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Los responsables de las políticas están coqueteando con el desastre si aceptan el principal mensaje de la TMM, que se puede parafrasear de la siguiente manera: “Déficit, al diablo. Sólo hay que impulsar el gasto público o recortar los impuestos, y luego monetizar el desequilibrio resultante”.


El problema con los déficits presupuestarios no son las tasas de interés, que siguen bajo el control del Gobierno. Tampoco la posible reducción de la inversión privada, que supone que los recursos dedicados a la financiación son fijos. El problema son los recursos reales. Aquí, la garantía de empleo propuesta por la Teoría Monetaria Moderna mantendría el uso de recursos reales exactamente en el nivel exigido para el pleno empleo –no menos, pero tampoco más.