¿Por qué preferimos que los jefes antipáticos sean siempre antipáticos?

La idea que la consistencia es importante no aparece en los libros sobre el liderazgo. En un mundo que venera la creatividad y el trastorno, la previsibilidad es aburrida

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Definitivamente el jefe más difícil que he tenido era un hombre inspirador y moralmente recto. Lo respetaba y aprendí mucho de él.

El problema era que yo nunca podía prever cómo iba a responder a nada. A veces pasaba por mi lado y decía algo sarcástico sobre un artículo que yo había escrito. Otras veces llegaba lleno de alabanzas. Ocasionalmente, se sentaba al borde de mi escritorio y hablaba como si estimara mi opinión. Al día siguiente volvía su mal humor y no me hacía el menor caso. Nada más verle venir caminando por el pasillo me llenaba de ansiedad.

Cuando era amable ponía la misma cara que cuando era horrendo y por eso comencé a cuestionar si sus alabanzas no eran irónicas. Era muy desconcertante.

Pensé en él el otro día cuando leí una investigación de la Universidad de Michigan que sugería que preferiríamos por mucho tener un jefe que siempre fuera horrible a uno que solo lo fuera a veces.

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Cuando se trata de nuestros jefes, parece que podemos lidiar con más o menos cualquier cosa, salvo lo imprevisible.

Los investigadores condujeron una serie de experimentos en los que dividieron a estudiantes en tres grupos y les dieron a todos una tarea.El primer grupo recibió elogios constantes, el segundo abuso constante y el tercero una mezcla de los dos. El primer grupo no sufrió ningún estrés, el segundo sintió estrés levemente, mientras que el tercero –el grupo que no sabía si iban a recibir dulces o palos– fue el que sintió más estrés y fue menos feliz.

Trabajadores y ratas

El experimento, publicado en la American Academy of Management, me recordó un estudio anterior en el que se les daban descargas eléctricas a ratas. El primer grupo oía un timbre que anunciaba cada descarga; el segundo recibía descargas sin aviso. Al primer grupo de ratas le fue más o menos bien. El segundo, que no podía prever cuándo venían las descargas, empezó a sufrir de úlceras estomacales.

Los trabajadores y las ratas tienen mucho en común. Sin embargo, la idea de que la consistencia es importante no aparece en los libros sobre el liderazgo. La previsibilidad se considera aburrida y falta de glamour, en un mundo que venera la creatividad y el trastorno.

Hace un par de semanas el Harvard Business Review publicó un blog sobre las características más importantes de los mejores líderes según reportaron 195 líderes globales. Estas resultaron ser una lista más o menos tonta de “competencias”, incluyendo “ética fuerte”, “promueve el crecimiento”, “tiene la flexibilidad para cambiar de opinión” y “está comprometido con la capacitación continua”. Y cosas por el estilo.

La previsibilidad no aparecía en la lista por ninguna parte. La única empresa que puedo encontrar que explícitamente estima esto es Google. Como se deleita en recolectar datos y mide a los líderes constantemente, ha encontrado que la consistencia es una de las cualidades más importantes que hay.

Cuando el jefe no es consistente, las personas no pueden hacer su mejor trabajo.

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Sorpresas en la oficina

La gente declara que le encanta el trabajo cuando cada día es diferente, pero hay poca evidencia que apoye tal cosa. En su lugar, los estudios en EE. UU. han mostrado que los empleados con horas imprevisibles sufren más estrés y son menos felices que los que siguen un horario regular.

Si pienso en mis colegas, yo probablemente diría que me encanta trabajar con personas que me sorprenden. Pero eso no es verdad. Me gusta hacerlo con personas que me interesan pero que no me sorprenden para nada.

Un colega cercano llega tarde con confiable regularidad. Aunque soy obsesivamente puntual, me he acostumbrado tanto a su retraso que cuando la semana pasada se apareció temprano, no me hizo gracia; me sentí ligeramente irritada.

No es que la consistencia sea fácil. Ser consistente es realmente muy difícil. Lo sé por haber pasado un cuarto de siglo en el trajín de la maternidad. En la crianza de mis cuatro hijos he tratado de seguir algunos principios bastante básicos que yo considero importantes. Por ejemplo, que todos los miembros de la familia tienen que sentarse a la mesa una vez al día, sin pantallas de computadoras, a comer lo mismo a la misma hora. Algunas tardes soy inflexible en mi adherencia a este principio.

Sin embargo, ahí estaba yo la semana pasada, tirada en el sofá con mi hijo que estaba comiendo una pizza de supermercado y mirando algo inapropiado en su iPad, mientras yo comía y miraba otra cosa a la vez.