Expectativas del Central se quedan cortas ante una inflación con tendencia a la baja

Después de haber marcado una tendencia al alza durante el 2016 y parte del 2017, ese índice comenzó a experimentar un comportamiento a la baja desde enero

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Las expectativas del Banco Central de Costa Rica (BCCR) de que la inflación se acerque cada vez más al borde superior o al centro del rango meta se están quedando cortas ante un indicador que comienza a mostrar tendencias a la baja, de la misma forma desacelerada en la que se mueve la economía.

Después de haber marcado una línea al alza durante el 2016 y parte del 2017, la inflación general medida por la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) comenzó a marcar una tendencia a la baja desde enero pasado, alejándola lentamente de 3 a 4 puntos porcentuales de la meta del Central.

El promedio de inflación del año ha sido de 2,3%, mientras que la expectativa para los próximos 12 meses se mantiene en 3,5%, dentro del rango meta del BCCR, según explicó la entidad monetaria dentro de la Revisión de su Programa Macroeconómico.

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Poco a poco, el índice comienza a acercarse al nivel inferior del rango meta marcado por la entidad, una banda en la que ha trabajado por más de un año para lograr que el índice de precios se mantenga en concordancia con el comportamiento de la inflación de nuestros socios comerciales.

Para Mauricio Hernández, director de Banca Privada de Prival Bank, el resultado del índice se encuentra muy desfasado con relación con las expectativas que el mercado se había formado.

“De manera muy sostenida la tendencia es a la baja. Incluso de enero de este año a julio las expectativas han recortado su métrica de 3,7% a 3,5%”, aseguró Hernández.

Durante el primer semestre del año la inflación se mantuvo entre 2,04%, su punto más bajo, durante mayo, y 2,61%, el punto más alto que ha alcanzado en el 2018, incluso el más alto en los últimos dos años, cuando se evidenciaron niveles de inflación negativos.

El peso de lo interno

A diferencia de otros períodos donde los factores externos tenían un peso importante dentro del comportamiento de la inflación, parece ser que lo que sucede “en casa” es lo que está influenciando dicho comportamiento.

La baja demanda interna es uno de los principales factores que influencian la tendencia a la baja. Puesto que los hogares están consumiendo menos, no presionan al alza los precios de los productos.

Según el Banco Central, la demanda interna se está desacelerando en buena medida por menos compras de bienes importados como vehículos, electrodomésticos y productos alimenticios. También por menos consumo de servicios financieros, comidas y bebidas fuera del hogar.

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En términos de crecimiento el consumo de los hogares aumentó más durante el primer trimestre del 2018 que durante igual período del 2017; sin embargo, ya cumple seis meses de desaceleración, con niveles muchos más bajos a los observados en el 2015 y el 2016.

Según Adriana Rodríguez, gerente de Análisis Económico de Scotiabank, los ajustes alcistas en los precios de algunos bienes y servicios regulados han sido parcialmente compensados por la debilidad que tienen los precios de los bienes y servicios no regulados, aunado a una débil actividad económica con poca capacidad de crecimiento.

A junio del 2018, los productos regulados tuvieron una variación interanual del 6,3% dentro del IPC, mientras que los no regulados crecieron 1,4% con respecto al mismo mes del 2017. Pese a que el crecimiento de los no regulados es menor, estos tienen mayor peso en la canasta que los productos regulados.

Desde el punto de vista del tipo de cambio, todo parece indicar que no habrá presiones adicionales. La moneda nacional se ha apreciado desde enero a la fecha, evitando el impulso de los bienes importados vía tipo de cambio, otra presión adicional común para la inflación.

Para el Central, las acciones de la política monetaria que se tomaron en abril del 2017 con los ajustes casi mensuales de la Tasa de Política Monetaria evitaron el choque cambiario, y que se generara un mayor impacto en la inflación de los productos importados y otros efectos de segunda ronda en la formación de precios.

En menor medida influyó la expectativa del resultado electoral en la primera parte del año y la incertidumbre por el resultado de la negociación fiscal que se debate en la Asamblea Legislativa.

A nivel global, no son muchos los factores que propiciaron el comportamiento.

Durante el año pasado, el aumento en el precio de las materias primas que impacta a Costa Rica —particularmente en el precio del cóctel de hidrocarburos— llevó a una aceleración de la inflación mundial y, por ende, a mayores presiones sobre el componente importado en la inflación local.

Pese a esto, este año las materias primas han tenido una tendencia de estabilidad, afectando menos el mercado interno.

Cierre del año a la baja

En los cuatro meses que quedan del 2018 la tendencia inflacionaria parece alejarse de lo que espera el Banco Central.

Para que suceda lo contrario, es necesaria una demanda interna robusta que absorba el incremento en los precios. No obstante, este panorama no se vislumbra.

Un hecho que sí podría cambiar el comportamiento es el impacto del aumento de las tarifas de importación como resultado de la guerra comercial entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y los países con los que mantiene relaciones comerciales.

A lo interno, la no aprobación de la reforma fiscal podría traducirse en una menor disponibilidad de divisas, con lo que se podría generar una depreciación del colón mayor a la esperada, y con ello un aumento en el nivel de los precios.

Esto solo sería posible en el caso de que la política del nuevo Banco Central no sea de intervenciones importantes en los mercados de divisas.

En la Revisión del Programa Macroeconómico se estima que la inflación continúe cercana al límite inferior del rango meta durante lo que resta del 2018 y que finalmente repunte en el 2019.

Sin embargo, la junta directiva de la autoridad monetaria admitió que “realizará los ajustes requeridos en sus instrumentos de política y valorará el impacto de esas medidas sobre otras variables económicas” a fin de mantener la inflación de largo plazo definida en 3%.

Lo anterior podría implicar un aumento de la Tasa de Política Monetaria y su transmisión a las tasas de interés pasivas locales.