Cómo China tomó por asalto la industria de páneles solares

El dragón asiático alberga a dos terceras partes de la capacidad de producción solar del mundo

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Russell Abney crió a dos hijos gracias a la energía solar. El graduado de Georgia Tech de 49 años trabajó durante la última década en Perrysburg, Ohio, un suburbio de Toledo, ganando un buen salario como ingeniero de equipo para el fabricante de paneles solares más grande de Estados Unidos.

Al otro lado del mundo, Gao Song se jactaba de su propia historia de éxito solar. Exvendedor minorista de frutas orgánicas que vive en la polvorienta ciudad china de Wuhan, instaló paneles solares en su azotea hace cuatro años y lo encontró tan rentable que estableció un negocio para instalarlos para otros. Para el verano pasado, él y un equipo de 50 empleados estaban instalando sistemas de paneles solares en casi 100 azoteas al mes.

Luego China sacudió a la industria solar mundial, y transformó la vida de ambos.

“Una pequeña vibración en China”, dijo Frank Haugwitz, veterano consultor de la industria solar en Pekín, “puede causar una avalancha en los precios en todo el mundo”.

A fines del verano pasado, funcionarios chinos empezaron a juguetear con la reducción de los subsidios que ofrecían a los compradores de paneles solares en el país. La actividad en el negocio de Gao se desaceleró, y despidió a la mitad de sus empleados. “He estado trabajando duro y tuve un buen inicio”, dijo. “Ahora tengo que empezar de nuevo”.

Los fabricantes de paneles solares de China redujeron sus precios en más de una cuarta parte para compensar, haciendo caer los precios mundiales. Las empresas occidentales se encontraron incapaces de competir y recortaron empleos desde Alemania hasta Michigan y más allá.

Esos lugares incluyeron Perrysburg; donde Abney y 450 empleados más se encontraron sin trabajo. “En unos meses, todo se desplomó”, dijo Abney. “Es como si hubiera habido una muerte en la familia. La gente se siente incómoda hablando de ello”.

Elefante en el mercado

El presidente Donald Trump, quien presionó al presidente Xi Jinping de China sobre comercio y otros temas cuando se reunieron en Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, ha prometido poner fin a lo que llama las prácticas empresariales injustas de China. Mucha de su oratoria ha involucrado a antiguas industrias manufactureras como el acero; industrias en las cuales los empleos estaban desapareciendo incluso antes del ascenso de China.

Pero economistas y grupos empresariales advierten que las ambiciones industriales de China han entrado en una nueva fase trascendental. Con sus enormes arcas gubernamentales, su creciente sofisticación técnica y un plan amplio para liberarse de la dependencia de las compañías extranjeras, China pretende volverse dominante en industrias del futuro como la energía renovable, big data y los vehículos de conducción autónoma.

Con la energía solar, ya ha sucedido. China alberga a dos terceras partes de la capacidad de producción solar del mundo. La eficiencia con la cual sus productos convierten luz solar en electricidad está acercándose cada vez más a la de los paneles hechos por empresas estadounidenses, alemanas y surcoreanas. Como China también compra la mitad de los paneles solares nuevos del mundo, controla efectivamente el mercado.

Durante gran parte del siglo pasado, los altibajos de la economía estadounidense marcaban la diferencia entre el empleo y la pobreza para personas como los mineros del cobre chilenos y los recolectores de caucho asiáticos.

Ahora, los cambios estratégicos y las decisiones de negocios de China pueden tener el mismo tipo de impacto mundial que alguna vez ejercieron los poderosos en Nueva York y Detroit.

La historia del ascenso de China en los paneles solares ilustra las profundas dificultades que presenta el país para Trump, o para cualquier presidente estadounidense. Su tamaño y su economía en rápido crecimiento le dan la capacidad para redefinir rápidamente a las industrias. Su búsqueda de dominio en industrias cruciales, guiada por el gobierno, presenta un desafío directo a países donde los líderes generalmente dejan las decisiones empresariales a las propias empresas.

China es el mayor fabricante y comprador de acero, autos y smartphones del mundo. Aunque no necesariamente domina esas industrias, su gobierno actúa para imitar ese éxito con los robots, los chips y el software , al igual que en la industria solar.

Potencia

Los fabricantes de paneles chinos “tienen el capital, tienen la tecnología, tienen la escala”, dijo Ocean Yuan, director ejecutivo de Grape Solar, un distribuidor de paneles solares con sede en Oregón. De los rivales estadounidenses, dijo: “Los están aplastando”.

En 2006, China se embarcó en un esfuerzo concertado para convertirse en la potencia de la industria solar.

En los siguientes seis años, Pekín presionó a los bancos de propiedad estatal para que ofrecieran al menos $18.000 millones en préstamos a tasas de interés bajas a los fabricantes de paneles solares y alentó a los gobiernos locales para que los subsidiaran con terrenos baratos.

China tenía más en la mente que solo dominar las exportaciones solares: sus problemas de contaminación y su preocupación de que los niveles marítimos en ascenso debido al cambio climático pudieran devastar a sus pululantes ciudades costeras intensificaron la urgencia en sus esfuerzos por desarrollar la tecnología verde.

Al mismo tiempo, China también se convirtió en un importante actor en la energía eólica con políticas similares.

Con amplia asistencia, la capacidad de producción de energía solar de China creció en más de 10 veces de 2007 a 2012. Ahora, seis de los 10 principales fabricantes de paneles solares son chinos, incluso los dos principales, comparado con hace una década.

China ahora espera imitar el crecimiento de su industria solar en otras áreas.

Según un plan llamado Hecho en China 2025, el gigate asiático espera volverse en gran medida autosuficiente dentro de siete años en una larga lista de industrias, incluidos aviones, trenes de alta velocidad, chips de computadora y robots. El plan se hace eco del proyecto para los paneles solares y las turbinas eólicas hace una década, pero con una chequera más grande. Hecho en China 2025 establece aproximadamente 300,000 millones de dólares en respaldo financiero: préstamos baratos de los bancos de propiedad estatal, fondos de inversión para adquirir tecnologías extranjeras y extensos subsidios de investigación.

Si tiene éxito, Hecho en China 2025 representaría un giro fundamental en la manera en que China negocia con el mundo.

Grupos empresariales estadounidenses y europeos han advertido que el plan china 2025 significa que una variedad mucho más amplia de empresas occidentales enfrentarán el mismo tipo de competencia respaldada por el gobierno que ha transformado a la industria solar.

“Las políticas empezaron en la industria solar y ahora están comenzando a infectar a más amplios sectores de la economía con Hecho en China 2025”, dijo Jeremie Waterman, presidente del Centro sobre China en la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Washington.