Deuda y déficit es el reverso de la economía en Estados Unidos

Reducciones de impuestos van a disminuir los ingresos en los próximos 10 años

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Washington. El discurso del presidente estadounidense Donald Trump de “devolver a Estados Unidos su grandeza” pasa por un estímulo agresivo de la economía que aumentará la deuda y el déficit presupuestario del primer deudor mundial.

Esta estrategia conlleva consecuencias y desafíos. A continuación algunos puntos clave.

Aunque a causa del envejecimiento de la población y del incremento de los gastos en salud, el déficit presupuestario de Estados Unidos ya estaba en una curva ascendente, a partir de ahora va a experimentar un aumento acelerado.

A las masivas reducciones de impuestos que van a hacer disminuir los ingresos del estado federal en un billón y medio de dólares en los próximos 10 años, se añade el acuerdo presupuestario firmado el viernes, que prevé $300.000 millones de gastos militares suplementarios en dos años.

A eso se sumará el plan de renovación de la infraestructura deseado por la Casa Blanca y que podría exigir una contribución de varios cientos de miles de millones de dólares.

Al final, el déficit presupuestario que la administración Obama había intentado contener tras los gastos de recuperación de la crisis financiera para pasar del 9,8% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2009 al 2,4% en 2015, se dispara drásticamente al alza.

Según el Centro de estudios estadounidense Committee for a Responsible Federal Budget, el déficit inscrito en $666.000 millones el año pasado, va camino del billón de dólares para 2019.

“Ha llegado el momento de los déficits anuales permanentes por encima del billón de dólares de aquí a 2027, o de los dos billones, si esos presupuestos son votados por el Congreso, lo que parece ser su intención”, lamentan los expertos.

A más de $20 billones, lo que significa más que su PIB, la deuda de Estados Unidos está a su nivel más alto desde la posguerra.

Según una estimación de JP Morgan Chase, los nuevos préstamos del Tesoro van a subir en 2018 a $1,42 billones, frente a los $550.000 millones de 2017, lo que significa casi un billón más.

Tal y como afirmó el jueves el presidente de la Fed de Nueva York, William Dudley, este aumento de la deuda costará también más caro a los estadounidenses. “Los inversores en bonos del Tesoro van a empezar a pedir tasas de interés más altas para compensar el riesgo de invertir en esa deuda”, advirtió.

La posibilidad de que, a la vista del incremento actual de las tasas, el servicio de la deuda se duplique de aquí a 10 años, contribuyó a un movimiento de pánico en Wall Street esta semana, donde los actores financieros confiaban en los bonos del Tesoro, con perspectivas más lucrativas.

“Muro presupuestario”, “secuestro”, “cortes automáticos”, el vocabulario de la ortodoxia presupuestaria predicado por los republicanos antes de la elección de Donald Trump ha pasado repentinamente a la historia.

Este movimiento duro de disciplina presupuestaria que hizo nacer el conservador “Tea party” y envenenó los mandatos de la administración Obama, parece que ahora apenas motiva a algunos legisladores de la mayoría republicana, importunados por la factura fiscal que se acumula.

Paul Ryan, hoy líder republicano de la Cámara de Representantes, apoyó firmemente los recortes de impuestos, destacando “el magnífico liderazgo presidencial” de Donald Trump, un tono que contrasta con sus ataques contra la oleada roja de la deuda bajo la administración Obama.

Dos concepciones se enfrentan a causa de la división de los partidos: para la administración republicana, con su secretario del Tesoro Steven Mnuchin a la cabeza, el estímulo fiscal va a autofinanciarse. El secretario de finanzas de Donald Trump dice ser un “adepto de la contabilidad dinámica”, que asegura que los recortes de impuestos van a promover el crecimiento y generar más beneficios económicos lo que se traduciría, por tanto, en más ingresos para el Estado.

Por su lado los demócratas, denuncian una bomba a efecto retardado con el aumento de la deuda y del déficit, en palabras del exsecretario de Estado, Jack Lew. Según él, las prestaciones sociales arriesgan pagar las consecuencias.

“Vamos a ver aparecer propuestas para reducir la seguridad social de los más pobres, para restringir los tickets de alimentación de los más desfavorecidos y para atacar los sistemas de seguridad social de los adultos mayores (Medicare) y las jubilaciones (Social Security)”, advirtió.