Puro Vino y Más: El ADN del vino

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En el competitivo mundo del vino, existen muchas regiones que cuentan con las condiciones apropiadas para la elaboración de vinos de calidad, pero el reto para ellas y sus enólogos es como diferenciarlos del resto y posicionarse como un producto único que vale la pena probar.

El sello o estilo de cada botella de vino viene determinado por diversos factores. El primero de ellos es el terroir o terruño, como se dice en español. En el viejo Mundo, la relevancia de este factor de diferenciación la tienen tan clara, que lo protegen a capa y espada con los diferentes sistemas de clasificación que tiene cada país y sus ya mencionadas denominaciones de origen.

Las condiciones de suelo y climáticas en las cuales se desarrolla la planta tienen un efecto marcado en las características de la fruta que produce. En la medida en la que existan combinaciones únicas, estas pueden hacer toda la diferencia en el vino.

El segundo factor más relevante es la cepa utilizada. Existen miles de tipos de uva para la elaboración de vinos y si bien todas pertenecen a la especie Vitis vinífera, cada una de ellas tiene una combinación propia de aromas y sabores que las hace única en su clase.

Podemos tener vinos monovarietales, es decir, solo utilizan un tipo de uva, o los que son mezclas, cortes o blends, en los cuales se utiliza más de un tipo de uva buscando lograr mayor complejidad y versatilidad.

Por último, el factor humano también es muy importante en esta ecuación. Las decisiones que se toman desde cómo cultivar la uva en cuanto al sistema de plantación a utilizar y las prácticas que se realizarán en el viñedo, empiezan a dirigir el camino que tomará la calidad de la fruta.

Luego, la determinación del momento justo de cosecha, qué tipo de levaduras usar, la forma en la que se conducirá la fermentación, los tiempos de crianza y otras decisiones técnicas que se toman en el proceso van marcando la pauta que determinará el estilo final de cada botella.