Escargot otorga tres caracoles y tres cuartos a El Tomatito

Tapas y comida mediterránea

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Un escritor y un físico, ambos catedráticos universitarios, unen esfuerzos y dan dos cursos en equipo en la Universidad de Costa Rica con mucho éxito; poco a poco el camino en colaboración les conduce a escribir un libro a cuatro manos. Ese es el caso de Alí Víquez y Manuel Ortega, quienes recién han publicado juntos una excelente novela.

Con ellos fuimos a nuestra segunda visita a El Tomatito, que acaba de abrir sus puertas y se autodefine como “boquería del Mediterráneo”.

Entradas

Papas bravas. Como deben ser: crujientes y picantes, aunque quizás muy pequeñas. Acompañadas de buen alioli de ajo rostizado y salsa picante.

Cazuela de mejillones con concha, a la marinera, con salsa de vino blanco y perejil. Porción considerable. Excelente sabor, la salsa invitaba a terminarla con un poco más de pan tostado.

Polenta con ragú de hongos. Sabrosa, por encima, hongos frescos rebanados, en cantidad de salsa exacta para que no se convierta en atol.

Ensalada verde. Lollo rossa, arúgula, albahaca, nueces, uvas y gorgonzola, aderezada con una vinagreta de vino moscato. Acompañada con focaccia .

Gazpacho. Pepino, chile dulce, ajo y tropezones de pan al horno. Emplatado original. Los vegetales vienen en el fondo de un plato hondo, arreglados como una bandera. Aparte, la sopa fría de tomate, con aceite de oliva extravirgen para verterla encima. Deliciosa y abundante.

Platos fuertes

Atún mar y tierra. 200 gramos de atún marinado en naranja y miel, acompañado con quinoa. Excelente, en el punto exacto y estupendo el sello de pistacho y chía.

Torta extremeña. Elaborada con papa, chile dulce, zucchini , cebolla caramelizada y chorizo español. Tierna y gustosa.

Lomito a la sevillana. 200 gramos de lomito en una robusta salsa de whisky , de textura agradable. Acompañado con papas bravas. Suave, jugoso y en el término pedido.

Pizza Margarita. Mozarella , tomate y albahaca. Pasta rústica, bien hecha y los ingredientes frescos como lo promete la carta.

Pizza de ayote sazón, con queso gorgonzola, mozarella, hierbas aromáticas y arúgula. Original; combinación de sabores inusual, pero muy bien lograda. Una buena inclusión en el menú.

Postres

Cheese cake de nutella. Muy buena textura, combinación adecuada de sabores.

Pastel de pecanas. Con helado y hoja de yerbabuena. Sabroso, con el dulzor intenso.

Cheese cake de fresas. Cumplidor.

Pastel de zanahoria. Fuera de serie. Una porción abundante que desapareció en tiempo record.

Delikatessen

—La lechuga lollo rossa , cuyo nombre científico es Lactuca sativa acephala , es una variedad de lechuga de origen italiano, que solo en fecha reciente ha comenzado a utilizarse en nuestro país con mayor profusión.

—Es una variedad de hoja suelta, rizada, atractiva y brillante, de color rojo-cobre en la parte superior, mientras que la inferior es verde clara.

—Las hojas son de bordes ondulados y aserrados y tienen una textura crujiente.

—Su sabor, fuerte, tiene un ligero tono amargo, debido a su alto contenido de minerales. También aporta vitaminas A y C.

A tomar en cuenta

Para el establecimiento

—La torta extremeña se beneficiaría con el acompañamiento de alioli o alguna otra salsa especial.

Para los clientes

—El sitio se presta para disfrutar entre amigos, en un ambiente distendido e informal.

—Los precios son razonables @y la comida de calidad; aunque el menú es pequeño, se adapta a gustos variados.

Restaurante El tomatito

Calificación Final: Tres caracoles y tres cuartos

Dirección: En Hotel María Alexandra, Escazú, del Vivero Exótica 100 oeste y 325 sur.

Waze: https://waze.to/lr/hd1u0mxbk3

Teléfono: 2228-4876.

El otro menú

Alí Víquez y Manuel Ortega: Un libro escrito entre dos

Marjorie Ross

Hay en la historia de la literatura variados ejemplos de libros escritos al alimón, aunque no tantos en nuestro país, pero siempre entre dos escritores. Recuerdo a Ilya Ilf y a Eugenio Petrov, Cesare Pavese y Bianca Garufi, Paul Eluard y André Breton, Borges y Bioy Casares, entre otros. Ahora incluso se dice que hay una tendencia hacia las autorías compartidas.

