Columna Empresas del Siglo XXI: El genio, el creativo y el innovador

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El termino genio, que en un principio designaba a los dioses tutelares, tomó el significado actual en Italia de finales del siglo XVI.

Así se denominaba al que creaba a partir de sus propias ideas y experiencias, sin la dependencia de libros ni autoridades que le juzgaran. No era como un sabio artesano sino como un creador por excelencia.

Paul Matussek, en su libro La creatividad, comentó que todo cuanto es irracional (el corazón, sentimientos e impulsos) prevalece sobre la inteligencia.

No en vano la época de finales del siglo XVIII se denominó la era del genio, puesto que fue la antesala del Romanticismo. Allí se comenzó a gestar un abierto rechazo al culto de la razón, propio del Neoclasicismo, para llegar a exaltar a la naturaleza y el individuo.

Ahora bien, para el común de los mortales, creación, invención e innovación son sinónimos.

Aunque evidentemente las tres tienen un origen común, el desarrollo de la práctica profesional les da sentidos más precisos y diferenciados a cada una de ellos.

Creación se asocia con las artes y las bellas artes en particular.

Invención es el término que se aplica al proceso y al producto de inventores. Innovación , en cambio, se utiliza para definir el camino por el cual un nuevo producto o idea, se aplican y se ponen en práctica.

Aunque la creatividad comparte, con el inventor y el innovador, la urgencia de la finalidad con los requerimientos por la eficiencia, más bien crea e inventa para cumplir con una demanda que le es encomendada o se impone a sí misma.

La creactividad tiene la necesidad de un buen genio, pero a diferencia de simplemente crear, parte de postulados confiables pero que no siempre comprobables.