Columna Clase Ejecutiva: FIL Guadalajara

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La Feria Internacional del Libro en Guadalajara, México, sigue siendo uno de los eventos más grandes, no solo de Latinoamérica sino del mundo.

Es, ante nada, un asunto comercial.

Los primeros días se dedican a los negocios entre autores, agentes y editoriales.

Sí, por fortuna los libros siguen siendo un floreciente negocio, ya sea en papel o en formato electrónico.

Y digo por fortuna ya que mucho se vaticinó la muerte del libro y la consiguiente estulticia de una humanidad que ya no lee.

Pues la buena noticia –después de ir a la Feria del Libro de Guadalajara– es que la humanidad sí lee.

Al menos la humanidad de esa parte del mundo. Y deseo creer que en muchas otras partes del mundo también pues en todo el planeta se transan libros por millones, electrónicos o duros, y un reflejo de eso es esta multitudinaria feria que reúne editoriales y libros de todas las clases y todos los tipos.

Y en español, no en inglés. ¡Maravilla! ¡Milagro!

Resulta reconfortante ver interminables colas de personas de todos los estratos sociales hacer fila horas y horas para que un autor les firme un libro.

Y ver a un escritor no comercial como Rius dar conferencias largas a salas repletas.

Y saber que decenas de miles visitan la feria. Y que junto a las editoriales grandes una puede sumirse en Fondo de Cultura, en EDHASA, en EDAF, en Un Cuarto Propio, Porrúa o El Barquero y encontrar allí tesoros: las comedias de Terencio, un bellísimo ejemplar de Plutarco Sobre los oráculos .

Y ver gente que se regocija leyendo de pie, sentada, caminando, comiendo. ¡Y alegrarse ante la presencia de las editoriales ticas!

Al lado de libros académicos, literarios, artísticos hay de medicina mainstream o alternativa, de espiritualidad, de cocina, de todos los oficios, de todas las ciencias. Y conferencias, simposios, presentaciones.

En Guadalajara los libros se vuelven la fiesta más grande de América Latina.