¿Cuándo está bien decir una mentira con buena intención?

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Un gerente le da al empleado una retroalimentación muy positiva para elevar su confianza. Un doctor le da al paciente un diagnóstico demasiado optimista para alentar la esperanza. Un funcionario público oculta una amenaza de seguridad para prevenir el pánico generalizado.

Hay escenarios relativamente entendibles en los que un individuo dice una mentira porque él o ella piensa que ayudará a una o más personas. En cada caso, sin embargo, no queda claro si es que la mentira realmente beneficia a los receptores. Los empleados podrían beneficiarse de críticas honestas para mejorar; los pacientes podrían beneficiarse de un pronóstico sincero; los ciudadanos podrían tomar acciones para ser menos vulnerables ante amenazas de seguridad.

Considerando los elementos éticos que rodean al engaño, ¿cómo estar seguro de cuándo una mentira bien intencionada es lo correcto — y cuándo no?

Algunos argumentarían que engañar a otros nunca es ético, especialmente en el clima corporativo de la actualidad. Conforme abundan los reportes de fraude, soborno y violaciones de privacidad, la “transparencia” se está volviendo una consigna en las organizaciones. Si un acto de engaño se descubriera públicamente, podría resultar en un duro golpe a su organización.

¿Es una opción?

Sin embargo, hay situaciones donde las personas mienten precisamente porque creen que es la opción ética. Por ejemplo, si un novio pregunta cómo se ve el día de su boda, la única respuesta aceptable es “te ves increíble,” sin importar que sea cierto o no.

Sin embargo, ¿qué pasa si su jefe le pidió su opinión sobre una presentación a medio desarrollo, que ofrecerá en una reunión importante a semanas de distancia? Esta es una situación muy diferente. Cierto, podría causarle a ambos incomodidad momentánea el decirle a su jefe que piensa que la presentación no está en gran forma. Sin embargo, hay tiempo suficiente para que proteja a su jefe de la vergüenza si la presentación fracasara. Para su jefe, evitar esa vergüenza seguramente será más importante que evitar la incomodidad de recibir la crítica ahora.

En este caso, decirle falsamente a alguien que él hizo un gran trabajo podría considerarse una “mentira paternalista”, es decir, una mentira que requiere una suposición del emisor respecto a si mentir es lo mejor para la persona engañada.

Nuestra investigación muestra que las mentiras paternalistas encienden fuerte resentimiento entre las partes engañadas. En diversos experimentos, los participantes fueron emparejados con compañeros (“comunicadores”) que tenían la oportunidad de mentir o decir la verdad para ayudar a los participantes a ganar diferentes premios. Por ejemplo, en uno de los estudios, los comunicadores debían reportar el resultado de un volado, pero podían hacerlo en forma honesta o deshonesta. Si el comunicador era honesto acerca del resultado del volado, el participante ganaría un boleto para una lotería de $10 dólares a realizarse ese día; si el comunicador mentía, el participante obtendría un boleto para una lotería de $30 dólares a realizarse en tres meses.

Esta elección –la oportunidad de ganar $10 o $30 después– requiere que el comunicador haga suposiciones acerca de lo que es mejor para el participante, a efecto de decidir si miente o no. Modela una serie de situaciones en el mundo real, como cuando un consejero financiero podría mentir para alentar a su cliente a ahorrar dinero para el futuro.

Aunque es bien intencionado, mentir en este contexto es paternalista, púes asume que el cliente preferiría ahorros futuros al efectivo disponible en el presente. Descubrimos que los comunicadores que mintieron en este contexto fueron percibidos como menos morales que aquellos que dijeron la verdad. Tres inferencias específicas subyacen en este juicio. En particular, los participantes consideraron que los mentirosos paternalistas no tenían buenas intenciones, que estaban violando su autonomía y malinterpretando sus preferencias. En otros estudios, encontramos que los participantes estuvieron menos satisfechos con el premio que recibieron cuando resultó de una mentira paternalista.

Algo importante es que no todas las mentiras provocan estos juicios negativos. En nuestros experimentos algunos participantes se enteraron de que la declaración honesta o deshonesta del comunicador influyó en cuántos boletos de lotería recibieron los participantes, en lugar de sólo definir la fecha de la lotería. En este caso, no hubo ambigüedad sobre el hecho de que mentir ayudaría al participante, cualquiera preferiría recibir más boletos de lotería. De hecho, en esta situación, mentir no fue visto como menos moral que decir la verdad, y no provocó las mismas inferencias negativas.

Para determinar si sus mentiras serán percibidas como paternalistas, hágase las siguientes preguntas:

1. ¿Puede asumir con seguridad que la mayoría de las personas estarán mejor con el resultado asociado a la mentira en lugar de diciendo la verdad? Si no es así, diga la verdad.

Algunas veces la respuesta a esta pregunta es obvia. Creer que se ve atractivo el día de su boda es claramente mejor que creer lo contrario, y obtener dos boletos de lotería es mejor que recibir uno. En estos casos, el mentir seguramente será apreciado.

En muchos otros casos, la respuesta no es obvia. Si no está seguro de si la mayortía de las personas preferiría el resultado asociado con la mentira, considere preguntarle a un grupo de personas. Si hay desacuerdo, diga la verdad.

2. ¿Sabe si la persona con quien está hablando prefiere la comodidad sobre la sinceridad en este contexto? Si no lo sabe, tienda hacia la sinceridad.

Recuerde, es posible conocer las preferencias de las personas simplemente preguntándoles. Considere cuestionar a sus colegas y familiares sobre el tipo de retroalimentación que aprecian y, cuándo o por qué podrían apreciar la crítica constructiva por encima de la comodidad. Por ejemplo, los doctores pueden preguntarles a los pacientes cuánto quieren saber respecto a su pronóstico, o si quieran enfocar las conversaciones en las opciones de tratamiento.

3. ¿Está confiado de que los receptores de la mentira saben qué usted tiene en mente el mejor interés para ellos? Si no, cualquier intento de justificar la mentira podría ser inefectivo.

Cuando la atrapan en la mentira, la gente suele defenderse diciendo que lo hicieron para proteger a la otra persona. Sin embargo, antes de mentir en defensa de los intereses o sentimientos de los demás, pregúntese no sólo si está mintiendo para protegerlos, sino también si, en caso de descubrirla, ellos verán esa buena intención en su mentira. En muchos estudios, encontramos que las personas tendían más a creer que las mentiras paternalistas eran bien intencionadas cuando las dijeron personas a las que conocían bien o tenían reputaciones de ser útiles y amables.

Incluso aunque las mentiras paternalistas muchas veces son bienintencionadas, suelen resultar contraproducentes al descubrirse. Mentir podría ser útil cuando no hay ambigüedad acerca de los beneficios resultantes para los receptores. Sin embargo, en la mayoría de las demás circunstancias, la honestidad es la mejor opción.

Adam Eric Greenberg es profesor asistente de marketing en Bocconi University. Emma E. Levine es profesora asistente de ciencia conductual en la Booth School of Business de la University of Chicago. Matthew Lupoli es profesor asistente de administración en Deakin University.