Inversión china ha traído empleos a Ohio, pero también crecientes choques culturales

Aunque la inversión en una fábrica de vidrios generó empleo también provocó problemas por el manejo de la seguridad de los trabajadores y el exceso control de los chinos

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Cuando una cristalería china gigantesca llegó aquí en 2014 y empezó a gastar lo que llegarían a ser más de $500 millones para restaurar una planta de General Motors abandonada, pareció lo contrario a la historia conocida: los chinos supuestamente están robándose los empleos estadounidenses, como ha señalado nada menos que el presidente Donald Trump.

Pero ahora los chinos de pronto los estaban creando. Más de 1.500 empleos, de hecho.

La compañía china, Fuyao Glass Industry Group, decidió que valía la pena gastar en este suburbio de Dayton para estar cerca de sus clientes clave: las grandes empresas automotrices basadas en EE. UU. que compran millones de parabrisas cada año.

Y no fue la única.

Desde 2000 hasta el primer trimestre de este año, los chinos invirtieron casi $120.000 millones en Estados Unidos, según el Rhodium Group, que da seguimiento a estos flujos. Casi la mitad de esa cantidad ha llegado desde principios de 2016, haciendo de China una de las mayores fuentes de inversión directa extranjera de este país durante ese periodo.

Pero con la explosión de la inversión han llegado problemas inesperados. En Fuyao, se está dando un importante choque cultural en la planta, y algunos trabajadores están poniendo en duda el compromiso de la compañía de operar bajo la supervisión estadounidense y las normas estadounidenses.

Fuyao enfrenta una cáustica campaña sindical de parte de United Auto Workers y una demanda de un exgerente que dice que lo despidieron en parte porque no es chino.

La inversión incluso ha provocado ansiedad en China, donde los comentarios de parte del presidente de la compañía, un multimillonario que se hizo gracias a su propio esfuerzo llamado Cao Dewang, provocaron un debate sobre la competitividad del país.

“Cao Dewang se comportó como un traidor”, escribió una persona en Weibo, el popular sitio de microblogging chino. “Estableció una fábrica en Estados Unidos para solucionar el empleo ahí”.

Solucionar el empleo es, por supuesto, la promesa que llevó a Trump a la presidencia. Desde su victoria, empresas extranjeras como Bayer, SoftBank e Infosys han actuado para alinearse con ese objetivo –y evitar una reacción negativa de la campaña de “Estados Unidos primero”– promoviendo planes para miles de empleos basados en Estados Unidos. Pero la experiencia de la planta de Fuyao muestra los potenciales obstáculos que hay en el camino.

El sindicato, que empezó a reunirse con los trabajadores en 2015, intensificó sus esfuerzos públicos en abril con una feroz reunión que destacó las reglas aplicadas arbitrariamente y las represalias contra los que se quejaron.

Una empleada, Lisa Connollny, se quejó de que Fuyao disciplinaba a los trabajadores por sus ausencias si no solicitaban sus permisos pagados con suficiente anticipación, mientras que un ex empleado, James Martin, dijo que la compañía lo había expuesto a químicos fuertes que le causaron ampollas en los brazos y disminuyeron su capacidad pulmonar. (Martin perdió su empleo por el exceso de ausencias mientras estaba de permiso con goce de sueldo en enero).

Fred Strahorn, el líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes de Ohio, dijo a la audiencia que la operación de Fuyao se sentía “un poco como una situación de rehenes”, y prometió “mostrar a Fuyao que las cosas son un poco diferentes en Dayton, Ohio”.

En noviembre, la Agencia de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA, por su sigla en inglés) multó a Fuyao con más de $225.000 por violaciones como acceso insuficiente a seguros que interrumpan la electricidad en una máquina cuando los trabajadores la están arreglando o le están dando mantenimiento. Esos lapsus son comunes en la brutalmente competitiva industria de las autopartes, dijo David Michaels, profesor de la Universidad George Washington que dirigió la OSHA hasta enero, pero fácilmente pueden producir amputaciones o incluso la muerte.

La compañía llegó a un acuerdo en marzo que redujo la cantidad a $100.000 y requirió medidas correctivas.

Eric Vanetti, vicepresidente para recursos humanos, admitió un elemento de agitación en la planta a fines del año pasado. Pero dijo que la atmósfera había mejorado significativamente en los últimos meses y que muchas de las nuevas medidas de seguridad estaban en marcha antes del arreglo al que la empresa llegó con la OSHA. La compañía también concedió a los empleados de producción, a los que se paga por hora, un aumento de $2 por hora.

