Columna Clase Ejecutiva: Cuando un colegial tortura

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Una nota periodística reciente revela que en Costa Rica el período más doloroso que atraviesa un homosexual en su vida, es su paso por el colegio.

Cierto es que la crueldad inconsciente que puedan tener los niños se exacerba en la adolescencia, que la necesidad de pertenencia a un grupo mueve a los jóvenes a fusionar gustos, lenguaje y vestimenta, por lo que también su tolerancia a lo distinto, si la hubiese, se volatiliza.

Pero cierto es también que para evitar ese descarrilamiento ético y social estamos los adultos, y si la guía que representamos padres y profesores no puede evitar burlarse o rechazar una orientación sexual distinta de la predominante, estamos dando carta blanca a la tortura emocional.

El acoso, el hostigamiento, existen también porque detrás de ellos hay un adulto que ve con satisfacción cómo los compañeros se encargan de “corregir” a quien transgrede la dictadura sexual de la mayoría, la pedestre interpretación humana de una supuesta ley divina, y nuestros propios deseos inconscientes. La homofobia, como el racismo, esconde a duras penas bajo la forma del odio una mirada de fascinación. En este caso, nomás sea por la valentía de vivir según su propio deseo.

Hay muchachos que torturan con la aprobación de los padres, porque hay padres que construyen minuciosamente a un matón para resarcirse de sus propios miedos, de su indefensión, de los atropellos a los que su debilidad los ha expuesto. El bullying , no solo contra lesbianas y gais, no es un accidente. Se cocina en casa. Y se cocina en el colegio: cuando luego de un supuesto debido proceso, por ejemplo, de una jovencita que no tolera que la toqueteen sexualmente –sé del caso– le responden que se trata de “bromas normales entre iguales”.

El acoso era duro de sufrir cuando te insultaban en un pasillo del colegio. Es imposible de aguantar ahora que te insultan por ese pasillo del universo que es Internet.

Acosar a un colegial es asesinar su adolescencia. Hagamos lo mínimo: enseñemos a nuestros hijos a no matar.