“Un ministro solo debe renunciar cuando presidente se lo pide o al perder ilusión", alega René Castro

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Entre lluvia de críticas, prolongadas polémicas, peticiones de renuncia y de despido.

De todo esto y más está decorado el camino recorrido a lo largo de este gobierno por el ingeniero civil liberacionista René Castro.

Del sueño de ser canciller despertó 15 meses después con la decisión de la presidenta Laura Chinchilla de cambiarlo al ministerio de Ambiente y en esta cartera, donde desarrolla el tema de su especialidad, también pasa sacudiéndose de lo mismo.

Castro está convencido de ser un servidor público y que lejos de irse para la casa, seguirá aprendiendo de las lecciones y de las críticas por más duras que sean.

A pesar de los conflictos y las críticas que ha recibido como canciller y como ministro de Ambiente, ¿está convencido de continuar en este Gobierno?

A los gobiernos no nos toca ganar concursos de popularidad, sino hacer lo correcto.

“Muchas veces implica ir contracorriente y cambiar el rumbo, por eso los gobiernos tenemos duración corta”.

¿Cuándo debe renunciar un ministro?

Cuando se da cualquiera de esta dos razones: cuando se lo pide la Presidenta, o cuando pierde la ilusión en las cosas que pueden hacerse para mejorar el país. En mi caso, no ha pasado ninguna de las dos cosas.

¿Cuál ha sido su trago más amargo durante este Gobierno?

Ha habido muchos... El día en que conocimos que Nicaragua nos había invadido militarmente, porque retó cimientos profundos de la nacionalidad costarricense que había decidido ser desarmada y pacífica. Pensábamos que estábamos vacunados de amenazas militares y se nos olvidó que teníamos vecinos.

“Me hizo no dormir y pensar que una democracia desarmada requiere de tener una diplomacia mucho más sofisticada y desarrollada que la que tenemos.

“Mi esposa es judía y ellos aprendieron de una manera dolorosa lo que es combatir los sentimientos negativos. Si no lo enseñan a cada generación, vuelven a surgir.

¿Usted ha aprendido de ella?

Sí, que hay que enseñarle a cada generación los valores fundamentales, y la paz y la democracia son valores fundamentales.

¿Usted se autodefine una persona polémica o convencida de lo que piensa y dice?

Soy un optimista impenitente. Creo que aún de las lecciones más duras, hay aspectos que hay que aprender.

“Probablemente porque soy profundamente católico, me he inspirado mucho en una tesis de la Madre Teresa, de que uno de los elementos más ricos de la cristiandad es que aún Jesús había caído de rodillas bajo el peso de su propia cruz, para enseñarnos que uno siempre se puede levantar”.

¿Y usted se levanta?

Especialmente si usted es una persona de fe.

¿Y no va a perder la ilusión en lo que resta de gobierno?

Bueno yo dije que era un optimista impenitente. Los guanacastecos somos así. Le cuento una poesía de mi abuelo que era político y poeta: “Guanacaste tierra mía, llena de sol y alegría, donde hasta el niño que llora, pone a llorar alegría”.

¿Debe un ministro entonces mantenerse los 4 años de gobierno, pase lo que pase?

Bueno, yo dije que hay condiciones para eso.

¿Y cuando perdería René Castro la ilusión?

El día que sienta que el país perdió la capacidad de buscar un norte que le permita balancear lo social, lo económico y lo político. Este país en forma imperfecta es capaz de lograr balances.

“Digo imperfecta porque hemos sustituido la capacidad de diálogo por lo que llaman judicialización y eso es un alto riesgo. Tiende a retrasar toda la toma de decisiones de meses a años y encarece mucho el sistema.

“La segunda razón es porque nos vuelve asimétricos del mundo y la gente piensa que el país es inseguro para las inversiones. Yo les digo que nuestra génesis es en la democracia ateniense, donde todo se discutía. Tomaron decisiones y sobrevivieron”.

¿Cuando se es ministro es mejor acudir a la mentira que perder el puesto?

