Cuando la tecnología perturba la riqueza y la estabilidad, los inversionistas ‘ángeles’ salen al rescate

El acaudalado inversionista Jason Calacanis advierte que muchos negocios están en riesgo por la tecnología y propone que ‘la cura’ sea asumir el riesgo en nuevas empresas

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Jason Calacanis no da la impresión de ser un salvador financiero de Silicon Valley, donde está de moda que los hombres más ricos del mundo finjan sentir una modestia vergonzosa sobre su riqueza y poder.

Calacanis, un empresario e inversionista que asegura estar valorado en más de $100 millones, no tiene ese tipo de limitaciones. Es un hombre rico que se suele comportar como la caricatura de un hombre rico: un originario de Nueva York descarado y presumido que se vanagloria de sus autos (“Tengo todos los Tesla”), alardea con falsa modestia sobre un podcast popular en el que participa (supone que este genera cerca de $1 millón en ingresos anuales, “pero lo principal no es el dinero, sino construir una marca”) e incluso promueve sus propios vasos para café hechos de papel.

“¿Han visto mis nuevas vasos?”, preguntó, a manera de saludo durante una entrevista del mes pasado. “Me encantan mis vasos. Tienen mi eslogan: ‘Do The Work’ (haz el trabajo)”.

Calacanis, de 46 años, admite que su personalidad no es para todos. “La mayoría de las personas creen que tengo suerte, algunos dicen que soy todo un fraude y un puñado piensa que soy un hombre genial y brillante: no concuerdo con ninguno… concuerdo con todos”, menciona en su nuevo libro, el cual se publicó en julio y cuyo título completo es un trabalenguas: “Angel: How to Invest in Technology Startups — Timeless Advice From An Angel Investor Who Turned $100.000 into $100.000.000”.

Sin embargo, hay algo refrescante y esclarecedor en la honestidad de Calacanis cuando se refiere a la fortuna que ha logrado gracias a la tecnología. Expone llanamente lo que muchos creen en Silicon Valley, pero son demasiado políticos para decirlo –y el resto del mundo se ha percatado de esto últimamente–: la industria tecnológica está diezmando la riqueza y la estabilidad del resto del planeta.

Las empresas de Silicon Valley –en especial los Cinco Temibles: Apple, Amazon, Google, Facebook y Microsoft, los cuales contratan a unos pocos elegidos y privilegiados– parece que están a punto de destripar de forma sistemática una gran parte del resto de la economía. Y aunque las tecnologías de Silicon Valley podrían mejorar nuestras vidas enormemente, estamos aprendiendo que también podrían desestabilizar grandes porciones del tejido social: permitiendo que figuras externas siembren el caos en nuestras elecciones, promoviendo la desconfianza y las teorías conspirativas en los medios, generando los niveles de desigualdad más altos de la historia y cimentando un nivel de control corporativo sobre la cultura y la sociedad que no se había visto desde los días de los “barones ladrones”.

La gente dentro de la industria tecnológica ha discutido estos asuntos desde las elecciones presidenciales de 2016 y, en la actualidad, están impulsando muchas iniciativas con el fin de expandir los beneficios de su industria. Apenas esta semana, un gran número de las empresas tecnológicas más grandes se comprometieron a otorgar $300 millones para la educación de las ciencias de la computación.

No obstante, Calacanis está mostrando una visión mucho más lúgubre de las disrupciones que ha provocado la industria de la tecnología, y un plan más radical, aunque también ventajista, para enfrentarla. Si buscas sobrevivir al próximo terremoto, Calacanis advierte que debes revalorar el plan para tu futuro y conocer los comportamientos de Silicon Valley en vez de tener la esperanza de derrotarlo.

“La mayoría de ustedes están acabados”, señala en su libro, pues argumenta que una revolución futura en la robótica y la inteligencia artificial eliminará millones de empleos y destruirá los métodos que se utilizaban para salir adelante en Estados Unidos. “Unos pocos están tomando el control del mundo: los poderosos y listos que saben cómo crear esos robots o cómo diseñar el software y la tableta donde están leyendo esto”.

