Columna empresas: Política

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Platón consideraba a la política como la más importante de las profesiones. Guardando las distancias, la política sigue siendo una constante dimensional en la historia de cada pueblo y época. Es un oficio que requiere sentido imaginativo, sutileza creadora y mucho conocimiento humano.

La publicidad política se encarga de buscar y multiplicar adhesiones que crean la fuerza de la mayoría con el apoyo de las minorías conscientes. Dedicada desde su origen a magnificar a las personas y su obra, casi no hay idea, programa o gobierno que no utilice la publicidad como recurso influyente o dominante de la voluntad colectiva.

Uno de los casos históricos más dramáticos es el nazismo, que logró que 80 millones de alemanes dejaran de pensar por su cuenta, según la confesión de Nurenberg de Albert Speer. Acaso este antecedente haya servido para generalizar el concepto de que la publicidad sin un sentido humano puede cambiar el amor al prójimo por el terror al prójimo.

La publicidad se pone a prueba en el proceso electoral. En las democracias, el consenso de las mayorías es indispensable para poder gobernar. Promoverle y facilitarle también es la tarea de la publicidad, cuya virtud está, generalmente, en alentar esperanzas.

Cautivar votos se hace aún más difícil, en vista de que los votantes de hoy en día buscan más que gobernantes. Buscan poder creer y confiar. Por eso los investigadores aseguran que más que el mensaje la confianza es las tres cuartas partes del voto.

La falta de confianza quizá explique el fenómeno de rechazo cuando los ciudadanos se inclinan a votar, no a favor de alguien, sino en contra, independientemente de cualquier motivo de afinidad o rechazo. También explica que haya más países en donde el electorado renuncia a ejercer su derecho al voto, olvidando la profundidad del aforismo de Víctor Hugo: ¡Quien vota, reina!