Cocina y literatura

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Cuando las mujeres nos liberamos de nuestros encierros, uno de nuestros primeros rechazos suele ser la cocina. He conocido amas de casa e intelectuales que simplemente se niegan a cocinar.

En sus casas cocinan los varones, las empleadas domésticas si hay dinero para pagarlas, o se come muy mal. Lo ideal es que los varones se integren a la preparación cotidiana de los alimentos, trabajo relegado a las mujeres y a la servidumbre por milenios.

Y para lograrlo es importante que se familiaricen con la cocina desde pequeños. Porque cocinar puede ser un gran placer sensual.

La autonomía e independencia que adquiere quien disfruta preparando una buena comida es maravillosa. A eso en parte se debió el éxito de la novela de Laura Esquivel Como agua para chocolate , y el de otros libros en esa línea como Afrodita, de Isabel Allende.

No podemos dejar de alimentarnos, pero recurrir a la comida rápida nos enferma. Entonces, lo que hay que cambiar es nuestro modo de abordar la preparación de los alimentos. Y todo cambio es un reto y una aventura.

El 5 de diciembre pasado el diario La Nación dio cuenta de un estudio hecho en EE. UU. que comprueba que cuando niños y niñas aprenden a cocinar con sus padres, les entran ganas de probar nuevos alimentos, aceptan frutas y verduras y las comidas se vuelven un placer y no una tortura.

Dejan de pedir siempre lo mismo y se interesan por comidas que antes rechazaban. Para ello el libro de Lola Pereira Varela: Recetas de cuento (Aguilar, 2014), de venta en todas las librerías, resulta ideal.

Se entremezclan las historias de tres niñas en la playa de Santa Teresa con recetas sanas y deliciosas. El libro va contando los cuentos y al mismo tiempo enseñando a los niños cómo cocinar tortilla española, ensaladas, sopas y postres. Por ejemplo la receta de “verduras con yugurt” es sencilla y deliciosa. ¿Por qué no, estas vacaciones, sacar un rato para cocinar en familia?