Pequeños hoteles dominan oferta turística de Costa Rica

Cifras muestran que, aun así, se abren más complejos grandes y los pequeños son los que más cierran

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Pese a la reciente apertura de grandes hoteles como el Sheraton en Escazú o el Andaz Papagayo en Guanacaste, la oferta hotelera de Costa Rica se mantiene mayoritariamente entre pequeños locales de hospedaje.

El 60% de los hoteles que existen en el país tienen menos de 30 habitaciones, según datos del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) del 2013.

No obstante, estos complejos son los que más sufren la sobreoferta de habitaciones y son los que más cierran.

De los 490 locales de hospedaje que están registrados oficialmente ante el ICT (con declaratoria turística), solo 52 (10%) tienen 100 o más cuartos.

“El modelo de pequeños hoteles es el que ha posicionado a Costa Rica como un producto de excelencia”, consideró Gustavo Araya, presidente de la Cámara Costarricense de Hoteles (CCH).

Uno de ellos es Marfi Inn en Cahuita de Limón, que cuenta solo con tres cuartos. Marika Camilletti y su esposo construyeron la edificación hace tres años en una zona donde dominan los pequeños hospedajes. Igual caso es el del hotel Luz de Mono, en Cóbano de Puntarenas, que cuenta con 12 habitaciones y seis casas.

Araya agregó que, aún en el caso de hospedajes de mayor tamaño, no se puede hablar de la existencia de megadesarrollos porque las alternativas están lejos de ser las que se ofrecen en destinos como Cancún o Punta Cana.

Las alternativas de más de 100 habitaciones aún no logran equiparar en número la oferta actual de pequeños locales, pero su apertura ha incrementado en un 11,6% la cantidad de cuartos disponibles en el lapso 2008-2013.

Este incremento se está traduciendo en una sobreoferta en algunas zonas como el Valle Central, principalmente en la capital y en la zona norte.

En el mismo lapso, la cantidad de hoteles (con declaratoria turística o sin ella) bajó un 3,2%. Es decir, las aperturas más recientes se centran en grandes hoteles, mientras que los cierres se han concentrado en los pequeños.

La magia de lo pequeño

Una buena parte de la oferta hotelera del país se basa en desarrollos familiares enfocados en el turismo sostenible.

Chilamate Rainforest Eco Retreat es un caso de ello. Este desarrollo existe desde el 2006 en Sarapiquí de Heredia y fue fundado por Meghan Casey y su esposo, Davis Azofeifa. Cuenta con cinco habitaciones y una casona grande con seis cuartos, que son atendidos por solo ocho empleados.

Las pequeñas instalaciones son la clave para dar un servicio más personalizado, el principal atractivo de la oferta nacional.

“La mayoría de los visitantes buscan algo auténtico, pequeño y personal”, opinó Casey.

Lora Boyanova, administradora de Luz de Mono, comentó que, tras conversar con los clientes, descubre que lo que más demandan es atención y que alguien los escuche.

“Los turistas prefieren quedarse en pequeños hoteles familiares porque saben a quién dan su dinero”, comentó.

Sin embargo, a mediano plazo esta tendencia podría cambiar.

Hermes Navarro, jefe de Gestión y Asesoría Turística del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), explicó que si se analiza el número de empresas con menos de 60 habitaciones y su ocupación promedio en los últimos años, y se compara con los hoteles de más de 60 habitaciones y su ocupación, el resultado es que se ha aumentado la demanda del turista por los grandes hoteles.

Paul Downey, gerente general del hotel Aloft San José, comentó que los grandes hospedajes son lo que sostienen la demanda de cuartos y aportan infraestructura masiva, lo que les permite atender al turista de placer y al público de negocios.

Los hoteles pequeños, por el contrario, apuestan por productos muy atractivos que encajan más en un segmento turístico personalizado y no masivo.

A las puertas de la sobreoferta

En las siete regiones turísticas de planeamiento se incrementó la oferta de cuartos en el lapso 2008-2013, aunque solo en cuatro creció la cantidad de locales.

Guanacaste y el Valle Central concentran la mayor oferta de habitaciones de todo el país.

Downey, del Aloft, puntualizó que no solo existe sobreoferta en ciertas zonas, sino que la demanda no ha crecido en los últimos tres años. Araya, de la Cámara de Hoteles, indicó que en algunas zonas como La Fortuna o el Valle Central se comienzan a vislumbrar los primeros afectados, que suelen ser los más pequeños.

Los grandes también se ven golpeados pues se ven en la necesidad de ser más agresivos e ingresar a una guerra de precios.

Otro elemento importante es que de los 2.515 hoteles existentes en el país, el 71% carece de alguna estrella y el 90% no tiene categorización de sostenibilidad.

En el caso de la calificación por estrellas –que mide calidad y tamaño–, Navarro, del ICT, comentó que la era informática cambió los requerimientos y percepciones del viajero, que hoy se centra más en las opiniones que dan los clientes en Internet que en la cantidad de estrellas.

Araya, de la CCH, opinó que la poca demanda por esta distinción se debe, más bien, a que el manual para categorizar que utiliza el ICT quedó desfasado.

“En su momento, fue un buen intento, pero sin lugar a dudas hay que actualizarlo. No existe ningún interés salvo el de participar en licitaciones donde en algunos casos se limitan a la cantidad de estrellas. El que no tiene estrellas no puede licitar”, añadió.

En cuanto al Certificado de Sostenibilidad Turística (CST), los empresarios consultados concordaron en que se trata de una excelente iniciativa, pero carece de un incentivo más que la preocupación por el ambiente.

Casey, de Chilamate Rainforest, externó que la poca aceptación de estas certificaciones se debe a que hacen poca diferencia entre el pequeño y el gran empresario, lo que los limita.

“El ICT no ha entendido el turismo rural comunitario. La Declaratoria Turística y el CST no distingue entre el Marriot y nuestro proyecto”, externó.

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