Columna Clase Ejecutiva: Ni una sola Desdémona más

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En alguna ocasión leí que en el lapso de un año, 60 personas habían muerto en el país fulminadas por un rayo. Me amoscó bastante el dato, pues caí en la cuenta, haciendo números, de que es más fácil que nos parta un rayo a que peguemos el premio mayor de la lotería.

Nos informa recientemente La Nación que durante el pasado año, 26 mujeres murieron a manos de sus parejas, exparejas o parientes. Tres tan sólo, víctimas de un asalto. Me dolió bastante el dato, pues caí en la cuenta de que una mujer nacida en este país tiene casi nueve veces más posibilidades de ser asesinada por un hombre cercano en el seno mismo de su hogar, que por un asaltante en plena calle.

¿Que murieron menos mujeres que personas, en general, por una inclemente descarga del cielo? Cierto. La diferencia está en que los rayos, sabemos hoy día, no provienen de la rabia de ningún dios, son impredecibles y sólo podemos protegernos de su letal capricho acogiéndonos, con resignada fe, a unas cuantas medidas de precaución.

Cuando un hombre, en cambio, como Otelo, asesina a su pareja, la rabia proviene de un ruin tirano doméstico, el hecho era predecible (si no por todos, al menos por ella) y su muerte evitable.

Estos asesinatos son el reflejo largo de la opresión de diferentes tonalidades que padecen también las féminas urbanas y con altos niveles de educación. La violencia doméstica es democrática, no discrimina rango ni cuna. Las estadísticas del diario no pueden dar cuenta de la inaudible muerte emocional de tantas mujeres sumergidas en la asfixia de su vínculo de amor (vínculo, que proviene de latín y significa cadena, grillete…).

En nuestras manos está cambiar estas cifras: eduquemos a las niñas como a varones, haciéndoles sentir que el mundo es suyo, que valen como el oro, que son merecedoras de todo nuestro amor. Que crezcan sin carencias. Que se equivoque por fin nuestro Shakespeare, y Desdémona, en lugar de plañir, se levante por su vida y encuentre en sus prójimos, comprensión, aprobación y escudo.