La flotación del dólar al fin llegó, pero ahora hay que navegar

Condiciones para cambiar de modelo cambiario eran propicias, pero los riesgos no se han desvanecido

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Como si se tratara de salir a navegar en velero, el Banco Central sabía que tenía las condiciones necesarias para sustituir el sistema cambiario, pero ahora tendrá que soltar las velas para ver si esta “embarcación” puede soportar aguas tranquilas y turbulentas.

Para salir en bote, se necesitan permisos, seguros, botiquín, equipo de radio, provisiones y otros. En la lista del Central estaban: una inflación bajo control, un tipo de cambio en flotación, un buen nivel de reservas, experiencia acumulada y un sistema financiero sólido.

Las condiciones estaban dadas para zarpar. Incluso, se puede pensar que se pudo navegar antes, tomando en cuenta que la mayoría de esos requisitos se habían cumplido hace meses.

Sin embargo, ahora que el bote está en el agua, es hora de verificar si puede navegar con viento a favor y en contra.

En este punto, las condiciones del tiempo, a nivel interno y externo, jugarán un papel relevante.

Entre las lista de riesgos o retos que deberá sortear el velero se suma: la situación económica internacional (y lo que suceda con las tasas de interés), la posible mayor compra de reservas del Central (que puede exacerbar la liquidez y con ello la inflación), la política de intervención que seguirá la autoridad monetaria y el déficit fiscal del Gobierno, señalado como el principal.

Incluso, algunos todavía se cuestionan si realmente se dio al paso a una flotación administrada, pues el Banco ha mantenido el dólar prácticamente sin movimiento desde mediados del año pasado y está dispuesto a seguir aplacando cualquier variación “violenta”. Por lo que surge la pregunta: ¿es una flotación administrada o es más bien administrar (controlar) la flotación?

En este punto entra en juego otro tema: ¿cuándo y cómo dejará el Banco Central flotar más el tipo de cambio? ¿Cómo sabrá que el dólar debe subir o bajar por cuestiones estructurales (por un aumento en la productividad del país, por ejemplo) o por elementos transitorios?

De momento, el presidente del Banco, Olivier Castro, afirma que van a estar “ojo al cristo y mano en la cartuchera” y que la experiencia de otros países que han adoptado la flotación señala que lo mejor es que el tipo de cambio casi no tenga movimiento recién implementado el sistema.

Sí, era el momento

¿Se adoptó la flotación administrada en el momento justo? Sí.

Primero, el sistema de banda cambiaria cumplió ocho años y tres meses de operación, pero en realidad tenía más de un año de ser algo meramente simbólico.

El tipo de cambio se había despegado del piso inferior desde diciembre del 2013 y con la llegada de la nueva administración al Central (en mayo pasado) se tomaron algunas medidas para asegurar que la volatilidad fuera mínima y que el precio del dólar siguiera flotando.

La principal de esas medidas fue sacar las compras del sector público del mercado mayorista de divisas, conocido como Monex.

Ahora bien, la banda cumplió su propósito: le enseñó a las empresas y a las personas que el tipo de cambio puede subir y bajar, pero su mayor contribución fue eliminar el “ancla” cambiaria, es decir, evitar que –como ocurría con las minidevaluaciones– el alza paulatina del dólar se trasladara a los precios de bienes y servicios internos.

Ese es el segundo factor a favor: la inflación se ha mantenido en un dígito desde el 2009 y durante el año pasado estuvo dentro o cerca del rango meta del Central (entre 3% y 5%), rango que se mantiene para este 2015.

La autoridad monetaria sabía que aunque durante el segundo semestre del año pasado los precios subieron un poco (por el aumento del tipo de cambio del primer trimestre), regresarían al nivel deseado a corto plazo. Ya en enero anterior la inflación interanual cerró en 4,39%.

Tercero, la posición de reservas monetarias del Banco ($7.300 millones o un 14% del PIB), le permite sortear cualquier crisis internacional y también vender divisas en el caso de que aumente la demanda en el mercado.

Además, la entidad lanzó un programa de acumulación de reservas hasta por $800 millones (para los siguientes 23 meses), lo cual también manda una señal de que está en disposición de comprar divisas si más bien hay una mayor oferta en la calle.

A esto se suma que el país se encuentra en medio de una coyuntura en la que se espera un mayor ingreso de dólares.

Veamos: las tasas internacionales siguen bajas (y parece que en Europa lo seguirán por más tiempo), el Gobierno está por colocar $1.000 millones en eurobonos, la inversión extranjera será mayor este año (pasará de $2.180 millones a $2.220 millones), y el precio el petróleo ha bajado, lo cual significa un ahorro de $700 millones en la factura, según cálculos de Aldesa.