Una complicación en Fuyao es la relativa novedad de las inversiones “en campo virgen” chinas en Estados Unidos, en las cuales las compañías extranjeras construyen instalaciones nuevas en vez de adquirir las existentes.

Las dos caras

El enfoque tiene ventajas para ambas partes.

“Si yo no invirtiera en el área de Dayton, es muy poco probable que alguien invirtiera algo más en la industria de los cristales automotrices en EE. UU.”, dijo Cao.

Kristi Tanner, destacada funcionaria en JobsOhio, la corporación privada de desarrollo económico de Ohio, que ayudó a atraer a Fuyao al estado, señaló en una declaración que la empresa había “transformado una enorme planta de ensamblaje de GM largo tiempo vacía y ofrecido un impulso económico”.

Pero los proyectos pueden sufrir cuando los inversionistas no están familiarizados con el ambiente regulador y político de EE. UU., como muchos ejecutivos en China, donde los estándares de mano de obra tienden a aplicarse menos estrictamente.

En 2014, un fabricante de tuberías de cobre chino llamado Golden Dragon abrió una planta en el Condado de Wilcox, en Alabama, con fanfarrias tipo las que rodearon a Fuyao, invirtiendo más de $100 millones para crear lo que se esperaba fueran 300 empleos locales. Para fines de ese año, en medio de quejas sobre falta de seguridad y salarios bajos, los trabajadores votaron por estrecho margen a favor de sindicalizarse.

En Fuyao, los trabajadores dicen que ha habido mejoras en la seguridad, aunque algunos citan problemas continuos. Una empleada, DeAnn Wilson, se quejó de que su área carecía de ventilación adecuada aun cuando trabaja alrededor de máquinas que emiten humo. (John Crane, director de salud y seguridad de Fuyao, dijo que el humo era vapor que resultaba del aire caliente que entra en una sala fría).

Otros trabajadores dijeron que pese a la insistencia de la compañía de que quería entregar la planta a gerentes estadounidenses, ha aumentado la proporción de supervisores chinos en los últimos meses.

Esa afirmación coincide con la queja legal de David Burrows, quien fue destituido como vicepresidente de la planta en noviembre, junto con el presidente de la planta, John Gauthier.

“Desde que esos dos fueron despedidos, se tiene un ambiente más chino que antes”, dijo Duane Young, trabajador de la planta.

Afirmó que los chinos tenían poco interés en capacitar, compartir responsabilidad con o incluso involucrar a empleados estadounidenses.

En una entrevista en Pekín, Cao dijo que había reemplazado a Burrows y Gauthier porque “no hacían su trabajo sino despilfarraban mi dinero”. Lamentó que la productividad en la planta “no sea tan alta como la que tenemos en China”, y añadió que “algunos de los trabajadores simplemente están de holgazanes”.

Athena Hou, directora legal de Fuyao Glass America, llamó a la demanda de Burrows “legalmente carente de méritos”. Gauthier y Burrows no respondieron a solicitudes de comentarios.

En cierta medida, las normas culturales podrían explicar las tensiones.

Mary Gallagher, quien dirige el Centro Lieberthal-Rogel para Estudios Chinos en la Universidad de Michigan, dijo que emprendedores como Cao a menudo llenan sus fábricas con migrantes de áreas rurales, de quienes esperan que sean relativamente sumisos, a diferencia de los trabajadores estadounidenses, que esperan un estilo gerencial más profesional.

“Probablemente, él nunca ha tenido este tipo de presión de parte de la fuerza laboral”, afirmó.

Vanetti dijo que Fuyao seguía empeñado en su cronograma original de cuatro a cinco años para entregar la planta a un cuerpo gerencial predominantemente estadounidense y que recientemente había contratado a dos vicepresidentes estadounidenses más.

Pero Weiyi Shi, profesora de economía política en la Universidad de California en San Diego, dijo que las inversiones extranjeras chinas en África y Asia demostraban un patrón de renuencia de transferir las operaciones al control local.

“A nivel gerencial, se ve que el personal técnico tiende a ser más de China”, afirmó. “El único empleado local que contratan a nivel gerencial superior sería el director de recursos humanos”.