Ecoresidencias se levantan por impulso de consumidores que buscan un menor impacto ambiental

Estos proyectos abarcan áreas totales desde las 15 a 200 hectáreas.

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Pagar muy poco por electricidad, aprovechar al máximo los recursos al usar los residuos orgánicos para generar gas o sembrar sus propios alimentos son algunos de los beneficios que caracterizan a las denominadas ecoresidencias. Estos lugares suelen ubicarse en sitios rodeados de naturaleza.

Para el inicio del 2022 se espera la finalización de cuatro nuevos desarrollos de este tipo, situados en varios puntos del país como La Garita, Nosara, Playa Grande, Chirripó y San Mateo. Estos desarrollos inmobiliarios suelen comprender un área que va desde las 15 a 200 hectáreas.

“Desde finales del año pasado, ha sido impresionante el crecimiento de comunidades de este tipo en diferentes partes del país como Guanacaste, la Península de Osa, Sarchí, la Garita y Atenas (Alajuela). Hay un auge muy importante hacia este modelo de comunidades sostenibles creo que es algo que se va a estar acrecentando”, comentó Juan Robles, arquitecto especializado en construcción bioclimática, quien a añade que la pandemia fue una de las razones por la que muchos compradores buscaron vivir en lugares espaciosos, ambientalmente sanos y en contacto con la naturaleza.

Las edificaciones que forman parte de las también llamadas comunidades autosustentables se crean con materiales reciclados o ecológicos, y aunque algunas son hechas con cemento, el objetivo es utilizar sistemas que generen ahorro energético y causen menor contaminación a largo plazo. En promedio, la inversión para construir una de estas casas inicia en los $1.100 el metro cuadrado (m2).

Cada una de las propiedades abarca áreas mínimas de 1.000 m2. Además, cada casa tiene un diseño estratégico para sacar provecho del viento, sol y la buena vista. Todas las personas que inician el proceso de construcción en estas comunidades deben seguir una serie de reglas y recomendaciones para la creación de la estructura.

“Sabemos que no es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar radicalmente la forma en que construimos y administramos los espacios urbanos. Las comunidades sostenibles están demostrando que mejorar la seguridad, el acceso a viviendas seguras y asequibles, crear áreas públicas verdes y mejorar la planificación y gestión urbana de manera que sea participativa, inclusiva y en igualdad de género es posible”, enfatizó Randall Brenes, oficial a cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El modo de operar de estas comunidades autosustentables coincide con tres Objetivos de Desarrollo Sostenible del PNUD: el de energía limpia y asequible, el de tener ciudades y comunidades sostenibles, así como el relacionado con la producción y consumo responsable.

Nuevos proyectos

“No hay suficientes casas para poder suplir la demanda, entonces estoy iniciando este proyecto”, dijo Marcelo Valansi, desarrollador de comunidades regenerativas autosustentables y fundador de la nueva Ecovilla San Mateo.

Valansi inaugurará en febrero del 2022 el proyecto que alcanzó la cifra de $45 millones de inversión; pondrán a la venta lotes desde los $50.000 hasta los $400.000. El valor depende del tamaño y de la ubicación porque algunas tendrán vista hacia el Océano Pacífico.

“Transformaremos terrenos que fueron dañados, regeneraremos el suelo para volverlo fértil y sembrar nuevamente para convertir una parte en bosque, otra en lotes, y otra en conservación. Mi idea es hacer ocho comunidades (en el mismo terreno) que tendrán desde 26 a 50 lotes”, explicó Valansi.

Ecovilla San Mateo contará con planta de tratamiento de agua por medio de un biodigestor que también recibe excretas y las transforma en gas para cocina. Además, tendrán una huerta orgánica comunitaria que abastecerá semanalmente a todas las familias.

También deberán cumplir una serie de normas en la construcción de la vivienda para que sea lo más ecológica posible en sus materiales y diseño, similar a la comunidad autosustentable La Ecovilla, proyecto hermano que nació hace diez años también desarrollado por Valansi en San Mateo.

El arquitecto Juan Robles también trabaja en el diseño de proyectos parecidos a La Ecovilla y comenta que se espera que durante el 2022 desarrollos en Nosara, La Garita, Playa Grande y Chirripó finalicen y se sumen a las comunidades autosustentables.

El tamaño total de estos distintos ecoresidenciales van desde las 15 a 50 hectáreas y el valor de la construcción de vivienda ecoamigable se estima en los $1.100 el m2.