La conjunción de un escritor y un científico, Alí Víquez -especialista en varios autores, entre ellos Jorge Luis Borges, Fédor Dostoïevski, Albert Camus, e Isaac Felipe Azofeifa- y Manuel Ortega –quien ha dictado 30 cursos universitarios distintos en 13 años, en los departamentos de física, literatura, antropología y música de la UCR, muchos de ellos creados por él en el espíritu de la interdisciplinariedad-, se me hace menos común y realmente me intriga cómo pudieron lograr un producto tan excelente como lo es su novela de reciente publicación 'Los peces de Cooper'. Comparto con ustedes mis preguntas de sobremesa y las respuestas de ambos, señaladas con sus iniciales para mayor claridad.

—Se dice que escribir un libro a cuatro manos es como tocar piano entre dos. ¿Qué diferencias ven ustedes entre ambos procesos?

A.V.—"Recuerdo que cuando dábamos clases juntos, en el curso 'Expresión literaria de ideas de la ciencia', decíamos que aquello era como tocar al jazz, improvisando entre los dos. Creo que nos parecíamos más a los jazzistas que a los pianistas, porque siempre nos dimos algo de espacio para improvisar, en el sentido de que no nos pusimos a escribir ya con todo el camino trazado (como una partitura previa que ya conocen los pianistas), sino que escribíamos más o menos conforme íbamos resolviendo el rumbo que queríamos darle al libro".

M.O.—"Una vez le preguntaron a dos hermanos siameses qué se sentía estar unidos por el vientre de por vida. Ellos respondieron: '¿comparado con qué? Siempre hemos estados así'. En mi caso, yo sólo he trabajado en mi carrera en la forma de colaboración, entonces para mí 'lo natural' fue escribir la novela en colaboración –esta parte en realidad no significó ninguna novedad, hacer literatura sí lo fue. Además, los físicos somos escritores profesionales; el objetivo más importante de la vida del físico es la comunicación escrita de sus ideas, un proceso que tarda muchísimos años en 'perfeccionarse' (nunca es perfecto en realidad), y si bien es cierto que no es lo mismo escribir un paper científico que escribir una novela, difícilmente uno empieza 'desde cero'. La comparación es apta. Alí mencionaba que era no solamente como tocar piano, sino como tocar jazz, en donde reina la incertidumbre. Es interesante que si uno solo de los dos autores hubiera asumido total control sobre la obra en las fases finales, los productos hubieran sido muy distintos (y no sé si para bien). Yo insistí mucho en que partes de la novela se publicaran solamente en línea, y al final no se hizo así (aunque existe en la realidad la página web del grupo del Prof Mihlekun, no sé si la gente se da cuenta de que es así)".

—Hay antecedentes de novelas al alimón en las que los autores se turnan los capítulos o bien uno bocetea y el otro escribe. ¿Hubo división de tareas para escribir su obra? ¿Cómo se dio?

A.V.—"No nos turnamos para escribir, pero sí ocurrió que, después de decidir qué queríamos desarrollar en una parte determinada, uno de los dos lo escribía. Después el otro lo leía, le hacía observaciones y volvía a escribirse. A veces, yo escribía una parte y le dejaba 'encargos' a Manuel, es decir, quedaban vacíos para que él escribiera o desarrollara más ciertas ideas. Lo fundamental, creo yo, es que siempre nos pusimos de acuerdo sobre lo que íbamos a escribir antes de ejecutarlo".

M.O.— "No empezamos el proceso definiendo tareas claras. Hubo muchísima discusión y muchísima conversación, claro está, pero no siento que haya habido fragmentación del proceso. Diría que en un 80% el proceso fue conjunto (al menos en la articulación de conceptos). Ya en la práctica, Alí hizo la mayor parte de la prosa y yo me esforcé en que los conceptos científicos no espantaran a los y las lectoras. Hubo momentos también en que escribimos hombro a hombro. Una última cosa", agrega. "Siento que es muy apto que en una novela sobre el tema de la complejidad, el proceso de escritura esté a cargo de un colectivo (aunque sean solamente dos personas) más que de un único autor. El proceso mismo de generación de la novela involucró un modus operandi de espíritu complejo".

—Uno de los dos es literato y el otro científico. Qué prevalece en la obra: ¿la verdad científica o la imaginación literaria?

A.V.—"Esta es una pregunta difícil. Lo que puedo decir es que aprendí que la ciencía y la literatura hacen propuestas que no se dirigen hacia la verdad ni hacia la imaginación, sino hacia una combinación de ambas. Creo que tanto Manuel como yo quisiéramos ser parte de una tercera cultura, que no es parte de la cultura de los científicos puros ni de los artistas puros, sino un espacio intermedio de diálogo. Ahora bien, siempre nos interesó que esta novela tuviera un respaldo científico bien consolidado (o sea, que no dejara volar la imaginación sin una base en la ciencia rigurosa), pero a sabiendas de que la ciencia actual (a diferencia de la ciencia ilustrada, tipo siglo XVIII) elabora sus propuestas sin tener certezas últimas".

