Industria del calzado de Costa Rica está cerca de la extinción

Producción a gran escala es aislada; fabricantes carecen de materia prima local y de mano de obra

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Nunca hubo grandes fábricas, pero sí se consideraba que había una industria local sólida. Sin embargo, hoy en día los fabricantes de calzado en el país son un negocio en extinción.

Sobreviven aún esfuerzos de micro y pequeños empresarios y un par de casos aislados de producción a mayor escala; no obstante, el aumento en las importaciones y la disminución de materia prima local han empujado a muchos a salirse del negocio o reinventarse para sobrevivir.

Varios fabricantes consultados afirmaron que en los últimos cinco años sus ventas han disminuido o se han estancado.

“Cuando empecé hace 30 años, hacíamos hasta 50 pares diarios, después unos 20 y ahora es casi que solo por pedido”, comentó Lucrecia Loría, propietaria de Calzado Lucre en Cartago.

Además, desde mediados de la década pasada, el ingreso al país de zapatos importados ha venido en aumento.

Brasil, Estados Unidos y China son los principales lugares de donde se importa; el último país es el de mayor auge.

Mientras que la oferta de Brasil ha disminuido un 7%, la de Estados Unidos creció un 36,2% y la de China un 47,4%.

Aunque en menor cantidad, también se ha incrementado la oferta colombiana y centroamericana, según la Promotora de Comercio Exterior (Procomer).

A esta situación de sobre oferta, se suma la entrada al país de grandes zapaterías internacionales como Best Brands y Payless Shoes Source en 1999 y el 2000, respectivamente, que ofrecen variedad de calzado de marcas reconocidas a precios accesibles.

“Además de que hay muchísima oferta, la gente se cuida mucho en lo que gasta desde la crisis, y si gasta, busca lo más barato, aunque sabe que le dura menos”, agregó Loría.

Ventas duras

Los fabricantes apuestan al sentido común del costarricense para vender.

Consideran que el tico sabe que ciertos zapatos importados son más baratos pero de menor calidad, mientras que la compra de uno nacional conlleva calidad y durabilidad por el tipo de materiales.

Sin embargo, esa premisa no les ha alcanzado para mantener el negocio del todo.

“Me he dado cuenta de que los ticos no tenemos cultura de ‘calidad’, lo único que les importa son los precios bajos”, opinó Silvia Ulate, propietaria de Enrredos Sandalias.

Aunque varios empresarios indicaron que se dirigen a un segmento diferente del de los zapatos importados, admiten que la variedad de oferta no permite clasificar el calzado solo en bueno o malo.

Otro factor que complica las ventas son los puntos de venta. Las tiendas propias son casi un sueño para los pocos fabricantes que quedan, por lo que las ventas dependen de sus distribuidores o sus esfuerzos propios por enganchar al cliente directamente.

Calzado Calderón ingresó al negocio desde 1935 pero no cuentan con tienda. Igual caso el de La Bilbaína.

Calzado Lucre tuvo su tienda pero las ventas bajas la obligaron a fabricar solo por encargo.

Enredos Sandalias, por su parte, maneja un esquema de venta aún más estrecho, pues solo vende a través de la red social Facebook y mediante ferias de artesanías; así se ha mantenido por dos años, lapso en el que las ventas han venido disminuyendo.

Del Barco es una excepción y es de los únicos negocios que camina con más firmeza. Su propietario, Daniel del Barco, comentó que planea abrir en el mediano plazo sus propias boutiques .

Falta mano de obra y material

Otras de las dificultades para mantenerse en la industria es el abastecimiento local de materia prima, lo que obliga a importar a costos más altos.

Al ir desapareciendo la demanda de botones, cuero y suelas, los proveedores cerraron y dejaron en condiciones complicadas a los que aún producen.

Las grandes tenerías, como Montecillos o Primenca, encontraron más rentable exportar el cuero salado a China que venderlo en el mercado local.

De hecho, el valor de las exportaciones de cuero en bruto y de pieles curtidas se duplicó en los últimos cinco años.

La desaparición de los pequeños talleres llevó también a que los profesionales escasearan.

“La mano de obra especializada que existía ha migrado a otros oficios o servicios, pero no necesariamente para mejorar”, manifestó Edwin Calderón, propietario de Calzado Calderón.