“Nosotros estamos liderando varios proyectos de importancia similares a La Ecovilla. Vienen a partir del 2022 y están en proceso de aprobación”, señaló Robles.

La Ecovilla

Aunque el concepto de ‘comunidades sostenibles’ se originó desde 1994 en Dinamarca, cada vez las residencias tienen mayores comodidades como Internet vía fibra óptica, edificaciones contemporáneas, ubicaciones con fácil acceso a calles y variedad de materiales de origen ecológico para construir.

La Ecovilla, ubicada en San Mateo de Alajuela, es un ejemplo de lo anterior. Con un área total de 17 hectáreas, también cuentan con un biodigestor que recibe las excretas que se genera en cada vivienda y lo transforma en gas y sirve como planta de tratamiento que limpia el agua.

También cuentan con energía limpia en las casas por medio de paneles solares, agua propia y producción de alimentos por medio de la huerta comunitaria.

“Encima de mi techo tengo 18 paneles solares y pago ¢2.500 mensuales”, mencionó Marcelo Valansi, fundador y desarrollador de La Ecovilla, creada con una inversión inicial de $3 millones y costeada por medio de la preventa e inversionistas.

El uso de energías renovables contribuye a la construcción de un país amigable con el ambiente en medio de una realidad mundial donde las personas son las causantes del 73% de los gases de efecto invernadero, según datos del PNUD.

En La Ecovilla viven 45 familias provenientes de 29 países diferentes, quienes siguieron una serie de reglas a la hora de construir, entre ellas: ventilación cruzada (habitaciones con entrada y salida de aire que se logra, al menos, con dos ventanas), diseño con eficiencia energética y de preferencia material ecológico, sin embargo, Valansi aclara que permiten casas de bloque y metal pero deben cumplir las demás reglas.

“La estructura legal es de condominio, entonces dentro del reglamento ponemos qué materiales pueden usar, cuáles no y que sean lo menos contaminantes posibles para el ambiente. Cada uno construyó su casa, yo lo que hice fue entregar los lotes terminados con todos los permisos, infraestructura, calles y planta de tratamiento que es un biodigestor”, explicó Valansi.

El tamaño de cada lote está entre los 1.100 m2 hasta los 4.000 m2 y los precios oscilan entre los $50.000 y $200.000.

Los propietarios pagan una cuota mensual, dependiendo del tamaño de su lote, entre los $80 y $300. A cambio reciben el mantenimiento de la comunidad, la entrega semanal de las cosechas de la huerta y productos de limpieza ecológicos de la marca Florex por medio de un convenio.

Opciones a menor escala

Matthew Donowick vive hace 14 años en una comunidad sostenible llamada Tacotal, más pequeña que las anteriores en cuanto a cantidad de lotes con vivienda, donde habitan cuatro familias. A su vez, es el administrador.

“Somos un colectivo; todos nosotros somos dueños de la finca. Cuando hay algún interesado en comprar tiene que pasar por un proceso en el que nosotros llegamos a un consenso; tenemos reglas y las creamos entre todos”, contó Donowick.

Una de las principales reglas se enfoca en los materiales permitidos para construir en Tacotal en el que prefieren la madera, además casi todas las casas tienen sus paredes hechas con bajareque (contiene palos o cañas entretejidos y una capa de barro que lo cubre). Esta técnica en las paredes se remonta a técnicas de construcción indígena.

Sin embargo, ahora están dispuestas a aceptar el uso de cemento porque se dieron cuenta que en algunos casos este material era necesario.

“He tenido que cambiar el poste principal de la casa dos veces porque era de madera y tenemos muchos bichos. Estamos más en el campo que La Ecovilla, es más crudo”, dijo Donowick, quien admite que esta es una de las razones que los hizo más receptivos ante el uso de aluminio, hierro o cemento en lugares que lo requieran.

Algunas casas cuentan con paneles solares y el agua la adquieren de una quebrada. Cada lote, que a la vez corresponde a una acción, mide 2.500m2 y el valor actual de cada una ronda los $100.000 dólares.

Anualmente, cada dueño de lote paga $500 anuales por el mantenimiento de Tacotal.

“Como en todas las esferas que implican la participación comprometida de las personas para generar cambios, en el caso del ambiente y la sostenibilidad, la acción individual y comunal son las primeras líneas frontales para la transformación, y por lo tanto, las soluciones locales son críticas para alcanzar el desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás”, acotó Randall Brenes, oficial a cargo del PNUD.