Columna Clase Ejecutiva: Mecenazgo Musical

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Los conciertos son eventos que requieren gran inversión. El pago de los músicos, de los teatros, salas o auditorios y la publicidad, son algunos de los numerosos gastos que asumen instituciones o empresas patrocinadoras. En otras épocas, este papel lo asumió la Iglesia o la aristocracia. En la época medieval, por ejemplo, las órdenes religiosas eran las que organizaban a los monjes encargados de los cánticos. Además, las iglesias y monasterios permitieron que algunos músicos pudiesen desarrollar su creatividad. Es el caso de la monja Hildegarda de Bingen y del clérigo Guillaume de Machaut: compusieron gran cantidad de obras que han perdurado hasta la actualidad, gracias al sostén eclesiástico. Otro ejemplo es Bach, quien durante años, por su nombramiento como maestro de capilla, fue encargado de la música para las iglesias de la ciudad de Leipzig.

Poco a poco, la nobleza también se interesó en apoyar la actividad musical. La relación permitió a los músicos tener un sostén sólido, pero no cambió su estatus, siguieron siendo servidores que debían componer no lo que deseaban, sino la música apropiada para las diversas ocasiones del palacio. A lo largo de la historia de la música, los ejemplos son numerosos. Antonio de Cabezón, trabajó en la corte de Felipe II; el príncipe Esterházy apoyó la carrera de Haydn; el rey Luis XVI la de Lully y la de Elizabeth Jacquet de la Guerre; la condesa von Meck apoyó a varios músicos, entre ellos a Tchaikovsky; y Luis II de Baviera a Wagner, entre muchos otros. Pero a lo largo del siglo XIX, los compositores trataron de liberarse para poder componer lo que deseaban. A cambio de esta libertad, los músicos debían asumir otros trabajos, como dar clases, ofrecer conciertos, o dirigir. Un compositor pionero en este sentido fue Beethoven. Actualmente, los apoyos ofrecidos por instituciones o por la empresa privada funcionan como un mecenazgo.