Por qué las empresas deben mirar más hacia Corea

Las inversiones de Corea en América Latina se han multiplicado por 10 desde el 2003 y alcanzan un valor de más de $10.000 millones

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Antoni Estevadeordal*

Si hoy preguntáramos a un ciudadano medio latinoamericano con qué asocia la palabra Corea, probablemente respondería que con smartphones, automóviles, productos electrónicos, entre otros.

Pero para personas de mi generación, el concepto de Corea evoca algo diferente. Es, ante todo, la historia de un milagro económico, de un país que pasó de sufrir una guerra civil a convertirse en un referente mundial de desarrollo. Una nación que en 1959 tenía una renta per cápita de $150 y hoy supera los $26.000, y es la 14ª economía mundial.

Lo que mucha gente probablemente no sabe es que, además de ser un ejemplo de desarrollo económico y de transformación productiva, Corea es un socio comercial cada vez más estratégico para América Latina y el Caribe. En la actualidad, el 21,3% de las exportaciones latinoamericanas a Corea son manufacturas, frente al 16,6% de las exportaciones a Japón o el 15,6% de China.

Seis de las diez empresas latinoamericanas que más exportan a Corea son fabricantes de productos tecnológicos de gama media o alta, como equipamiento de telecomunicaciones, vehículos o productos químicos.

Estas son buenas noticias para América Latina, una región que cada vez más mira al Pacífico para hacer negocios, pero que tradicionalmente ha basado sus exportaciones en materias primas, un modelo que implica estar sujeto a precios más volátiles y que representa un menor valor añadido para nuestras economías. Sin embargo, la importancia de la relación económica de nuestra región con Corea no se limita al capítulo de las exportaciones.

Corea es, de hecho, un inversor con un peso cada vez mayor en nuestro tejido productivo. Las inversiones del país asiático en América Latina se han multiplicado por 10 desde el 2003, y alcanzan un valor acumulado de más de $10.000 millones. Según un estudio que acaba de publicar el BID, el 80% de estas inversiones se destinan a la fabricación de productos manufacturados.

Multinacionales coreanas emplean hoy a miles de ingenieros, diseñadores y técnicos latinoamericanos. Hay numerosos ejemplos, como el de Hyundai, que en el 2012 invirtió $700 millones en la construcción de una planta en São Paulo, donde produce un modelo especialmente diseñado para Brasil, el HB20. Kia cuenta con una planta de ensamblaje de vehículos en México y aprovecha las ventajas del país como plataforma logística y de exportación hacia EE. UU. Y una filial de LG maneja en la actualidad el sistema de recaudo del transporte masivo de Bogotá.

La presencia de estas empresas coreanas no solo se traduce en empleos bien remunerados y de alto valor agregado, también nos permite expandir y mejorar nuestra capacidad industrial, incorporar tecnologías de vanguardia y facilitar la incorporación de pymes latinoamericanas en cadenas globales de valor.

Corea ha mostrado su compromiso con la región, a través de los años, implementando TLC con Chile en el 2004 y con Perú en el 2011, ha concluido la negociación de un acuerdo comercial con Colombia. También es país observador para la Alianza del Pacífico, una iniciativa de integración regional formada por Chile, Colombia, México y Perú, que busca forjar lazos económicos más profundos con la región Asia-Pacífico.

Confío en que en la pasada asamblea anual del BID, celebrada en Busán, centenares de empresarios latinoamericanos, junto con ministros y presidentes de la región, aprovecharon su participación en la cita para profundizar una relación que ya es un modelo de inversión y comercio que genera beneficios de manera equilibrada para todas nuestras sociedades.

*Gerente de Integración y Comercio del BID