Columna Clase Ejecutiva: Fútbol, arte y expresión

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Desde el arribo de nuestra sociedad a su estadio de cultura mediática (con la explosión de la televisión en los años 50 y siguientes), el fútbol se convirtió en una especie de religión emocional de la gente.

Luego, con la propagación de la televisión por cable, la transmisión satelital y la globalización, pasamos a convertirnos en la sociedad del espectáculo, como lo había previsto Guy Debord en 1967.

Ahora TODO es representación, y la contemplación pasiva del espectáculo suplanta la interacción genuina. En palabras de Debord : El espectáculo no es una colección de imágenes, sino una relación social entre la gente mediada por imágenes.

¿Puede el fútbol ser arte? De ninguna manera, opinaba el escritor mexicano Fernando del Paso: el fútbol tiene ritmo, forma y color pero carece de contenido. Su lapidaria conclusión no deja de ser problemática, pues hace siglos (dos para ser exactos) que el arte se independizó también del contenido y se volvió autorreferencial (Immanuel Kant: Crítica del juicio ).

Efectivamente , cuál sería el contenido de un Mondrian? Ninguno pues es solamente forma, ritmo, color y cualquier otra lectura objetiva sería imposible a partir de cuadrados rojos, amarillos, blancos y azules. Hoy la mayoría de los participantes del mundo del arte aceptan que el arte sea tautológico y que en ocasiones también cumpla una función comunicativa.

La figura romántica del artista que expresaba sus emociones, ha sido relevada por la del artista que comunica y en alguna medida, por la del artista que disiente.

El fútbol es, antes que todo, un deporte y en nuestros días, un espectáculo de masas. Realmente no comunica nada y muchísimo menos puede disentir pues, ¿de que disentiría?

La condición más relevante del arte de nuestro tiempo es su capacidad de cuestionar, de evaluar y revisar. Su estrategia es la de incomodar y provocar. En ese sentido, el fútbol se encuentra en las antípodas de estas características. Saquen sus conclusiones.