Los compositores de todos los tiempos muchas veces se han inspirado en las canciones o danzas que conocieron en su niñez. Estos préstamos musicales algunas veces aparecen en medio de una obra o sirven de base para piezas de gran envergadura.
La famosa melodía Estrellita , que hoy día millones de niños utilizan para iniciarse en el violín, es una canción infantil francesa del siglo XVIII, utilizada por Mozart como tema para unas variaciones para piano.
Mahler, en el tercer movimiento de su primera sinfonía, utiliza la melodía del famoso canon Frére Jacques , transformada en una marcha fúnebre, que alterna con sonidos de una banda popular y música bailable, tratando de retratar escenas musicales que el compositor recordaba de su infancia.
Otro ejemplo es la Obertura 1812 , compuesta por Tchaikovsky para conmemorar la victoria rusa contra las tropas de Napoleón. En ella se escucha al inicio una melodía religiosa de la iglesia ortodoxa rusa, más adelante La Marsellesa , himno nacional francés, y al final, entre campanas y fuegos artificiales, el himno nacional ruso Dios Salve al Zar .
También son fuente de inspiración los ritmos de danzas populares como el vals. Muchos compositores, entre ellos Beethoven, Brahms, Schubert, Mahler y Bruckner, los utilizan en sus obras sinfónicas. Quizás uno de los más famosos es el vals del ballet La Bella Durmiente , de Tchaikovsky, sobre cuya melodía la princesa Aurora, de la película de Walt Disney, cantaría, casi 70 años después, su famosa canción “Eres tu, el príncipe azul que yo soñé”.
En Costa Rica las Rapsodias Guanacastecas de Alejandro Monestel, la Fantasía Sinfónica de Julio Fonseca y la zarzuela Toyupán , de Julio Mata, son ejemplos de obras compuestas en la primera mitad del siglo XX con elementos tradicionales o indígenas. El Concierto para marimba de Luis Diego Herra, las Inspiraciones Costarricenses de Carlos Guzmán, y Danzoneando de Vinicio Meza, son ejemplos más actuales de utilización de ritmos populares o tradicionales en obras académicas.