Bonos verdes: ¿inversión responsable o estrategia de imagen?

Manejan una tasa y plazo de mercado, con un ‘rendimiento ambiental’ que no tienen los tradicionales

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

La Bolsa Nacional de Valores anunció que se logró estructurar la primera emisión privada de bonos verdes, después de que hace más tres años se hiciera la primera de forma pública, en ese entonces por el Banco Nacional.

El producto financiero fue desarrollado por la empresa nacional EcoSolutions y fue por un total de $3,5 millones. Los recursos servirán para financiar dos calderas de biomasa que están acreditadas como carbono neutral, lo que hace que el proyecto pueda acceder a este tipo de financiamiento.

Del mismo modo, la Corporación Financiera Internacional y el Banco Mundial, firmaron a finales de julio pasado un crédito por $35 millones para ayudar al grupo financiero Davivienda a ejecutar una emisión verde en el país, para financiar proyectos amigables con el ambiente, incluyendo edificios sostenibles y pequeños desarrollos de energía renovable.

Los bonos verdes son un instrumento relativamente nuevo en el mercado, casi inexplorados localmente. Este tipo de instrumento tiene poco más de diez años en el mundo, pero ha tenido baja penetración en Latinoamérica.

De acuerdo con las fuentes consultadas por EF, la falta de incentivos para los inversionistas para adquirir estos bonos y pocas estrategias promotoras de estas emisiones son algunos de los factores que hacen que el producto aún esté poco desarrollado en la oferta y la demanda.

Rendimiento ambiental

A pesar de que este tipo de instrumentos maneja el mismo rendimiento que tendría un bono común, ofrece un ‘rendimiento ambiental’ que puede resultar atractivo para el inversionista.

Para ellos, en este momento los bonos verdes son más una estrategia de marca que una oportunidad de inversión diferenciada.

Erick Brenes, estructurador de Ecosolutions, explicó que cuando se le presenta la oportunidad a un inversionista de invertir en estos instrumentos, lo primero que se valora es el rendimiento y la tasa, como sería con una emisión convencional.

En el caso de Ecosolutions, por ejemplo, la emisión tenía un rendimiento fijo de 8,5% a un plazo de 12 años.

“Si estas variables lo mantienen en la mesa, (entonces) se preocupan por la parte ambiental”, explicó Brenes.

Para Brenes, los inversionistas ven un beneficio de imagen en estas figuras. Dentro de los demandantes institucionales que el estructurador ha consultado para la colocación privada, entidades como Jupema y Caja de Ande han admitido que comprarían el bono por ser ‘verde’ y por estar acreditado por estándares internacionales.

Sandra Carillo, gerente general de Pacific Ratings, quienes sirven como verificadores de que los proyectos para los que se destinen las emisiones cumplan efectivamente con la regulación de bonos verdes, explicó que lo que un inversionista busca en un bono verde es reputación.

“Cada vez más es considerado al inversionista verde con alto compromiso a la sociedad. Son las inversiones del futuro, generan alternativas vinculadas a posibilidades de muy largo plazo”, explicó la especialista.

Estructuración del proyecto

La construcción de una emisión verde funciona de la misma forma que si se fuera a emitir un bono de deuda tradicional.

Además de esto, el proyecto debe cumplir con los estándares internacionales de bonos ecológicos, un proceso que debe avalar un tercero, quien tendrá que afirmar si efectivamente el proyecto tiene o no un impacto ambiental.

Las calderas de biomasa, por ejemplo, harán que las empresas que las instalaron dejen de emitir entre 3.000 y 12.000 toneladas dióxido de carbono a la atmósfera.

El ente verificador que realiza el aval debe medir el impacto real y determinar si merece o no el financiamiento.

“Debe ser un proyecto amigable con el ambiente y socialmente positivo. Se tiene que determinar el impacto, el ciclo de vida del proyecto, los beneficios a las personas y a la población impactada, los efectos secundarios y los indicadores que se van a usar para generar un cambio”, explicó Carrillo.

Además, el proyecto tiene que ser viable financieramente y los fondos tienen que poder ser administrados de forma correcta por la empresa.

Los proyectos tienen que estar bien estructurados y listos para ejecutar, incluyendo permisos y valoraciones.

Según el Banco Mundial, en el 2018 la mayoría de los proyectos que contaban con apoyo de la entidad para financiamientos verdes eran de energías renovables y eficiencia energética, y los vinculados a transporte limpio.

En menor medida, destacaban otros de agricultura y uso de la tierra, abastecimiento de agua, infraestructura resiliente y gestión de desechos sólidos.

Aunque el costo de estructurar la emisión no es bajo, puede servir como una opción de financiamiento de muy largo plazo para empresas y proyectos ecológicos.

Beneficios para emisores

Un beneficio de estos productos son las facilidades que da la Bolsa Nacional de Valores.

María Brenes, directora de Desarrollo y Relaciones Corporativas de la BNV, explicó que estas tienen tarifas reducidas para el registro en bolsa, asesoría gratuita y planes de publicidad gratuitos para visibilizar la empresa y el proyecto a nivel nacional e internacionales.

Otro beneficio es que los proyectos pueden acceder a financiamiento por parte de organismos multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Centroamericano de Integración Económica, que pueden contribuir con la emisión.

Los organismos pueden comprar la totalidad de los bonos, brindar garantía al emisor para obtener una mejor calificación de riesgo, ofrecer fondos no reembolsables para cubrir el costo de la verificación del proyecto y brindar asesoría en la estructuración.

Sin embargo, para que un proyecto pueda calificar tiene que cumplir condiciones respecto al monto. Si es de oferta pública, lo recomendable es que la emisión sea de $8 a $10 millones como mínimo y, si es oferta privada, debe ser de $3 millones.

Según María Brenes este tipo de productos son muy atractivos para el mercado local porque es típicamente un mercado de deuda.

“La única diferencia radica en el destino que se le va a dar a los recursos que se captan con el bono. Partiendo de que tenemos mucha necesidad por diversificar los portafolios de inversión, el mercado debería estar preparado para transar bonos verdes”, explicó.

Se trata de un instrumento nuevo y tomará tiempo que el mercado y el país logre entenderlos, algo que no pasa con el financiamiento bancario, por ejemplo, que ya es conocido por los inversionistas.

“Los proyectos tienen que madurar y afinarse para estar bien estructurados y listos para ejecutar. Hay mucho potencial, pero se encuentran en etapas tempranas. Tomará tiempo para que estén listos para el financiamiento”, comentó.

Según la BNV, el reto está en el lado de las empresas emisoras, más que por los inversionistas. Los institucionales ansían más productos porque tienen que diversificar los portafolios por regulación.