¿Es conveniente que los empleados hagan autoevaluaciones?

Permitir que los mismos empleados se califiquen ayudaría en su involucramiento

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En una empresa agroindustrial de gran envergadura, uno de los gerentes había comentado que le resultaba “complicado y difícil” completar, en relación con sus subordinados, los formularios de evaluación del desempeño utilizados en la organización. Por este motivo, acostumbraba dárselos para que se autoevaluaran.

¿Autoevaluarse? La autoevaluación tiene lugar con cierta frecuencia en las empresas.

La literatura especializada señala que es controversial. ¿Sirven para algo las autoevaluaciones? ¿Es posible que una persona sea objetiva al evaluar su desempeño en una organización? ¿Se autoevaluaría alguien como sobresaliente si la evaluación diese como resultado que se lo considerase pedante o engreído? ¿Existen personas sinceras que llegan al extremo de comentar su mal desempeño durante el período evaluado, aunque esto signifique arriesgar su estabilidad y su carrera en la organización?

J. Kruger y D. Dunning afirman que “la gente tiende a ver muy favorablemente sus habilidades en ciertas especialidades. En parte esto tiene lugar porque suceden dos cosas con aquellos que no las poseen. No solo llegan a conclusiones erróneas y se equivocan en sus decisiones sino también no se dan cuenta de su incompetencia” .

Otro autor, D. Grote, en un artículo de Harvard Business Review Blog Network , se opone a las autoevaluaciones en forma terminante: “Pedirle a un empleado que se autoevalúe crea una falsa impresión acerca de lo que significa la ‘evaluación del desempeño’. En aquellas ocasiones en que se le solicita que lo haga, especialmente utilizando el formulario de la empresa, es muy posible que el empleado crea que la estructura del proceso de evaluación del desempeño consiste en que tanto él como su jefe evaluarán por separado su conducta para luego reunirse, compartir sus respectivos documentos y llegar a un acuerdo sobre la evaluación. No es así. La evaluación del desempeño es un registro de la opinión del supervisor acerca de la calidad del trabajo del empleado. La reunión mencionada no es para negociar sino para discutir”.

Involucramiento

No todos comparten este punto de vista.

Diversos estudios llevados a cabo sobre sistemas de evaluación del desempeño resaltaron la importancia del involucramiento del empleado evaluado en el proceso de evaluación.

“Además, un sistema tradicional de evaluación de arriba hacia abajo es inconsistente con la tendencia hacia el involucramiento del empleado en el proceso, lo cual sugiere que la entrevista de evaluación del desempeño basada en la autoevaluación del empleado es más apropiada que una discusión que solo se basa en la evaluación del desempeño llevada a cabo por un gerente”.

Sea como fuere, las autoevaluaciones existen y hay que afrontarlas. A. Gallo, quien escribe para el citado blog, da las siguientes recomendaciones sobre qué se debe hacer y qué no, en caso de que sea necesario participar en un proceso de autoevaluación.

Qué hacer: a) averiguar, tal vez preguntándole al gerente, cómo se va a utilizar la autoevaluación; b) concentrarse en la medida de lo posible en los logros alcanzados durante el transcurso del periodo analizado, sin exagerarlos y sin desmerecerlos; y c) en el caso del gerente, mejorar el proceso todo lo que se pueda para hacerlo más efectivo.

Qué no hacer: a) no insistir en la mención de las debilidades que se posean, porque tal vez esta pudiera terminar siendo una actitud “suicida”; b) no ponerse a la defensiva ni criticar a otras personas. Se está haciendo una autoevaluación, no una evaluación de los demás; y c) no preguntar acerca de las oportunidades de crecimiento, sino más bien manifestar esta preocupación en forma sutil, tal como ser específico acerca de lo que se necesita para mejorar la contribución que se desea hacer a la empresa.

Tal vez resulte interesante saber que los empleados no son los únicos a quienes se les puede solicitar autoevaluaciones. L. J. Stybel y M. Peabody, en un artículo publicado en la Sloan Management Review del MIT, en el 2005, señalaron, por ejemplo, que la Bolsa de Nueva York exige que los integrantes de las juntas directivas de empresas que allí operan se autoevalúen periódicamente.