Columna Puro Vino y más: El Viejo Mundo

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En la inmensa variedad de vinos que nos ofrece el mundo vitivinícola hay varias formas de clasificarlos. Una de las que me parece más generales pero, a su vez, muy util para definir nuestras preferencias, es dividirlos entre los de estilo Viejo Mundo y Nuevo Mundo. En esta oportunidad nos concentraremos en conocer las características del primero. Cuando hablamos del Viejo Mundo, nos referimos a vinos elaborados en países considerados la cuna del vino. Esto es básicamente Europa y el Medio Oriente. Formas de cultivo tradicionales que se han mantenido, y normas estrictas de producción han ido definiendo los parámetros de calidad que hasta la fecha conocemos. Con un gran respeto por el origen y con el claro objetivo de expresar el terroir en cada uno de sus vinos, han logrado desarrollar un estilo particular. Normalmente de cuerpo más ligero que sus contrapartes del Nuevo Mundo, con marcados aromas terrosos y una mineralidad importante, donde la fruta está presente, pero de manera más austera otorgándole gran elegancia y fineza, a veces con ciertas notas herbáceas, una acidez más pronunciada, taninos altos y niveles de alcohol más bajos. Esto debido a veranos más cortos y con menos horas de sol, lo que determina niveles de maduración de la fruta menor. El clima en estas regiones suele ser menos estable, por lo que es frecuente encontrar diferencias de calidad entre en un mismo vino de añadas diferentes. Si queremos anticipar sus características y saber qué uvas se utilizaron en su elaboración, debemos sumergirnos en el maravilloso mundo de las denominaciones de origen. Para terminar, me parece importante mencionar que no solo en el Viejo Mundo se producen vinos de este estilo. El Nuevo Mundo también nos puede ofrecer opciones similares, lo que confirma que el estilo final de un vino es el resultado de un método de elaboración en particular y no solo depende del lugar de donde proviene.