Columna Puro Vino y más: El vino rosado

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El primer vino que tuve que hacer para un proyecto de la universidad fue un vino rosado. Todavía me acuerdo lo desilusionada que estaba. No me parecía para nada emocionante y debo confesar que no me quedó nada atractivo tampoco.

Eso sí, con el tiempo aprendí a conocer sus bondades.

En cuanto a su elaboración, hay algunos que piensan que es una mezcla de vino blanco y vino tinto. Si bien algunos no muy glamorosos se elaboran así, la gran mayoría se produce con alguna uva tinta. En España las uvas más utilizadas son Tempranillo y Garnacha, en Italia será frecuentemente Sangiovese, si nos vamos a Estados Unidos predominan los hechos con Cabernet Sauvignon, Merlot o Zinfandel, mientras que en otros países también se hacen con Pinot Noir, Malbec y Syrah. Tras un corto periodo de maceración del jugo con la piel de la uva a baja temperatura, las pieles son descartadas y todo el resto del proceso ocurre como si fuera un vino blanco. Normalmente son vinos que no tienen maduración en roble y se disfrutan mejor si se toman jóvenes.

Existen dos estilos marcados de vino rosado. Todos tienen los clásicos aromas frutales de fresas, cerezas y frambuesas, con notas cítricas y de sandía y recuerdos florales de lavanda y rosas. La gran mayoría conoce el de ligero a marcado dulzor, sin embargo, también existe el completamente seco, con refrescante acidez, más frecuente en los países europeos.

Su ligereza y frescura lo hacen el compañero perfecto de tardes de calor. En cuanto al maridaje, contrario a lo que yo imaginaba en un comienzo, es un vino bastante versátil. Tapas de todo tipo, ensaladas y vegetales fríos, charcutería, pescados y mariscos, paella y platos con arroz, pollo, cerdo, ternera e incluso comidas especiadas son algunas de las comidas que se pueden acompañar con una copa de rosado.

Ahora que las vacaciones están a la vuelta de la esquina, agregue a su lista de compras una botellita de este desconocido rosado y dele la oportunidad de que lo sorprenda.