Me atrevería a decir que muchos nos hemos tomado un Margarita o más de un shot de tequila alguna vez, algunos sin saber que esta bebida tiene toda una tradición y normas estrictas de elaboración, que la convierten en otra de las ya conocidas denominaciones de origen que hemos descubierto.
¿Qué es el tequila? Un aguardiente mexicano, obtenido a partir del agave azul tequilana Weber, producido únicamente en las regiones de Jalisco y partes de Michoacán, Guanajuato, Nayarit y Tamaulipas.
En su elaboración se cuecen las piñas del agave y se trituran para extraer el mosto o las mieles. Estas se fermentan en tinas especiales donde se obtiene el alcohol que, posteriormente será extraído mediante destilación en los alambiques.
La norma exige que el tequila pase por doble destilación, para así eliminar impurezas.
Existen tres tipos de tequila. El blanco, obtenido inmediatamente después de la segunda destilación, el más apreciado por los conocedores dada la pureza de su sabor. El reposado, un tequila blanco que ha permanecido por lo menos dos meses en roble, por lo que es de color levemente ámbar y sabor un poco más suave que el blanco. Mientras que el añejo permanece en roble por lo menos un año y su color es mucho más intenso, con un sabor a madera más pronunciado y mucho más amigable para los que inician su camino en el consumo de esta bebida.
La pureza de un tequila está dada por la proporción de agave azul utilizado en su elaboración. La ley permite una incorporación de máximo 40% de mieles obtenidas de otras fuentes, siendo la más usada la caña de azúcar. Los tequilas que no dicen en la etiqueta 100% agave, son tequilas que incorporan otras fuentes de azúcar y se les denomina tequilas mixtos.
Ante la inevitable pregunta ¿Cuál es el mejor tequila?, la respuesta siempre va a ser, “el que más le guste a usted”. Por lo tanto, hay que probar los diferentes tipos y las diferentes marcas, conocer nuestras preferencias y dar nuestro propio veredicto.