M.O.—"¡Creo que ambas cosas! Aunque sustituiría 'verdad científica' por 'ideas científicas'. Consideraría un fracaso el que nuestra obra favoreciera una sobre la otra. La novela debe inducir a quien la lea a las ideas de la complejidad de manera ingeniosa e imaginativa, al menos ese fue el objetivo".

—¿Se han encariñado especialmente con alguno de los personajes? ¿Con cuál y por qué?

A.V.—"Mi personaje favorito es la tía Mariana. Ella es un personaje irreverente y travieso, pero también es comprensiva y funciona como un primer motor que empujó a los hermanos hacia la resolución del caso. Hago una confesión personal, que ni siquiera le he hecho a Manuel: cuando escribíamos esta novela, ya mi papá estaba padeciendo de la demencia senil que finalmente acabó con él, y yo sabía que no le iba a poder mostrar este texto a él, que siempre tuvo mucho interés en la ciencia. De manera que no es casual que la tía Mariana se quedara a mitad de camino, sin conocer el resultado de aquello que impulsó".

M.O.—"Yo realmente siento que Alberto es un personaje al cual se le podría dar mucho más espacio. Esta visión solo me vino después de leer la novela, tiempo después de haberla escrito. Se podría construir una novela entera solo de él".

—Hay críticos literarios que afirman que escribir al alimón es fundamentalmente un divertimento, una búsqueda placentera. Silvina Ocampo contaba que las carcajadas de Borges y Bioy cuando escribían juntos, resonaban por toda la casa. ¿Fue divertido escribir entre dos?

A.V.—"Yo lo encontré muy divertido, pero no creo que se oyeran nuestras carcajadas a menudo. Pienso que fue una diversión en el sentido de que siempre me ha divertido aprender, y aquí yo aprendí muchísimo de los temas científicos".

M.O.—"Fue divertido, y fue también estresante".

— ¿Qué fue lo más difícil de escribir entre dos?

A.V.—"Para mí, lo más difícil de escribir entre dos tuvo que ver con amoldarse a los plazos. A veces yo quería apresurar una parte y Manuel (que, al igual que yo, tiene que trabajar para ganarse la vida) no lo podía hacer en ese momento. Cuando se escribe solo, si se está impaciente por continuar la obra, se deja todo tirado y se pone uno a escribir, pero entre dos eso es imposible".

M.O.— "La segunda parte fue particularmente difícil. Nuestra idea original de una escritura hecha a base de párrafos totalmente independientes sonaba bien en teoría, pero su ejecución se complicaba. Al final, cambiamos de estrategia, pero creo que salió bien".

—¿Han pensado en hacerlo de nuevo? ¿Tienen tema escogido?

Å.V.—"Sí lo hemos pensado, pero todavía no estamos de acuerdo. Le pregunté a Manuel una cosa muy ambiciosa, que de momento está en el aire: ¿cómo responderíamos desde la física a la pregunta filosófica de 'por qué el ser y no la nada'? Veremos si somos capaces de entrarle nada menos que a eso...".

M.O.— "A mí me gustaría mucho repetir la experiencia, aunque no hay tema escogido aún".

—¿Qué les gustaría que fuera diferente una próxima vez?

A.V.—"Bueno, a mí me gustaría que dispusiéramos de más tiempo para escribir, pero eso solo ocurriría si nos pegáramos la lotería los dos. O sea, probabilidad computable en cero. Por otro lado, y esto no lo he conversado antes con Manuel, me gustaría intentar una forma de expresión más condensada, más tirando al cuento que a la novela, porque así tal vez podríamos avanzar más rápidamente y desarrollar una mayor cantidad de temas".

M.O.— "No le cambiaría gran cosa... Tal vez hacer una obra en inglés... con las ventajas que esto conlleva. Un detalle que es puramente de forma pero que al fin y al cabo influyó, es el uso del programa Word de Microsoft en lugar de los editores a los cuales uno como físico está acostumbrado. Esto fue muy molesto", señala con una sonrisa.

Y es así, con una amplia sonrisa, como termina un ameno almuerzo con los autores de una novela nacional que vale la pena leer: "Los peces de Cooper".

Recomendación de lectura

"Los peces de Cooper". Novela de Alí Víquez y Manuel Ortega. Editorial de la UNED, 2015.