Escargot otorga tres caracoles y medio al restaurante Katöwa

Aires bribris en Studio Hotel

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Nomás visto el lugar, la decisión estaba tomada: la invitada sería la pintora y escritora Raquel Villarreal.

Es que este restaurante está situado en un hotel boutique, el Studio Hotel, en Santa Ana, decorado con tan extraordinario buen gusto, que es prácticamente una galería de arte costarricense contemporáneo, con obras que van desde Francisco Zúñiga hasta Isidro Con Wong, pasando por Rafa Fernández –del que hay varias pinturas exquisitas– y muchos otros más.

El nombre del restaurante es Katöw a , que en bribri significa “cómalo”, lo que subraya la declarada vocación del establecimiento a inspirarse en las tradiciones culinarias de esa etnia indígena, de relieve en las primeras páginas del menú, que incluye nombres de varios platos en esa misma lengua.

Entradas

Taquitos chipotle. Taquitos de ikuó (maíz), con tkróla (pollo), en salsa chipotle, cebollitas moradas encurtidas y culantro fresco, montados sobre ikuónene balóbalo (elote dulce). De elegante simplicidad el emplatado y buen sabor.

Patacones con pico ‘e gallo . Rabanadas de klóm áki (plátano verde) majadas y acompañadas de tomate, cebolla y culantro picados, marinados en limón. Bien hecho, aunque quizás sorprenda a los turistas, pero no a los nacionales.

Sopa de cebolla. Hecha a base de cebolla fresca de Santa Ana. Porción generosa y cumplidora.

Chaké wómota Jerez. Lomito de res, marinado y salteado al jerez, con bolitas de plátano verde y ajo. El lomito viene en trozos, aunque en el menú ofrecen “bolitas”, lo que confunde un poco. Cuando lo que llega no responde a la descripción, el paladar lo resiente. Servido con lechuguitas mixtas, semilla de marañón, balsámico de tamarindo y gotas de maracuyá.

Platos fuertes

Guisado de vegetales. Con arroz al pesto. Porción abundante y sabor agradable. Plato muy sencillo, apto para vegetarianos.

Nimá Corvina reina. Con pesto de culantro, espárragos, flan de alí (yuca), con chaka (crema) de tamarindo. Bien el pescado y su salsa. Sabor nuevo del flan de yuca, que podría ser más pequeño.

Kóchi Chaké. Lomito de cerdo. Con salsa de karwó (frutas tropicales), en oporto, en una cama de espárragos, con alî (papa) al romero. Muy apetitoso.

Tykró bitsi. Pechuga de pollo. Con espinacas, semilla de amapola, queso y flan de yuca. Gustoso y suave el pollo; muy sabroso el relleno de espinacas y queso. En la segunda visita nos agradó menos el flan de yuca, de gusto y textura un poco desabridos.

Postres

Flan de coco. Cumplidor.

Pastel de limón. Satisfactorio.

Mousse de maracuyá. Excelente, bien medido el dulce y el sabor y aroma de la fruta impregna el paladar.

A tomar en cuenta :

Para el establecimiento:

—La lentitud del servicio se explica por los frecuentes eventos corporativos en el último piso, pero no se justifica.

—Hay que buscar un mayor equlibrio de sabores en la fusión de elementos de origen indígena y los otros que componen los platillos. En algunos no hay armonía, sino solo agrupamiento.

Para los clientes:

—El lugar es muy agradable y la experiencia novedosa de su cocina con elementos bribris es muy interesante.

—Las porciones son generosas y los precios razonables.

—Vale la pena tomar el tour, guiado electrónicamente, de la abundante colección de obras de arte que posee el hotel.

Calificación final: Tres caracoles y medio

Dirección:100 metros sur de Más x Menos de Santa Ana.

Teléfono: 2282-0525.

El otro menú: Raquel Villarreal, enamorada de lo diverso y sorprendente

Esta fue la conversación con nuestra invitada al restaurante Katöw a , Raquel Villarreal Montoya, artista plástica, escritora, docente por vocación, maga por inspiración.

“Usted viene de una familia numerosa. ¿Cuál sería la principal ventaja que eso pudo tener durante su infancia y adolescencia?”

—“La diversidad de una comunidad grande, ligada a la relación afectiva con hermanas, hermanos y progenitores, aporta encuentros, desencuentros, confidencias y

enfrentamientos con clímax a veces apoteósicos. La necesidad de conocer, conocerse y ser en el mundo desde -y en- una finca agrícola y con un riachuelo que llamábamos el zanjón, se vio definida por la restricción paterna de no relacionarnos con gente extraña, más allá del núcleo familiar. La búsqueda y definición del yo se va dando entre la vivencia ideológica y emotiva de un catolicismo recalcitrante y la soledad compartida en una comprensión del mundo que excluye la posibilidad de mirar y asumir la incertidumbre, más allá de la cotidianidad”.

“¿Extraña al Escazú de su niñez?”

—“Es la pérdida del paraíso, de ese espacio material y mágico que fue la finca, los papiros, el zanjón, el caminillo que llevaba de mi casa a la casa del abuelo, y antes de que muriera, a la cama de la abuela. Es la ausencia de los juegos, el viento y lo mangos, de los árboles de naranja y malagueña, del aroma de los cipreses, del fluir del río y las crecidas que rebalsaban el puente. De la espera para pasar al otro lado o atrapar, con palos y cañas, las chucherías rotas y anegadas que vienen de arriba”.

