Para mantenerse competitivas, las empresas se han enfocado en la innovación de productos y procesos pero pocas innovan la gestión del talento.
Esto quiere decir que muchas compañías aspiran alcanzar metas ambiciosas a partir de estrategias de talento tradicionales.
Sin embargo, cuando la estrategia del negocio y la del talento no están alineadas, es difícil lograr hitos cualitativos o cuantitativos, aun con la gente correcta.
Un estudio global de PWC, realizado en noviembre pasado a líderes de 700 empresas, mostró que solo un 12 % reconoce el talento como un diferenciador estratégico y alinea las prácticas de manejo del talento con sus iniciativas de negocios.
Cuando esto sucede, las empresas experimentan resultados notables.
El 77%, por ejemplo, logró una mejor implementación de las estrategias de negocios y el 85% mostró un mejor desempeño financiero.
La creciente evidencia de su impacto en el negocio apunta a un replanteamiento profundo de la estrategia del talento para convertirla en la ventaja competitiva de la empresa.
¿Cómo aseguramos que dicha estrategia refleje las decisiones importantes para impulsar el negocio a otro nivel, en lugar de que sea un conjunto de respuestas tácticas y de corto plazo para responder a las presiones del momento?
Como punto de partida, la estrategia de talento debería delinear qué clase de talento se necesita para la nueva visión del negocio, cómo se va a construir u obtener, cuál será la propuesta de valor a ofrecer, cómo se va a organizar, evaluar y recompensar, qué minería y análisis de data se requiere para predecir y mejorar el compromiso y desempeño del talento, cuál es la inversión requerida y cómo mediremos el retorno sobre esta.