Nota perfecta al Cirque du Soleil en su estreno en Costa Rica

El espectáculo Varekai recibió una ovación de pie al cierre de su primera noche en el país

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Este 31 de mayo, el Cirque du Soleil confirmó ante el público de Costa Rica las razones de su fama. El espectáculo Varekai, presentado por decenas de artistas con números para no parpadear, superó en medio de vítores la primera de 43 presentaciones en el país, en Hacienda Espinal, San Rafael de Alajuela.

A las 8:00 pm en punto, un reflector apuntó a las butacas, donde un par de acomodadores hacían ademanes y revisaban a la gente: el espectáculo había comenzado y la Gran Carpa Soleil estaba a menos de 2/3 de su capacidad total. La impuntualidad y el ruido fueron un reto para los comediantes y aunque el número parece diseñado para ayudar a los que llegan tarde, cuando las criaturas mágicas entraban a escena y los acomodadores de broma se fueron, muchas butacas seguían vacías.

De los árboles, al fondo del escenario, salieron los personajes mágicos a mostrar un día en la vida de un bosque mágico. Entonces llegan los músicos, las criaturas suben a los árboles, hay canto, humor, risas (los que llegaron aun más tarde son retenidos en las puertas de ingreso) y a las 8:30 p.m. apagan las luces, entras los últimos, y se da el anuncio oficial: apague su celular y relájese.

El primer golpe de efecto está en los brazos de Ícaro. La fuerza y la gracia de sus movimientos provocan una ovación. Luego un grupo de acróbatas sincroniza sus movimientos con música, mientras se lanzan unos a otros al aire, usando las piernas. Dicho esto, queda claro que el ejercicio de descripción no hará justicia a las presentaciones, así que en realidad el lector se sorprenderá igual antes o después de leer esta nota.

A pesar de que el maquillaje está presente en todo momento, tres malabaristas pequeños y vestidos de azul demuestran para qué sirve: es imposible adivinar su edad, color de piel o cualquier otro rasgo básico. En ese momento son casi las criaturas que representan.

El primer número en el aire está en manos, piernas, torso y hasta nalgas de una trapecista que hace parecer todo tan fácil como salir a caminar. El público está encantando.

Cada cierto tiempo vuelven los humoristas del inicio y provocan las carcajadas de la gente con bromas y secuencias políticamente incorrectas, que casi no necesitan palabras. En este punto todavía no está claro, pero la historia del mago y su asistente evolucionará a la par de la que viven Ícaro y su enamorada.

Una recomendación antes de seguir: vaya a la Gran Carpa Soleil armado con buen humor. Si le toca subir al escenario lo mejor será que esté listo para disfrutarlo.

La música es parte de las presentaciones. Puede parecer que actúan acompañados por pistas, pero no, las voces y las melodías son espectáculo en vivo. La función sigue con trapecistas que parecen atletas de nado sincronizado, pero en el aire. Luego un grupo grande de acróbatas baila y hay fuego y mucho rojo en trajes y luces. Ahí termina la primera parte, con más de una hora de actuaciones.

Descanso y más acción

En el receso, de 25 minutos, hay filas para comprar comidas rápidas, que en la mayoría de los puestos se pueden pagar con tarjeta de débito o crédito. Las tiendas de regalos también tienen clientes, pero las estrellas de ese momento son las baterías sanitarias, con servicios limpios, papel, área de lavado de manos y toallas de papel. Hay que estar atento porque puede haber fila para lavarse las manos mientras alguna unidad está desocupada.

Cinco minutos antes de que reinicie la función, el josefino Jonathan Ruiz recibe instrucciones de un supervisor. Es uno de los más de 150 ticos trabajando para el Cirque du Soleil durante la temporada. "Vi el anuncio en Internet, nos dieron una semana de capacitación y trabajo con ellos hasta el 30", dice y de inmediato corre porque justo en su sector comenzará la segunda parte del espectáculo.

Esta vez viene un juego entre la oscuridad y la luz. Un ojo curioso verá que en el escenario se coloca una lona y cuando la luz regresa, los artistas están deslizándose sobre ella, llenos de colores y texturas que llenan los ojos al salir de la penumbra.

Otra vez la música marca la pauta y el protagonista regresa para enfrentar a un rival con muletas y un grupo de sombreros con cara y con bastón. ¿Será una alegoría al cuerpo, su deterioro, el paso del tiempo? Cada quién sabrá cómo interpretarlo.

Dos acróbatas aéreos usan sus brazos para balancearse sin más soporte que un mecate que cuelga desde la estructura de la carpa, para cada uno. No tienen trapecio, ellos lo construyen con sus brazos y sus piernas.

Al terminar ese número parece que vendrá algo más familiar: un malabarista. Sin embargo, la velocidad y el entusiasmo de cada número levantan el ánimo del público.

El vigía y el bombillo regresan para decir algunas palabras en español y hacer reír a la gente. Son la pausa que prepara el número de la prometida, una contorsionista de figura perfecta que coloca su cuerpo en posiciones ininteligibles.

En ese momento llega Ícaro y lo que sigue debe ser la visión del Cirque du Soleil sobre el romance y el enamoramiento: una pareja rodeada de energía, emoción, sustos, euforia y belleza. El número de los acróbatas vestidos de rojo es pasión pura.

Y ahí termina la historia, con la gente de pie, los artistas sonrientes, los músicos saliendo de detrás del escenario y el buen nombre del Cirque du Soleil protegido por la calidad de la experiencia.