Los procesos de transición pueden ser campos minados para la disfunción y los sentimientos heridos, a menos que se manejen con cuidado.
Similar a los impuestos, la materia sucesoria es odiosa e inevitable.
Un proceso de sucesión puede durar de cinco a diez años, es decir, no es una tarea improvisada. Se trata de una planeación a mediano plazo y en ello reside en mucho el reto, pues las empresas estamos poco preparadas para tener esa visión.