Los techos palaciegos de París en el siglo XVII se lucen en el Museo del Louvre

Exhibición explora, hasta el 19 de mayo, cuatro lugares emblemáticos: el Louvre, el desaparecido palacio de las Tullerías ---incendiado en 1871---, el de Mazarin y el Palacio Lambert

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El Museo del Louvre inaugura este jueves la exposición Peupler les cieux, reconstrucción de la selecta población de míticos héroes y dioses que reinaron en el París del siglo XVII desde los techos de sus palacios más lujosos.

Los autores de las 88 obras seleccionadas se cuentan, asimismo, entre los más grandes de su tiempo, de Le Sueur a Le Brun, Perrier o La Fosse, pues aquel fastuoso ornamento palaciego fue “uno de los sectores más importantes de la producción artística del Gran Siglo en París”, explicó la comisaria de la muestra, Bénédicte Gady.

Fruto del trabajo de décadas de investigación y de un proyecto aprobado en 2011, esta exhibición explora, hasta el 19 de mayo, cuatro lugares emblemáticos, el Louvre, el desaparecido palacio de las Tullerías -incendiado en 1871-, el de Mazarin y el Palacio Lambert.

Allí donde grandes pintores y escultores, y a veces también artistas anónimos sin vocación de celebridad, “hicieron obras maravillosas”, muchas de ellas hoy desaparecidas, al no ser, por definición, “objetos museísticos”, explicó la comisaria.

Para tratar visualmente y científicamente este tema, se reunieron dibujos que muestran todas las etapas de la concepción de los techos, desde las primeras ideas hasta los estudios de figuras o los dibujos de ejecución, indicó.

Así puede verse cómo evolucionó la reflexión de los artistas, el trabajo colectivo y la evolución estilística desde los “techos a la francesa” y sus robustas vigas pintadas, dominantes aún hacia 1640, hasta que a finales de siglo se habían generalizado el los salones más aristocráticos de París las grandes bóvedas unificadas, inicialmente de inspiración italiana.

Apenas el 10% de las piezas expuestas prepararon decorados que todavía existen”, en parte porque hay obras de catálogos y modelos posibles, pero ante todo por ser un arte tan difícil, sino imposible, de conservar, recalcó Gady.

La historia del arte, añadió, “está hecha de muchas más pérdidas de este tipo de creaciones que de cuadros de caballete”.