Poco optimismo

Calacanis no es del todo optimista respecto de dónde nos llevará este cambio. “Según yo, honestamente, creo que tenemos 70% de posibilidad de descubrir hacia dónde se dirige este cambio en la marea sin empezar una revolución total en las calles, como vimos en Grecia o Egipto, o en cualquier otro lugar donde el desempleo entre los adultos jóvenes llegue al 20%”, opina en su libro.

Advertencia: una razón por la cual Calacanis está dispuesto a diagnosticar esta enfermedad económica es porque también está vendiendo la receta para curarla.

Su libro tiene como objetivo ser una guía para entrar en el negocio de la inversión en muchas empresas jóvenes dentro de la industria de la tecnología que están en sus primeras etapas, lo cual se conoce como “inversión ángel”. Calacanis está vendiendo la idea de un tipo de movimiento populista en el cual invertir: busca que doctores, abogados y otras personas acaudaladas, incluso algunas de la clase media, apuesten por las empresas nuevas, pues asegura que es la mejor manera de prepararse financieramente para el cambio tecnológico.

“Quiero inspirar a 10.000 personas para que se vuelvan inversores ángeles de tiempo completo”, asegura.

Los asesores financieros con los que he hablado no están convencidos con el consejo de Calacanis. Dicen que su método no es distinto de apostar y advierten que las ganancias potenciales no valen el riesgo. Inviertan en empresas nuevas con el “dinero para divertirse”, pero no con el que cuentan para su futuro, sugirió Spencer Sherman, fundador de Abacus Wealth Partners.

Incluso otros inversionistas de la industria tecnológica no confían en el movimiento que propone Calacanis. Hunter Walk, uno de los socios de Homebrew, un fondo de capital de riesgo en etapa de gestación, señaló que sería mejor para los inversionistas comunes y corrientes invertir su dinero en gigantes públicos de la industria que apostar en pequeñas firmas. “Si no estás dispuesto a perder todo tu dinero, no deberías hacerlo”, aconsejó Walk.

Se podría decir que la actitud de Calacanis es de desfachatez, o que es un timo, una cualidad que tiene por montones. Creció en una familia trabajadora de Brooklyn y relata que pasó mucho tiempo de su juventud preguntándose: “¿Qué se sentirá ser rico?”.

Tuvo su primera oportunidad de carrera en la década de 1990 como reportero, cubriendo la incipiente industria del Internet en Nueva York. Posteriormente, ayudó a fundar Weblogs, una de las primeras empresas de medios digitales, la cual vendió en 2005 a AOL por $30 millones. A lo largo del camino, ha hecho decenas de conexiones –de forma ocasional, menciona alguno de los grandes nombres de la industria– y en la actualidad, como ángel, las aprovecha para el “flujo de transacciones”, porque es de los primeros en obtener acceso a las inversiones de las mejores empresas nuevas.

En 2009, la firma de capital de riesgo Sequoia reclutó a Calacanis para ser uno de sus “cazatalentos”, una red informal de empresarios que buscan empresas prometedoras en nombre de la firma. Como parte de ese programa, Calacanis invirtió $25.000 en la idea descabellada de un amigo: una empresa de taxis que funcionaría por medio de tecnología. El amigo era Travis Kalanick; la empresa, Uber. A pesar de la reciente crisis de la empresa, hasta el momento, esta transacción es una de las más grandes victorias que ha tenido Calacanis como ángel, valorada en cerca de $100 millones en el papel.

Un lado negativo del consejo de Calacanis es que sus victorias no se pueden reproducir a gran escala: a fin de cuentas, no todo el mundo puede hacer una fortuna a partir de las ideas multimillonarias de sus amigos.

Además, es sincero respecto de los riesgos. El libro comienza con una advertencia en forma de exención de responsabilidad escrita con mayúsculas: “No leas este libro si no te puedes dar el lujo de perder dinero invirtiendo en la clase de activo más riesgosa del planeta: las empresas nuevas”.

Sin embargo, para Calacanis, los riesgos valen la pena. El mundo parece haber perdido sus principios: está cambiando de maneras que ya ninguno de nosotros puede predecir.

Entonces, ¿no se debería arriesgar en grande? Como apunta Calacanis: “Si no apuestas, no tendrás futuro”.