¿Sus ejecutivos están desencantados?

Incluso en los puestos más atractivos, la idea de "hacer más de lo mismo" desgasta a las personas claves

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Los ejecutivos de alto perfil están en el lugar y momento de sus carreras donde cualquier trabajador desearía estar. Sin embargo, muchos se sienten frustrados y fuera del lugar al que soñaron llegar. Desencantados.

Hoy, muchos ejecutivos top (vicepresidentes, gerentes generales, directores) sufren el Síndrome del Ejecutivo Desencantado (SED). Así lo bautizó Jaime Undurraga, quien hace más de diez años trabaja asesorando a grandes empresas. Pero, ¿quiénes son los "desencantados"? Profesionales de mediana edad, talentosos, llenos de energía y en cargos importantes al interior de grandes organizaciones. Todos padeciendo de un mismo síntoma: están aburridos de hacer cada día "más de lo mismo".

"Son tipos que están llenos de ideas, pero los dueños son reacios a innovar. Cuando a una empresa le ha ido bien, no hay nada que le cueste más que desprenderse de su historia. "¿Y para qué vamos a cambiar? Mira cómo nos ha ido". Al final tienes dentro de la empresa a pura gente frustrada, que quiere hacer sacrificios, pero que no puede, no los dejan. Y entonces, lo único que hacen es mirar para el lado", dice Undurraga.

El descubrimiento de este asesor de empresas no es casual. Un estudio realizado por Visión Humana y la Universidad Adolfo Ibáñez en 2013 mostró que para los chilenos el trabajo se manifiesta como una relación forzosa y poco gratificante. De hecho, el 52% de los trabajadores expresó sentirse insatisfecho con su empresa, y de ese mismo porcentaje, la falta de oportunidades para crear e innovar son el principal factor de insatisfacción entre los empleados.

"Yo me he topado varias veces con ejecutivos que me dicen que le han manifestado a su jefe que tal cosa se puede hacer de mejor manera, y que a la tercera vez les responden: Dedícate a tu pega. Entonces, no le dicen más", cuenta Undurraga.

No más de lo mismo

Janet Spröhnle es psicóloga y trabajó por más de 15 años en grandes compañías, para luego dedicarse a la consultoría. Una de sus áreas de trabajo es ayudar a ejecutivos a enfrentar transiciones laborales y, a través de eso, crear oportunidades de crecimiento. Por este tipo de programas -llamados outplacement- han pasado más de 7.000 ejecutivos.

"¿Para qué una persona quiere llegar a ser gerente general? No es solo una cuestión de poder. Si se busca ese poder es para hacer cosas, es porque el ejecutivo tiene ideas, tiene proyectos, tiene visiones. La paradoja es que ellos trabajan y trabajan para hacer esa escalada y se dan cuenta de que están amarrados por todos lados, llenos de presiones, y es muy difícil que puedan desplegar lo que quieren hacer", explica Spröhnle.

"Hay una cantidad enorme de capacidades y recursos de las empresas contenidos en sus propios ejecutivos, y al no aprovecharlos se están desencantando. Se pierde un potencial enorme para enfrentar crisis y desarrollar nuevos negocios", añade Undurraga.

Para Spröhnle, los ejecutivos están siempre haciendo cosas, pero abducidos, robados, "como si fueran unos hámsters corriendo en una rueda, perdiendo un poco la conciencia", dice. Las tareas de un alto ejecutivo, explica, se ven reducidas a enfrentar contingencias y reducir presupuesto. Las satisfacciones se pueden ver por el lado de las remuneraciones y de los beneficios, pero, ¿y el crecimiento profesional?

Cambio de modelo

Según la psicóloga, hoy hay un cambio en el modelo empresarial en el que la marca es la persona, que empieza a construir su sello, sus maneras, sus emprendimientos. Trabajar en las grandes empresas ya no es la única opción.

Pero el fenómeno que describe Jaime Undurraga del ejecutivo desencantado parece estar acelerándose. A medida que avanzan los años, las edades de los gerentes generales y ejecutivos caen. Según la consultora Transearch, si en 2011 la edad de un gerente general promediaba los 45 años, y en 2012 era de 42.

Respecto de los ejecutivos con cargos importantes, el promedio para 2012 era 34 años. La aceleración en el proceso de convertirse en pieza importante también genera otro problema que las empresas deben sortear. Undurraga comenta: "Los jóvenes ejecutivos que entraron a trabajar a empresas involucradas en negocios de largo plazo, pero que obedecen a resultados económicos de corto plazo, igual son parte de los desencantados. Cualquier idea, proyecto o cambio que estos jóvenes busquen implementar para hacer el negocio más sustentable es desechada. Y ahí comienzan las frustraciones".

A pesar de vislumbrar el problema que existe ahora, Janet Spröhnle explica que el desencanto, tanto de los ejecutivos de 45 o 50 años como de los más jóvenes, les brinda una oportunidad.

"Los ejecutivos de 45, 50 años no están tan conscientes de este desencanto. Pero cuando se sientan y uno los hace reflexionar, se ven atrapados, se empiezan a dar cuenta. ¿Y cuándo me perdí?, ¿y mis sueños?, ¿mis proyectos?". Ahí es cuando ellos deben atreverse más, a innovar más, a hacer cosas diferentes. Los más jóvenes están enfocados en su proyecto de vida, donde hay trabajo, pero también hay sueños, hay proyectos, viajes, estudios, y por eso se atreven. Ojalá los ejecutivos se desencanten como ellos, para que tomen conciencia y digan: "Yo voy a ser distinto, quiero liderar de otra manera". El sistema es fuerte, pero está cayendo", concluye Spröhnle.