En nuestros días, podemos encontrar anaqueles repletos de libros sobre liderazgo, que contienen desde las aristas más trilladas hasta las tendencias de vanguardia.
Sin embargo, muchas veces, hay aspectos claves que se escapan de la literatura, como esas historias de éxito que cambian los paradigmas y logran que se reinvente la teoría. Prueba de ello es que Steve Jobs edificó un imperio desde una cochera prestada o que Lawrence J. Ellison, fundador de Oracle, logró tal impacto en el campo de la tecnología sin terminar sus estudios superiores.
Claramente, para ser exitosos debemos ser líderes, pero es necesario entender las dimensiones de lo que liderar implica.
Para Rosabeth Moss Kanter, profesora de Negocios en Harvard Business School, las batalles globales se ganan con estrategias locales, pero es importante entender que, si no somos exitosos en “lo poco”, muy difícilmente lo seremos en “lo mucho”.
El liderazgo moderno no solo demanda brindar valor agregado a una compañía, sino que el reto va mucho más allá: el líder debe conocer sus capacidades y debilidades.
Ningún hombre es dueño de nada, sino es primero dueño de sí mismo, por lo tanto, es imposible que un directivo pueda sacar lo mejor de su equipo, si primero no es consciente de sus capacidades y, más importante, aún de sus debilidades; cómo poder exigir si no soy el primero en hacerlo conmigo mismo.
Desde una perspectiva empresarial, liderar un equipo, una empresa u organización es una de las tareas de mayor responsabilidad.
Para tener equipos exitosos, hay que contar con gente excepcional, pero es responsabilidad del líder, primero, educarlos, motivarlos, buscar ese factor común que dispara su creatividad y la necesidad de evolucionar juntos. De esta forma, no solo para lograr un posicionamiento en el mercado sino permanecer con el paso del tiempo.
Por otro lado, es vital recordar que existen dos dimensiones de gran valor.
Ser líder en una organización significa serlo también para los proveedores y clientes. Para los primeros, la clave es ser su mejor cliente, si no cómo podría ofrecer los mejores beneficios. Para los segundos, a partir de los beneficios adquiridos, ser su mejor proveedor. Podría parecer un círculo vicioso, pero, si se logra un empoderamiento en ambos segmentos, el proceso de liderar se volverá más asertivo.
Si analizamos por un momento, la metodología del Octágono, desarrollada por Arturo Condo, rector del Incae, podemos observar que ninguna estrategia puede estar exenta de un programa de responsabilidad social empresarial.
De igual manera lo vemos desde la arista del liderazgo: para influir fuera de la caja de normas de la empresa, es importante poseer los programas adecuados que logren un involucramiento real con la sociedad, en general, y, por ende, una mayor aproximación a la realidad del mercado.
Si se logra liderar equipos de trabajo, proveedores, clientes y en programas de acercamiento, entonces ¿por qué es necesario también liderar a nuestra competencia?
No es casualidad que el Banco Chino ICBC haya dado una sorpresa en el ranking de la revista Forbes del 2013, pues es producto de una integración general de cada uno de los ámbitos mencionados.
Liderar no es una tarea sencilla, no solo se trata de un compendio de habilidades personales, sino de la integración de estas al crecimiento compartido, a lo largo del proceso, tanto desde una perspectiva personal hasta llegar a marcar la pauta en un mercado.
Cada paso en ese camino es clave, pues comprende los peldaños para alcanzar un liderazgo con impacto real en mundo completamente globalizado.