Cuarto, el país no está atravesando una crisis o inestabilidad en el dólar y eso es un punto a favor para realizar la migración del esquema.

En este misma línea, y como quinto punto, el sistema financiero está estable y ha venido en un proceso de adopción de nuevas regulaciones que hacen más estricta la medición del riesgo cambiario entre los deudores.

No obstante, no hay que olvidar que la industria está muy dolarizada (cuatro de cada diez créditos otorgados en el país está en moneda extranjera).

Nubarrones

Por eso, así como esos cinco factores pueden generar buen viento para que la nave de la flotación tenga un paseo tranquilo, también otros pueden agitar las aguas y generar tensión a bordo.

Para empezar, la situación económica y las políticas monetarias que se implementen en Estados Unidos y Europa pueden tener impacto.

La Reserva Federal ya terminó su plan de expansión monetaria y anunció que aumentará sus tasas de interés. Si eso ocurre, es posible que algunos capitales salgan de Costa Rica para buscar mayor rentabilidad afuera, y eso pueda presionar el tipo de cambio.

No obstante, el crecimiento de la producción de este país fue menor al esperado en el último trimestre del año, debido a una caída de la inversión de las empresas, por lo que es posible que el incremento en las tasas espere un poco más.

Se añade que el Banco Central Europeo acaba de anunciar un plan de expansión monetaria, lo que implica mayor liquidez en las economías de la eurozona y tasas bajas por un tiempo.

Eso permitiría que el flujo de dólares a Costa Rica continúe y el Central siga acumulando reservas.

Sin embargo, este tema hay que verlo con cuidado: si el Banco compra dólares, significa que lanza colones al mercado y aumenta la liquidez, algo que podría impactar en la inflación.

Si el Central está comprometido con lograr la meta de inflación este año (no más de un 5%), como lo ha anunciado, entonces tendrá que salir a captar esos colones (colocando bonos), lo que podría presionar las tasas de interés y elevar sus pérdidas. Sin embargo, las autoridades han dicho que este es uno de los “riesgos calculados” que decidieron tomar.

Es aquí donde el principal riesgo emerge: el déficit fiscal del Gobierno.

Si Hacienda necesita más recursos para financiar sus gastos, deberá captar más en el mercado local y elevar los rendimientos (al competir con otros emisores, como el Central), lo cual subiría el premio por invertir en moneda local e incentivaría el ingreso de dólares (por un asunto de arbitraje de monedas), otro aspecto que puede generar presión en el mercado.

Si las tasas en colones suben, más bien para el deudor seguiría siendo atractivo pedir prestado en dólares y eso contribuiría a que esa “excesiva” dolarización del sistema financiero se mantenga.

Vale recordar que la estabilidad que el Central le ha imprimido al precio de la divisa estadounidense también colabora en esa dirección.

Un paréntesis: previendo esto, la entidad bajó su Tasa de Política Monetaria un día antes de quitar la banda cambiaria, en un intento de tratar de evitar una alza en las tasas e incentivar la colocación de créditos en colones.

Finalmente, el otro gran reto es determinar hasta qué punto el Banco Central seguirá interviniendo para evitar volatilidades en el tipo de cambio.

Hasta ahora, la receta se ha aplicado cuando se observa una variación “violenta”, pero solo el Central sabe cuánto es eso.

La semana anterior (primera semana en flotación), la entidad intervino para evitar un gran cambio en el precio (vendió $51 millones en cuatro días).

Además, Olivier Castro dijo que prefieren mantener el dólar al margen por ahora.

Entonces, ¿hasta dónde seguirá interviniendo el Banco?

Algunos analistas, entre ellos, José Rafael Brenes, gerente de la Bolsa Nacional de Valores, afirman que este esquema no es de flotación sino un régimen administrado y que eso más bien es un paso atrás hacia el esquema de metas de inflación.

Algo similar comentó Rodrigo Bolaños, expresidente del Banco, quien afirmó que si se evita la volatilidad del tipo de cambio, entonces se traslada a otras variables, como la liquidez, algo que podría conllevar otros riesgos a futuro (como inflación).

Entonces, ambos coinciden en que no habrá metas de inflación si el objetivo es controlar el tipo de cambio.

Cabe recordar que el esquema de metas de inflación se adoptó como un proyecto del Banco Central desde el 2006.

De momento, la actual administración de la entidad cree que puede manejar ambos objetivos: controlar la inflación y mantener sin variaciones abruptas el tipo de cambio.

Ahora es cuestión de tiempo para si saber si los riesgos señalados no tiran por la borda alguno de estos objetivos.