Hernán Yglesias Rosales

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Esta historia no empieza, como casi todas, en San José. Esta, más bien, prefiere empezar al calor del sol ardiente de la pampa nicoyana, en una finca de ganadería lechera.

Al biodiesel también le gusta ese clima, por cierto. “Mientras más caliente, mejor”, dice Hernán Yglesias, protagonista de esta historia.

Para decirlo rápido, Hernán es así: treinta años, agrónomo, ganadero, exgerente del departamento de carnes del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y productor de biodiesel en Guanacaste.

Para decirlo lento, Hernán es un muchacho que quiere romper con el paradigma energético de este país. ¿Por qué ensuciar el aire si se puede mover motores con energía renovable y limpia?

Lleva casi cinco años en el mundo del biodiesel , entre preparación y práctica. Lo elabora con el desecho del aceite que antes le regalaban hoteles y restaurantes. Ahora, las empresas saben que pueden obtener réditos de lo que antes era un despojo y se lo venden.

La cadena productiva se extendió. Algunas personas empezaron a revender el aceite que recogían en otros negocios para llevárselo a Hernán, quien lo transformaba en combustible en su pequeña fábrica.

Los amigos fueron los primeros clientes, luego llegaron otros particulares y ahora le vende a compradores más grandes. Tiene dos empleados de medio tiempo y el proyecto prospera, pero busca nuevas alternativas.

“Aún recogiendo todo el aceite que se desecha en Costa Rica, no le haríamos ni cosquillas a la factura petrolera de Guanacaste”, dice él.

Como las ambiciones son muchas, Hernán se alió con una empresa generadora de semillas modificadas para producir una planta cuyo aceite no sirve para comer, pero sí para generar energía. La historia que empezó en Nicoya toma ahora un nuevo rumbo.

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