El Diablo vive en los libros

Mi favorito: el del escritor estadounidense Ambrose Bierce

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Me gustan los diablos literarios porque no viven entre fuegos eternos, juicios y condenas, sino en páginas, anaqueles y ficciones.

He tenido el gusto de conocer, en calidad de lector, a varios de ellos. Algunos me han hecho reflexionar; otros, me han deleitado, y no han faltado aquellos que me han hecho reír. Menciono algunos...

En primer lugar, el diablo vestido de todos los colores –como un arlequín– que atormentaba en sueños al artista costarricense Francisco Amighetti (1907-1998).

“Yo corría más que el diablo, y lo veía sufrir y jadear, pero, considerando su poder, era evidente que llegaría a agarrarme y que, después de haberlo martirizado con mi huida, su venganza se volvería feroz”, rememora en el libro autobiográfico Francisco en Costa Rica .

También el protagonista en el relato La hora del diablo , del portugués Fernando Pessoa (1888-1935). “Así es, soy el Diablo, y por eso no hago daño a nadie. Algunos de mis imitadores, tanto en la tierra como sobre la tierra, son peligrosos, como todos los plagiadores, porque no conocen el secreto de mi forma de ser”, manifiesta ese personaje.

Una de mis versiones favoritas es la que aparece bajo el nombre Satanás en Los siete pecados capitales , del filósofo español Fernando Savater. En esas páginas dialoga con el escritor sobre soberbia, gula, avaricia, ira, lujuria, pereza y envidia.

Incluyo en este repaso al que aparece en el cuento El Diablo sabe mi nombre , de la salvadoreña Jacinta Escudos. Reproduzco un párrafo: “Viene todos los días a visitarme. Habla mucho. Me cuenta historias de todos los países del mundo. De cómo los humanos luchan y temen el Mal, y de cómo se pasan la vida, inventando pretextos para ceder a las tentaciones y así quedar bien con Dios y con el Diablo”.

Diccionario del Diablo

En la literatura costarricense el Diablo está presente también en el cuento Uvieta , del libro Cuentos de mi tía Panchita . En esa obra, de la escritora Carmen Lyra (seudónimo de la educadora María Isabel Carvajal, 1887-1949) dicho personaje aparece con un nombre muy tico: el Pisuicas.

De Belcebú o Lucifer han escrito además autores de gran renombre mundial; entre ellos, los italianos Dante Alighieri ( La divina comedia ) y Umberto Eco ( Historia de la fealdad ), los alemanes Wolfgang Goethe ( Fausto ) y Thomas Mann ( Doktor Faustus ), el ruso Fiodor Dostoievski ( Los hermanos Karamazov ) y el inglés John Milton ( El paraíso perdido ).

No se quede sin conocer la versión de este personaje que nos ofrece el escritor y periodista estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914?) en el Diccionario del Diablo , publicado por Alianza Editorial.

Se trata de la compilación de una serie de artículos que Bierce publicó en un semanario de San Francisco, California, entre 1881 y 1906.

Este periodista llegó a ser conocido como “la pluma más temida del país” debido al sarcasmo, ira, irreverencia, crueldad y amargura que plasmaba en las páginas del periódico.

Más que un escritor crítico era un autor cítrico por lo ácido y agrio de sus publicaciones.

A Bierce lo amargaron su participación en varias batallas, los continuos ataques de asma, el divorcio, la pérdida trágica de sus hijos y los pleitos con sus jefes.

Dicho de otra manera, Ambrose Bierce exorcizaba en el papel sus demonios existenciales.

el diablo sabe escribir

Mordaz y agudo, dos palabras que definen al escritor Ambrose Bierce. Evidencia de ello algunas definiciones de su Diccionario del Diablo:

Economía: La compra de un barril de whisky que uno no necesita por el precio de una vaca que uno no se puede permitir comprar.

Vicepresidente: Normalmente, el vicepresidente es un hombre joven y guapo, con una corbata roja y un complejo sistema de telarañas que caen desde su nariz hasta el escritorio. Cuando un bedel le golpea sin querer con la escoba se forma una nube de polvo a su alrededor.

Odio: Sentimiento adecuado cuando la superioridad de otra persona se hace evidente.

Espalda: Esa parte del cuerpo de tus amigos que tienes la suerte de contemplar cuando las cosas te van mal.

Bahía: Lugar en el que los barcos que se protegen de las tormentas son víctima de la furia de los aduaneros.

Diplomacia: El patriótico arte de mentir en favor de nuestro país.

Monólogo: La actividad de una lengua que no tiene oídos.

Prevaricador: Mentiroso todavía en estado de larva.

Teléfono: Un invento del diablo que pone fin a alguna de las ventajas de conseguir que una persona desagradable se mantenga a distancia.

Fuente Diccionario del Diablo.