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Resulta difícil fijar con exactitud los primeros antecedentes de la comunicación porque aparecen tan ligados a la historia humana que se considera parte de ella.

Por eso decimos que el ser humano no la inventó, se redujo a tecnificarla para constituir, en un arte-ciencia, lo que ya era función de la naturaleza y diversión intrínseca de la existencia.

Hay que recordar que toda comunicación es un proceso y no un producto terminado, que toma expresión y va cambiando de sentido en el viaje del tiempo, moldeándose dentro de la transformación de la sociedad en que está inmersa.

Asomarse al ancho mundo de la comunicación comercial es una especie de recorrido por la vida cotidiana, en la plenitud de sus urgencias y contrastes, porque la publicidad es un cultivo natural de nuestra condición, que se alimenta en su entorno y se prolonga en él. Un publicista consciente de su misión funcional, sabe que tiene en sus manos un instrumento de positiva eficacia para elevar el índice ponderal de la cultura general y alegrar la vida normalmente.

La condición prismática de la publicidad, en su conjunto, entendiéndola como acciones de comunicación coordinadas, nos muestra el lugar y la cultura a la cual pertenecemos, refleja la época y la sociedad en que estamos.

Esto ha hecho que la publicidad evolucione en forma global como un sistema de comunicación, pero que también tome diferentes caminos, dependiendo en donde se implementa y con los recursos que se cuente, como así también adonde se quiere llegar.

Esta es una profesión de gente para gente, porque las marcas, en definitiva, las eligen la gente. La publicidad crea más conciencia de lo colectivo, de la pertenencia, de nuestra identidad, de nuestros valores y preferencias, dando su aporte para disfrutar felizmente de una sociedad mejor.