La verdad es un valor y todos tratamos y la buscamos incesantemente. Si uno tuviera que acudir a la mentira para salvar algo, es un antivalor y me cuesta pensar que eso valga más que perder el puesto. Uno no está exento de errores, pero mentir conscientemente es un antivalor.

¿Haber dirigido la campaña electoral de la presidenta Laura Chinchilla lo torna inmune?

No, lo torna objetivo y blanco de varios grupos, de los de oposición con los que usted tuvo que disputar, competir y lidiar, y con los grupos del ámbito de su partido, a los que tuvo que afectar o que dejó fuera y que obviamente prefieren pelear con el exjefe de campaña que con la Presidenta. Siempre se dice que las cadenas se revientan por lo más delgado.

¿Usted es el eslabón débil?

Indudablemente a la par de la Presidenta o de los electos popularmente que no son destituibles, como los vicepresidentes o los diputados, los ministros somos mucho más vulnerables. Somos miembros del Ejecutivo y no producto de la voluntad popular.

Usted ha tenido muchas críticas a lo largo de sus dos gestiones. ¿Eso lo alimenta, lo enseña, lo reta o lo destruye?

Yo soy un estudiante permanente. Soy un optimista impenitente, como dije. La crítica constructiva me fortalece, me ayuda a ver perspectivas que no necesariamente vi antes.

“La crítica destructiva me afecta, especialmente cuando va contra miembros de mi familia que por afecto o se casó conmigo o con mis hijos y esa parte es dolorosa y son víctimas inocentes”.

¿Tiene muchos enemigos?

Hay un adagio que dice que en la política se hacen muchos falsos amigos y muchos verdaderos enemigos. Prefiero decir que tengo amigos verdaderos de muchos años y que no los calificaría de enemigos, sino adversarios competidores.

“No que me deseen el mal, sino que compiten conmigo en la política o en la visión de país y a aveces esos adversarios se tornan intensos”.

¿Hoy sigue amando la política como hace tres años y medio?

Sí. Soy uno de los hijos de los que llamaban los medallitas del Ejército Nacional de 1948 y crecimos sabiendo que hubo algunos miles de costarricenses que se jugaron la vida por constuir el país que tenemos.

“Si usted piensa que su papá se jugó la vida por darnos la Costa Rica de la Segunda República, el brindar un servicio público en el que le asesinen el carácter o le ataquen con armas innobles, no es comparable con el riesgo y encrucijada en que estuvo la generación del 48. Eso es una fortaleza”.

¿Lo hace más fuerte?

Sí, sin duda. Además, los abuelos de mis abuelas murieron en la guerra de 1856. Tuve familias que crecieron huérfanas por amor a la Patria y eso es un valor.

Usted dice que don Óscar Arias tiene sus escuderos. ¿Es usted escudero de doña Laura?

No. Creo que la generación nuestra de los años cincuenta y resto para acá fuimos formados en una Costa Rica no caudillista. Ya no se discute que las elecciones sean limpias y transparentes. La generación de don Óscar Arias era de transición entre los caudillos y los otros.

¿Qué hay de malo en ser escudero?

No. Creo que Sancho Panza tuvo un rol importante y que uno no puede pensar en la figura de don Quijote sin Sancho a la par.

¿Entonces qué es ser escudero?

Es un rol que uno acepta y que además tiene la capacidad de influenciar al Quijote.

Usted cuenta con el 100% de apoyo de doña Laura por qué?

Nadie cuenta con el 100% de apoyo de nadie. Lo que hay es visiones compartidas de la Costa Rica que queremos. Una Costa Rica que además de próspera y solidaria sea verde, ese reto es mucho más complicado. Doña Laura y yo compartimos ese sueño.

El verde de ambiente y del partido...

Eso lo dijo usted, yo de política no puedo hablar.

Don René, mucha gente dice que usted es cabezón...

Todos ellos tienen razón.

Ministro del Minaet

René Castro Salazar Ocupa ese cargo desde el 1 de agosto del 2011. Antes fungió como canciller. Fue ministro de Ambiente y Energía en la administración Figueres Olsen. Fue secretario general del PLN. Es ingeniero civil y tiene 56 años.