“¿Guarda algún recuerdo especial de su etapa como docente de artes plásticas?

—“Para enseñar es necesario deconstruir los procesos de aprendizaje. Para aportar en la formación fue indispensable la introspección. Mirar, pensar, comprender, dilucidar los propios procesos, su naturaleza, caminos y sombras. A partir de allí, las conversaciones con los estudiantes, la preparación de las clases y escenarios de la expresión, el dibujo y el color. La asunción y celebración de logros y procesos, de análisis de trabajos. Los juegos de la mirada, el concepto, la mano y su manera de empatar y desempatar. Emocionarse con lo uno y lo diverso de las personas y sus procesos; el florecimiento del yo y el esplendor del logro. Profundizar en la necesidad de hacer siempre lo mejor, que es diverso y varía en cada paso, pero brinda parámetros y espejos”.

“¿Por qué comenzó a mezclar la literatura con la imagen?”

—“Me dijo una vez una estudiante extranjera que mezclar literatura e imagen parecía ser una característica costarricense. Pensemos en el Álbum de Figueroa y los

libros de Amighetti. En mi caso, nació como algo natural, quizás porque me gusta lo diverso y la sorpresa. Palabras y dibujos van contando y cantando de la mano, y a veces los textos plásticos y literarios avanzan hacia el desencuentro, no calzan. Van cada uno por su rumbo, porque la disonancia aporta contraste, destaque, brillo, interés y potencia para atrapar al ojo del alma”.

“¿Se definiría a sí misma como una feminista?”

—“El feminismo ha aportado y aporta mucho a la humanidad y a la mujeres. El hoy no sería tal sin el feminismo, sus luchas y luchadoras. Tengo un infinito

agradecimiento a las feministas, pero para ser una feminista me falta mucho, ya que es amplio, diverso y avanza día con día. Sin embargo, lo que ha sido mi vida

lo ha sido gracias a que crecí en un mundo que las feministas ampliaron y me brindaron. Siendo ocho mujeres y tres varones, contamos con la invaluable condición de que mi padre se esforzó hasta más allá de lo esperable y nos puso a estudiar . Gracias a esa situación tuve y tengo una vida de creadora y académica que ha

sido buena, muy buena y hermosa y que me permite tener hoy una condición de pensionada que es, ni más ni menos, que la posibilidad de rehacerme, de reinventarme y acceder a nuevos y diferentes espacios de vida y disfrute”.

“¿Dónde pueden nuestros lectores ver obra suya?”

—“Tengo un blog y una cuenta de Facebook donde mi hijo va colgando diversas obras mías de años anteriores, que han sido o no expuestas, y otras recientes y

actuales”.

“Ha participado en varios grupos de escritoras y artistas. ¿Qué piensa que le aporta a su arte el trabajo colectivo?”

—“Los eventos, que en la plástica son fundamentalmente las exposiciones, me enseñaron mucho. Aprendí a imaginarlos, producirlos, a crear los textos plásticos y

literarios. La participación en colectivos me ha brindado compañía y en algunos casos certezas, inquietudes, preguntas. El arte es un camino de incertidumbres donde no existe la certeza sobre la calidad o pertinencia del producto, más allá de la calidad, por demás subjetiva. Lo único que guía es la empatía que navega en el proceso.Los acompañamientos y aportes de otros ojos y oídos más allá de los propios suelen ser vitales. Me gustan los grupos diversos, las personas que se atreven a ver, pensar y decir, y mejor si ese decir puede ser irreverente, ya que creo en el arte como zona de frontera, pues lo ya hecho y dicho no vale la pena repetirlo. El arte es siempre nuevo, retador y es necesario atreverse a jugar consigo misma y con la incertidumbre, con las ideas, los conceptos, los ojos y las palabras. Ahí aporta mucho la compañía, y la amistad da, además, calor humano, alegría y mucho placer, en el conversar, reír, bromear, romper moldes y estereotipos al vivir”.

“¿Un sueño que aún quisiera realizar?”, le pregunto para cerrar nuestra velada. Y me responde con su habitual humor juguetón:

—“He realizado lo más grueso de mis sueños y sin embargo sueño y quiero seguir creando, jugando, inventando propuestas, puertas, ventanas, conceptos, ideas y espejos para renovarme, pararme de cabeza y mirar con los ojos volcados hacia atrás y bizcos, a las otras calles y las nuevas aceras”.

Delikatessen

El efecto “libre de gluten”

—El gluten es una proteína, presente en la mayoría de los cereales, entre ellos el trigo, que adhiere las moléculas de almidón y le da la consistencia a la miga del pan.

—Algunas personas son intolerantes a esa sustancia, lo que ha generado restaurantes y panaderías “libres de gluten”, tendencia que está en crecimiento y ha llegado hasta el prestigioso restaurante de Alain Ducasse en el Hotel Plaza Athénée, en París; y a la famosa Maison Kayser, del panadero artesanal Eric Kayser.