que incluso productos básicos se están volviendo inasequibles para los cubanos comunes.

“La industria turística privada está en competencia directa por los suministros buenos con la población en general”, dijo Richard Feinberg, profesor de la Universidad de California en San Diego y especialista en la economía cubana.

Desde hace tiempo ha habido una división entre los cubanos y los turistas, con sitios turísticos de playa y hoteles en La Habana que están efectivamente reservados para los forasteros dispuestos a pagar por una versión cómoda de Cuba. Pero como el país cifra sus esperanzas en el turismo, dando la bienvenida a una oleada de nuevos viajeros para alimentar a la anémica economía, ha surgido una desigualdad más básica en medio del experimento de la nación con el capitalismo.

Los crecientes precios de los productos básicos como cebollas y pimientos, o de modestos lujos como piñas y limones, han dejado a muchos sin poder pagarlos. Las cervezas y los refrescos son difíciles de encontrar, pues son acaparados por los restaurantes.

Es una evolución asombrosa en Cuba, donde un futuro compartido ha sido un pilar de la promesa de la revolución. Aunque la afluencia de dinero nuevo de los turistas y otros visitantes ha sido una bendición para el creciente sector privado de la isla, la mayoría de los cubanos aún trabaja dentro de la economía estatal y pasa apuros para sobrevivir.

El presidente Raúl Castro ha reconocido el aumento de los precios agrícolas y actuado para ponerles tope.

En un discurso dijo que el Gobierno analizaría las causas de los costos crecientes e impondría medidas severas a los intermediarios por la especulación de precios, con límites a lo que la gente podía cobrar por ciertas frutas y verduras.

“No podemos sentarnos con los brazos cruzados ante la inescrupulosa táctica de los intermediarios que solo piensan en ganar más”, dijo Castro a los miembros del partido.

Pero los topes de precios gubernamentales parecen haber hecho poco para ofrecer buenos y asequibles productos agrícolas a los cubanos. Más bien, han trasladado los productos al mercado comercial, donde los agricultores y los vendedores pueden alcanzar precios más altos, o al mercado negro. La Habana ofrece marcados ejemplos de este creciente abismo.

Monumentos al almidón

En dos mercados estatales, donde el Gobierno establece los precios, los anaqueles han sido monumentos al almidón: camote, yuca, arroz, frijoles y plátanos, más algunas sandías deformes con pulpa pálida.

En cuanto a los tomates, los pimientos verdes, las cebollas, los pepinos, el ajo o la lechuga —por no hablar de los aguacates, las piñas o el culantro — solo había promesas.

“Puede intentar de nuevo el sábado para los tomates”, ofreció un vendedor. Era más una pregunta que una sugerencia”.

Pero en un mercado cooperativo cercano, donde los vendedores tienen más libertad para establecer sus precios, las frutas y verduras faltantes en los puestos estatales estaban elegantemente apiladas en abundancia. Rarezas como uvas, apio, jengibre y una variedad de especias competían por la atención de los compradores.

El mercado se ha convertido en el patio de juegos de los restaurantes privados que han surgido para atender a los visitantes. Emplean a cuadrillas de compradores para que recorran la ciudad todos los días en busca de frutas, verduras y productos no perecederos, con presupuestos que eclipsan a los de la familia promedio.

“Casi todos nuestros compradores son paladares (unos 1.700 restaurantes privados en todoel país)”, dijo un vendedor, Ruben Martínez. “Son los que pueden permitirse pagar más por la calidad”.

Aunque muchos cubanos desde hace tiempo se han acostumbrado a la realidad de las carencias, nunca más que durante lo que llaman el “Período Especial” después del colapso de la Unión Soviética, una nueva dinámica que ha surgido en los últimos meses amenaza al futuro de la nación, advierten expertos.

“El Gobierno ha fallado constantemente en invertir adecuadamente en el sector de la agricultura”, dijo Juan Alejandro Triana, un economista de la Universidad de La Habana. “Ya no solo tenemos que alimentar a 11 millones de habitantes. Tenemos que alimentar a más de 14 millones. En los próximos cinco años, si no hacemos algo al respecto, la comida se convertirá en un tema de seguridad nacional”, añadió.

El Gobierno da a los cubanos libretas de racionamiento para ayudar a ofrecer productos básicos como arroz, frijoles y azúcar, pero no cubren artículos como productos agrícolas frescos.