Negocios en Colombia intentan reactivar sus actividades durante la pandemia contra todo pronóstico

Pese a que algunos comercios ya abrieron, sus locales no tienen clientes por el temor al contagio

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Bogotá. GDA. Cuando Angie Paola Alfonso volvió a trabajar el mes pasado en Sax Peluquería & Barbería, pensó que lo peor había quedado atrás. La esperanza era que después de casi noventa días de parálisis, aquel que había sido un exitoso negocio ubicado en el barrio Bolivia -en el occidente de Bogotá- lograra atraer clientes con rapidez.

“Nada de eso sucedió”, cuenta la estilista. “A pesar de todas las medidas de bioseguridad que adoptamos y de las inversiones hechas, la gente no llegó. Y ahora, con el cierre de dos semanas decretado por la alcaldía, seguir es imposible”, agrega.

El anterior es apenas un ejemplo más de una crisis que no termina. Sin desconocer la necesidad de ponerle freno al rápido crecimiento de enfermos de COVID-19 en el país, y especialmente en el Distrito Capital, los anhelos de reactivación se siguen posponiendo en una buena cantidad de sectores. Como consecuencia, ningún analista habla ahora de una recuperación en forma de V.

Es verdad que después de la pausa en abril las cosas comenzaron a mejorar en mayo, pero diferentes indicadores muestran que la economía colombiana anda a un ritmo que es entre cinco y diez por ciento inferior al observado a comienzos de 2020.

Detrás de los números están las historias de millones de personas que ya sienten un profundo deterioro en su calidad de vida y que todavía no tienen claro cómo van a salir adelante. Buena parte de las dificultades están relacionadas con la pandemia.

Hasta que el número de casos activos de coronavirus no empiece a descender en términos absolutos, junto con la ocupación de las instalaciones hospitalarias, será imposible acelerar los procesos de reapertura pendientes. Adicionalmente, los ejemplos de distintas latitudes muestran que el consumo demorará en repuntar, debido a que muchas familias vieron caer sus ingresos.

Mucha gente seguirá sin visitar un centro comercial o un almacén por temor a contagiarse. Entre aquellos que todavía conservan su empleo la propensión a gastar es menor y la de ahorrar es mayor, ante la certeza de que es mejor guardar dinero para el futuro si las cosas siguen así o incluso se ponen más difíciles.

Pasar a la ofensiva

Asumir una actitud pasiva y dejar que la marcha de la actividad económica esté plenamente condicionada por lo que suceda en el campo de la salud llevará a una depresión más prolongada y dolorosa. Por tal razón es obligatorio pasar a la ofensiva.

Definir programas y estrategias que conduzcan a que el aparato productivo gire con mayor velocidad es una de las principales obsesiones de los diferentes gobiernos en los cinco continentes, pues más allá de las particularidades de cada uno, los retos son los mismos.

En Colombia sucede algo similar. Así quedó expresado el 20 de julio, cuando Iván Duque instaló las sesiones del Congreso. De acuerdo con el mandatario, la administración asume un “nuevo compromiso” que abarca cuatro grandes temas: generación de empleo, crecimiento limpio, apoyo a los más pobres y vulnerables y respaldo al campo.

El monto de recursos involucrados ascendería a unos 100 billones de pesos ($27.000 millones), que equivalen a algo menos del 10% del producto interno bruto. Si bien la cifra suena alta, los analistas ya comenzaron a desmenuzarla.

Lo primero que salta a la vista es que entre los propósitos específicos se incluyen los proyectos que venían de atrás, como sucede con las obras de infraestructura de mayor envergadura. Ese es el caso de las concesiones viales de cuarta generación o de la construcción del metro de Bogotá.

Algo similar ocurre con el desarrollo de energías renovables que responden a la instalación de plantas solares y eólicas que estaban definidas desde antes. Buena parte de los emprendimientos mencionados -unos 40 billones de pesos ($10.800 millones)- dependen de los recursos que aporte el sector privado.

Al mismo tiempo, la idea es que el Estado haga un esfuerzo adicional, que en todo caso se encuentra limitado por el escaso margen en materia fiscal. Una primera señal se conocerá esta semana, con ocasión de la radicación del proyecto de presupuesto general de la Nación en el Capitolio.

En principio, la inversión pública subiría casi el 30% frente al rubro del año pasado. Ello permitiría financiar un paquete de subsidios importante para la compra de vivienda, al igual que programas a cargo de los diferentes ministerios, los cuales irían desde el impulso a las industrias creativas hasta plantas de tratamiento de agua en distintos puntos de la geografía nacional.

Desde el punto de vista social, lo más destacable es el compromiso de ampliar la duración del programa de ingreso solidario por un semestre más, hasta mediados de 2021. La iniciativa, que cubre a tres millones de hogares, se suma a los esquemas de transferencias condicionadas que ya existían, como Familias en Acción o Adulto Mayor.